Tiempo de reflexión

En otros países ni se siente, es una semana como cualquier otra, pero en El Salvador la Semana Santa es inconfundible. No sólo porque es un período vacacional relativamente largo, sino por lo que al menos los salvadoreños asociamos con este período del año. Hay una especial calma en el ambiente, una quietud que sobrecoge. Flota una bruma en el aire y se experimenta la sensación de que todos los ruidos están a un volumen más bajo. En una primera impresión se pensaría ‒sobretodo de noche‒ que un profundo silencio inunda las calles, los barrios, los campos. Pero no, no hay un silencio absoluto. Con un pequeño intento de atención advertimos el canto de las cigarras, que viene de cerca y de lejos, de este lugar y de este otro. Emiten un sonido triste, como aludiendo al destino que la Naturaleza les ha fijado. Sólo la singular vida de las cigarras da lugar a reflexiones interesantes. Viven años debajo de la tierra y cuando salen sólo lo hacen para aparearse (el canto es parte del ritual de apareamiento) y morir. Su período de vida más vibrante y pleno es también el último.

En fin, pareciera que el ambiente y muchas cosas que se asocian con la Semana Santa se acomodaran para que éste sea un tiempo de reflexión. Y a nadie le cae mal un período de reflexión de vez en cuando. No todo en la vida es trabajo, transacciones bancarias, Netflix y reuniones sociales. Hay una parte de nuestra vida que trasciende lo cotidiano y sobre la cual debemos meditar. Meditar sobre nuestra existencia y sobre su propósito. ¿Es suficiente tener éxito profesional o económico? ¿Cuáles son las cosas que realmente valen la pena? En unos años, unos más otros menos, todos seremos polvo. Y no nos llevaremos nada, lo único que quedará son nuestras obras. ¿Hicimos algo bueno en nuestro paso por el mundo? ¿lo dejamos un poco mejor? ¿fuímos malos o buenos con quienes nos acompañaron en el viaje? ¿les ayudamos o los hicimos sufrir?

Somos muy pequeños si nos comparamos con la inmensidad del Universo, pero al mismo tiempo somos grandes y únicos.  Tenemos consciencia y tenemos espíritu; la consciencia puede ser una manifestación del espíritu o a revés.

La Semana Santa es una celebración espiritual pues para eso se instauró y ese es su sentido. Seamos religiosos o no, el meditar sobre nuestro ser espiritual es importante. Para lo espiritual se necesita guía, leer a los grandes maestros o simplemente reflexionar algunas cosas que Jesús dijo. Hace muchos años escuché un sermón que lo llevo en mi mente desde entonces. El oficiante dijo que si a la Biblia le quitáramos todo y sólo dejáramos un pasaje que resumiera toda su sabiduría y enseñanza ese sería la Parábola del Hijo Pródigo. En esta parábola se resume todo. Habla de las malas acciones y de las conseccuencias de éstas, del arrepentimiento y, sobre todo, habla del perdón. Todos cometemos errores en nuestra vida y nadie se salva de esto, pero hay oportunidad de arrepentirse y de ser perdonado. Otra frase de Jesús, que va muy acorde con la parábola citada, y que nos caería muy bien cuando nos sentimos tentados de juzgar a los demás y a poner calificativos a las personas, es aquella que dijo ante la mujer adúltera que iba a ser apedreada: “El que esté libre de pecado que tire la primera piedra”.

Médico Psiquiatra.