Comentando una serie de Netflix

Vi anunciada en Netflix la serie inglesa Adolescence y no me llamó la atención. Pero leí en Infobae un reportaje tan elogioso, que decidí verla. Posteriormente, sólo he leído en los medios locales un artículo en la página de entretenimiento y otro en una columna de opinión. Mientras, en periódicos digitales católicos, las recomendaciones sobre esta serie NO CATÓLICA ni de inclinación religiosa, abundan.

En Inglaterra ha despertado gran preocupación en las escuelas y en las asociaciones de padres de familia. Incluso, hubo una recomendación del Primer Ministro, Keir Starmer, a poner atención al tema llevado a la pantalla por Netflix.

Adolescence es una serie de sólo 4 capítulos, aproximadamente de una hora de duración cada uno. Podría parecer lenta, porque la acción no se desarrolla en la pantalla, sino en el diálogo y en la actuación insuperable de sus personajes. A pesar del tema, violento y crudo, no hay escenas sangrientas ni de sexo, pero el diálogo nos describe el horror de lo sucedido y la gravedad de lo que viven los adolescentes.

¿Qué pasa detrás de la puerta cerrada del cuarto de un adolescente? ¿Será que las innumerables horas en el celular o la computadora aumentan la carencia de formación emocional, dejándoles desarmados para sobrellevar el dolor, la frustración, el enojo, convirtiendo eso en violencia?

Y aquí el porqué, habiendo tantos temas nacionales qué comentar, me he decidido a tocar este asunto en esta columna: ¿será que, erróneamente, hemos evitado que nuestros hijos conozcan la dureza de la vida, convirtiéndoles en seres tan susceptibles que pierden el control ante cualquier adversidad?

Porque el “bullying” existió siempre, pero sin ese nombre. Usualmente había alguien en la clase que molestaba incesantemente a los demás, pero todos sabían cómo defenderse, no eran situaciones que pasaran a mayores. Desafortunadamente, las cosas fueron saliéndose de control: ni los profesores ni los padres de familia conservaron la autoridad que les corresponde. Ahora, los adolescentes dominan a los mayores, imponiendo su voluntad a base de faltas de respeto, inverosímiles en otras épocas. Y convirtiéndonos a todos en lo que Alejandro Laje llama “la generacíón idiota”. Falta de límites, falta de autoridad, falta de razonamiento.

En la serie, los muchachos viven virtualmente en la manósfera o andrósfera, una comunidad antifeminista y de supremacía masculina. Me pregunto si esta será una reacción al feminismo radical, ese que evolucionó en ideología de género tan grave que se convirtió en una tiranía, como la describe la doctora Alicia V. Rubio, en su libro “Cuando nos prohibieron ser mujeres y os persiguieron por ser hombres”. Los adolescentes que crecieron bajo esa nefasta influencia, viviendo la terrible confusión que les han inoculado, de no saber quiénes o qué son, ¿podrán tener una personalidad positiva? Son expertos en vida virtual, pero desconocen la vida real. Ellos y sus padres enfrentan problemas que antes no existían y, para colmo, carecen de la formación espiritual y religiosa que podría ayudarles a encauzar sus vidas.

Opino que la serie Adolescence puede servir para conocer un poco del secreto mundo de los jovencitos y sus problemas de salud mental, vida en la escuela, vida familiar, etc. Ojalá los apreciados columnistas de este medio, expertos en esos temas, José María Sifontes, Carlos Mayora Re y Tere de López, nos ilustraran sobre esto. Se los agradeceremos de corazón.

Empresaria.