Negacionistas de la modernidad
El Ejecutivo debe fomentar el transporte no motorizado, seguir estimulando a la población a usar la infraestructura de las ciclovías y promover la electromovilidad como alternativa en el área urbana.
A pesar de que el tren y el metro son sistemas de transporte propios de los países avanzados, en El Salvador, a lo largo de nuestra historia, se decidió guardar el tren y convertir sus estaciones en museos. ¿Innovación o retroceso?
Con los graves problemas de transporte y movilización que afrontamos —que aquejan al país y son un martirio para un sinnúmero de personas—, es necesario evaluar opciones como reactivar las rutas del ferrocarril. Hoy, cuando la conectividad y las rutas alternas han colapsado y las autoridades improvisan constantemente en su afán de dar soluciones a la población, sin ningún éxito.
Con lo que nunca contaron los planificadores de las ciudades y municipios en nuestro país fue con el desorden: nunca se redireccionó hacia un orden total. Por el contrario, no hubo suficiente visión, y eso se evidencia al descartar el aporte ferroviario a la problemática de la movilización de las masas.
Por otra parte, al desalentar esa planificación de la ciudad y sus grandes retos —donde se descartó la innovación primermundista del transporte masivo, que muchos tomadores de decisiones calificaron de locura—, se subestimó el tema y no se destinó interés presupuestario a este tipo de planificación futurista, dejando vulnerable la movilización en manos de estructuras obsoletas y de limitado alcance.
La empoderada mesa del transporte en nuestro país, compuesta por gremiales sólidas y empresas privadas que, por años, han alternado el lucrativo negocio del transporte y movilización, con fuertes vínculos políticos con los gobiernos de turno —militares, de derecha, izquierda, etc.— también toma las riendas en las decisiones políticas y de nación, blindándolos y permitiéndoles disponer de las políticas de transporte que les convienen. Al ser ellos los únicos capaces de brindar el servicio de transporte público a la población y obtener del gobierno subsidios para su operación, estabilizan el precio del pasaje, lo que los hace imprescindibles en la vida nacional, golpeando la mesa y amedrentando a muchos gobiernos a alinearse con sus disposiciones. Un sistema de transporte primermundista sería un obstáculo para un modelo arcaico, pero generador de rentabilidad y estabilidad. Por eso estas propuestas nunca obtuvieron mayor relevancia.
En un momento de la historia moderna pudo eclosionar una intención de sistema de transporte moderno. Aunque surgió con improvisación y populismo, todos conocemos la historia del SITRAMSS. Aunque fracasó, no lo apartó de la visión moderna del transporte urbano a la que muchas ciudades latinoamericanas ya se habían encausado. La idea del SITRAMSS era un intento compensatorio frente al proyecto de un costoso metro en la ciudad de San Salvador. Lamentablemente, como es común en el subdesarrollo (sistema político y mentalidad), la agenda política, el revanchismo y el individualismo lo superaron; también la presión del transporte público urbano, cuyo gremio lo sentía como una fuerte competencia. En pocos años sucumbió; hoy solo se conservan estaciones abandonadas, casi desmanteladas.
En definitiva, los grandes proyectos que en algún momento se pudieron concebir en la mente de visionarios de un San Salvador eficiente y moderno han sido desplazados, y ahora nos sigue tocando vivir en armonía con el caos, con un indigno sistema de movilización en pleno siglo XXI.
La respuesta de la población ante el colapso de las vías alternas, el maltrato y el indigno servicio del transporte público, así como el desbordante parque vehicular, ha llevado a muchas personas a optar por alternativas como la compra de motocicletas, muchas veces sin tener noción de cómo usarlas ni de entender el reglamento. Actualmente, los accidentes dejan muertos y miles de lesionados, como si suplieran las víctimas que antes dejaban los grupos delictivos. Es aterradora la cantidad de accidentes y fatalidades que se están produciendo por el incremento de motociclistas en nuestro país y sin ningún tipo de control. De continuar este crecimiento, las probabilidades de que cada uno de nosotros tenga un percance con ellos serán cada vez mayores.
El Ejecutivo debe fomentar el transporte no motorizado, seguir estimulando a la población a usar la infraestructura de las ciclovías y promover la electromovilidad como alternativa en el área urbana. También debe vincular más la tecnología con el transporte público (apps), e incluso invitar a los negacionistas de la modernidad a adaptarse a los nuevos tiempos. Es necesario optimizar el presupuesto e invertir en el transporte futurista: la población merece movilizarse dignamente.
Especialista en temas ambientales.

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