El juez suplicante

No estoy de acuerdo con que las profundas heridas causadas por la guerra continúen siendo hurgadas para generar odio y división entre hermanos, odio y división que nos costó tanto intentar superar. No obstante, como abogado, no puedo menos que procurar respetar los fallos judiciales

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Por Max Mojica

2020-11-01 9:48:37

Cuando inicié mis estudios de Derecho, en la facultad nos inculcaban el respeto a la judicatura, es decir, hacia los jueces y magistrados, personas que tenían en sus manos los bienes y libertad de los ciudadanos. Nos enseñaban que, al menos teóricamente, se trataba de personas probas que impartían justicia a su leal saber y entender, basándose en la ley, su conciencia y, por su puesto, las pruebas aportadas por las partes en conflicto.
Una sociedad que no respeta a los jueces es una sociedad en clara decadencia. De ahí que es muy preocupante lo que está sucediendo en el caso judicial que está conociendo la Masacre del Mozote, en el Juzgado de Instrucción de San Francisco Gotera, un tribunal que usualmente conoce casos sin mayor trascendencia económica, pero que ahora es el centro de un huracán mediático al estar conociendo un evento sensible y sangriento de nuestra Guerra Civil que aspira a ser, sino resuelto, al menos esclarecido en términos no solo de responsables materiales, sino de autores intelectuales. En lo personal, yo no estoy de acuerdo con que las profundas heridas causadas por la guerra continúen siendo hurgadas para generar odio y división entre hermanos, odio y división que nos costó tanto intentar superar. No obstante, como abogado, no puedo menos que procurar respetar los fallos judiciales, nos gusten o no.
Estamos claros que los fallos judiciales pueden ser recurridos por las partes en contienda ante las autoridades respectivas, siguiendo los procedimientos establecidos por la ley; pero mientras una decisión judicial se encuentre firme o no este siendo conocida dentro de un proceso recursivo, esta se debe obedecer; hacer lo contrario equivale regresar a la época de las cavernas… más aún cuando la desobediencia proviene de aquellos quienes deberían de darnos a todos ejemplo de civismo, transparencia y respeto a la ley, y que, de paso, juraron cumplir y hacer cumplir la constitución.
Como abogado, me siento profundamente apenado al ver la imagen de ese juez que solo (¿a dónde está la Fiscalía? ¿a dónde está la policía?), como un extraño cruzado, acude de cuando en cuando en actitud prácticamente mendicante, a suplicar un poco de respeto por parte de las autoridades castrenses para que obedezcan sus resoluciones judiciales, legalmente emitidas, para mostrar los archivos del Mozote.
Da un poquito de pena ajena ver que el juez, cada vez que llega ante el portón del Estado Mayor, sale con las manos vacías, siendo superada su autoridad por la de un militar de ínfimo rango, quien cumpliendo ordenes ilegales, le niega sin ningún pudor la entrada a los archivos castrenses, desobedeciendo de esa forma -vez tras vez- una orden judicial.
A partir del 3 de febrero de 2019, en El Salvador vivimos una acelerada “vulgarización” de la política. Ministros insultando y faltando el respeto a ciudadanos -muchas de ellas, mujeres- simplemente por el hecho de sostener ideas contrarias a las del partido oficial. Simpatizantes del oficialismo acosando a ciudadanos y empresarios, por considerarlos opositores. Y ya que estamos en eso, hemos sido testigos de comentarios o chistes subidos de todo o francamente vulgares, provenientes de cuentas oficiales.
Lo entiendo, la falta de academia, algunas veces y en algunas personas, provoca esos arranques de conducta cavernaria; pero que de emitir insultos y chistes bajeros pasemos a violar la dignidad de la judicatura y a ningunear las ordenes emitidas por una corte en el legal ejercicio de sus funciones, hay un gran trecho.
Ya no le hacemos caso a los jueces, ok, ¿qué vendrá después? ¿Vamos a desobedecer a los policías? Y en esa ruta de creciente salvajismo ¿qué viene después? ¿Vamos a cumplir las resoluciones judiciales o administrativas solo cuando me conviene? ¿Vamos a pagar impuestos solo cuando me sobren unas chirilicas y me de la gana hacerlo?
Desconocer una orden judicial por parte de una institución del Estado es gravísimo, no solo por que probablemente se trate de un delito, sino por el mensaje que manda al resto de la Nación: “Aquí en El Salvador no hay ley y si la hay, no me importa, hago lo que quiero, cuando quiero”. Mensaje absolutamente nefasto para la ciudadanía, en un país que nunca se ha distinguido por tener una colectividad ciudadana que respeta la ley.
El Salvador vuela a convertirse en África en alas de una golondrina.

Abogado, máster en Leyes. @MaxMojica.