Ningún fanatismo es bueno

Así como Europa se recuperó de los fanatismos políticos aquí también se está recuperando, asumiendo la gente por su cuenta los riesgos y efectos colaterales de las marchas por el amor a la familia, la libertad y la Constitución.

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Foto: AFP

Por Pedro Roque

2021-10-16 5:06:33

El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española dice: Fanatismo es apasionamiento exagerado propio del fanático: “El fanatismo conduce a la intolerancia”. Apasionamiento significa: Pasión intensa que se siente por algo o alguien: “Ante una decisión importante no debes dejarte llevar por el apasionamiento”, también quiere decir: Excitación, vehemencia y pasión con que se defienden ideas y opiniones: “Su apasionamiento por el fútbol le provocó un infarto”.
Con las definiciones y los ejemplo del diccionario se entienden perfectamente el significado, las consecuencias y precauciones que se deben tener con el fanatismo. Aquí es oportuno diferenciar entre el aficionado o seguidor que reconoce y se da cuenta de las diferencias y el fanático obstinado, incluso con una falsa verdad.
Desde siempre y en todo lo que genera fanatismo los extremos fueron y siguen siendo perjudiciales, tanto si se trata de fanatismo religioso, por ejemplo, el de las Cruzadas por el año 1200 cuando la gente de Europa se fue a reconquistar Jerusalén, entonces en manos de los turcos, después con la Santa Inquisición, hasta los conflictos religiosos que vivimos en nuestros días. Esta semana con ataquen terroristas y muchas víctimas, que quienes los preparan y ejecutan, asumen como efectos colaterales a la conquista de su causa.
Pero también existe el fanatismo deportivo, en España los Ultra sur del Real Madrid, los Frente Atlético del Atlético del Madrid, los Boixon Noix del Barcelona, los Biris Norte del Sevilla y los Ultra Yomus del Valencia son ejemplos de grupos de fanáticos muy violentos.
Recuerdo un partido del Valencia contra el Real Madrid en que a los Ultra Sur los pusieron en un tren sin paradas de Madrid a Valencia, de la estación del norte los trasladaron en buses al estadio, en el estadio los sentaron en una zona delimitada y después del partido la policía controló el traslado en buses a la estación y de la estación de regreso en tren a Madrid. Pues, por ejemplo, en Barcelona, ganaran o perdieran, después del partido rompían escaparates e incendiaban contenedores de basura en las calles.
Aquí los fanáticos de la “Selecta” organizaron una batucada frente al hotel donde se hospedaron los futbolistas mexicanos para perturbar su descanso. Una muestra de mala educación y pésimos anfitriones. Sin conocer de fútbol, no es así como se ganan los partidos, tampoco con empujones y zancadillas que llevan a faltas graves y de ahí el decepcionante dos a cero.
Pero aún más dañino para la salud física y mental y la paz social de un país es el fanatismo político por unos principios, un sistema o un supuesto redentor hacia una mejor condición de vida. Incluso en la educada Europa en las artes y las ciencias de los años 20 y 40, el fanatismo político la llevó a la Primera y la Segunda Guerras Mundiales. Y aquí por la razones que se argumentaron y creyeron, exacerbadas por el fanatismo político tuvimos un conflicto armado del que aún sin haberse recuperado y sanado las heridas, se cayó en el siguiente espacio de fanatismo político promocionado en las redes sociales.
Pero así como Europa se recuperó de los fanatismos políticos aquí también se está recuperando, asumiendo la gente por su cuenta los riesgos y efectos colaterales de las marchas por el amor a la familia, la libertad y la Constitución.
Ningún fanatismo es bueno, ni siquiera el religioso, porque atenta contra la libertad de creencias de los pueblos y contra el desarrollo de las naciones. Mucho menos, el fanatismo político, que aquí se desató en las últimas elecciones y que la gente por su propia iniciativa quiere y está proponiendo que el río político vuelva a su cauce, Dios nos ayude, por el bien de todos y el progreso de nuestro El Salvador, que lo consigamos con sensatez y sin violencia.

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