Las cosas que arruinamos con el internet

De todo lo que arruinamos con esto de la tecnología, esta es quizás la que mayores consecuencias tiene: de ahondar los tribalismos en el electorado, eliminar la moderación y al final, erosionar nuestro republicanismo constitucional. Todo un tweet a la vez

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El grupo empresarial Funerarias La Auxiliadora y Capillas Memoriales ha creado su proyecto El Hogar de las Memorias, una opción de resguardo de cenizas a precios accesibles. Foto EDH/ Jessica Orellana

Por Cristina Lopez

2019-07-29 10:01:40

Esta no es una columna con el inútil punto de vista cascarrabias de que el pasado era mejor, porque eso no es cierto, ni la intención es avanzar el argumento nostálgico que pone a competir el romanticismo del olor del papel cuando leemos libros en físico versus la practicidad de un dispositivo electrónico, porque la realidad es que podemos disfrutar ambos sin tener que escoger. Las redes sociales, la tecnología y el internet son parte de nuestra realidad y de la manera en la que interactuamos y han traído a sociedades enteras alrededor del mundo la capacidad de conectarnos como nunca antes la teníamos. En suma, sus contribuciones han sido positivas. Pero han venido con el costo de las cosas que hemos arruinado.

Arruinamos viajar, por ejemplo. En el sentido de que viajar antes se trataba de la absorción de experiencias a través de los sentidos; que nos transportábamos a otros lugares, diferentes de los que llamamos hogar, para experimentar diferencias y situarnos físicamente en realidades y contextos históricos distintos. Ahora, ¿cuánta gente privilegia la captura de la experiencia en foto o video para las redes sociales por encima del disfrute de la experiencia misma? Como si el valor del viaje estuviese amarrado al conocimiento que otros tienen del viaje por encima de la experiencia en sí misma. Visitar cualquier lugar turístico hoy en día parece confirmar lo anterior, puesto que en la situación de contar con escasos minutos para absorber una maravilla histórica, tantos prefieren experimentar el momento a través de las cámaras de sus celulares que a través de sus propios sentidos. Que sí, que archivar la experiencia en digital permite volver a vivirla, pero lo que se revive es el intento de capturar la experiencia, no lo vivido, visto, y experimentado.

Arruinamos las bodas también. ¿Cuántos dólares se desperdician en idioteces hechas para fotografiar que no mejoran la felicidad de pareja alguna o el disfrute del festejo para los invitados? Ahora las bodas se producen con un enfoque a los momentos retratables, buscando impresionar no solo a los invitados ahí presentes sino a los incontables miembros de una audiencia desconocida, distrayendo por completo de lo que se intentaba celebrar en primer lugar: el amor y compromiso entre una pareja que han decidido invitar a sus seres queridos para que sirvan como testigos.

Arruinamos los tiempos de comida en familia, cuando con tal de mantener la paz mental y preservar la paciencia, enlistamos los poderes de una tablet para que entretenga a los niños, a quienes estamos negándoles la capacidad de entrenarse en la habilidad de sostener conversaciones, prestar la palabra, debatir una idea, o simplemente, estarse en juicio de manera análoga. Aprender a sobrevivir el aburrimiento es potencialmente una habilidad de auto-preservación, puesto que a lo largo de la vida sería imposible garantizar que no existirán momentos sin entretenimiento alguno.

Arruinamos también la política. ¿O no añoran la paz de no tener que tener las ínfulas de autoritarismo del presidente ególatra de turno restregadas en la cara a toda hora? De todo lo que arruinamos con esto de la tecnología, esta es quizás la que mayores consecuencias tiene: de ahondar los tribalismos en el electorado, eliminar la moderación y al final, erosionar nuestro republicanismo constitucional. Todo un tweet a la vez.

Lic. en Derecho de ESEN, con maestríaen Políticas Públicas de Georgetown University.

@crislopezg