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Imagen presidencial y manejo de medios: El Salvador 1861

Los casos mostrados ilustran cómo los medios oficiales fueron usados para moldear la percepción pública y legitimar acciones políticas controvertidas. La Gaceta se convirtió en un instrumento clave para difundir una imagen de consenso en torno al presidente, mientras se silenciaban voces disidentes y se justificaban medidas represivas.

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Por Carlos Gregorio López Bernal
Publicado el 20 de mayo de 2025


En los primeros meses de 1861 ocurrió en El Salvador un hecho muy interesante: Un retrato del presidente Gerardo Barrios recorría buena parte del territorio salvadoreño; llegaba a los pueblos a primeras horas de la mañana y era recibido con efusivos homenajes por parte de autoridades locales y pobladores. La Gaceta publicaba notas que narraban los recibimientos del retrato — mejor dicho, de los retratos, pues eran varios los que se desplazaban simultáneamente —, todas coinciden en la felicidad de los pobladores por haber tenido la dicha de ver la imagen del presidente. Por supuesto, Barrios aparecía con todos sus atavíos y condecoraciones militares.

Manuel Estévez, gobernador de Cuscatlán, describió la llegada del retrato a Suchitoto. A las cuatro de la mañana, la gente estaba reunida en la plaza con música marcial de fondo. Las calles habían sido adornadas con colgaduras y cortinas. Algunas casas lucían banderas. “La fuerza permanente y milicias ejecutaba evoluciones en la plaza; al propio tiempo que en la sala consistorial se reunía la Comitiva que debía ir al encuentro del retrato”. La multitud se dirigió a la entrada de la población. Detrás de los principales del pueblo iban las fuerzas militares, vestidas con riguroso uniforme, llevando el pabellón de la república. “El retrato fue saludado con una descarga de fusiles, y tomado por dos regidores, al lado de cada uno se puso un oficial, fue colocado en medio de la comitiva y conducido así con un entusiasmo general. Al pasar por algunas casas, los particulares hacían salvas de fuegos artificiales. Hubo un repique general de campanas.” (Gaceta del Salvador, 20/03/1861).

Don Victoriano Castellanos, hombre principal del pueblo, pidió que el retrato pasara por su casa para hacerle honores. Había elaborado un dosel adornado con cortinas y colgaduras de los colores de la bandera salvadoreña. El retrato fue colocado en el centro, entre la constitución y los códigos, “alegoría con que quiso mostrar la regla que traza el camino que sigue la actual administración”. Barrios al centro del dosel, con la Constitución y los códigos a un lado, implicaba que el presidente estaba por encima de las instituciones. De hecho, así gobernaba.

Tales homenajes eran todo, menos espontáneos. Los retratos fueron mandados a hacer en Guatemala con anticipación por un agente de Barrios, el señor Carlos Buchabán. Tan tarde como enero de 1863, la Imprenta Litográfica anunciaba que el Supremo Gobierno la había autorizado para vender copias del retrato al precio de cuatro reales. Agregaba que las municipalidades que lo compraran por docenas recibirían un 25% de descuento (Gaceta del Salvador, 22/01/1863). En realidad, todo fue un montaje de Barrios y sus asesores, a fin de darse a conocer entre los pueblos, aumentar su popularidad y legitimar su poder. Barrios usaba ingeniosamente los recursos entonces disponibles: sus discursos, sus viajes, las frecuentes fiestas que ofrecía, sus cumpleaños, todo era noticia y todo mejoraba su imagen pública. En dicha tarea era apoyado por su esposa, Adela Guzmán, quien era el centro de la vida social capitalina.

Barrios recurría sistemáticamente a la Gaceta para informar a la población de sus proyectos, agrandar sus logros de gobierno y, llegado el caso, atacar a sus opositores. Para ello contó con la valiosa ayuda de su ministro, el emigrado guatemalteco, Manuel Irungaray. Es difícil determinar, cuánto de lo que la Gaceta publicaba sobre Barrios era cierto, y cuánto magnificado. Con todo, hay asuntos que más parecen un montaje — una “fake new” diríamos hoy —, con el fin de aumentar la popularidad del caudillo y ganarle apoyos. Por ejemplo, el 4 de enero de 1862, la Gaceta publicó una nota sobre una supuesta conspiración de los opositores liderados por Ignacio Pérez Pino, quienes andaban a la búsqueda de un sicario que asesinara a Barrios, para lo cual ofrecían cinco mil pesos. Contactaron al oficial Sotero Esquivel, “quien ha estado quejoso por habérsele dado de baja como veterano”, pero Esquivel contestó a Pino: “que él llevaba con honor su espada y no la mancharía con un crimen tan infame.” Contactaron después a “un joven honrado de San Miguel”, cuyo padre casualmente había recibido favores de Barrios; “el recuerdo de ellos impelió al joven a revelar lo que se maquinaba”. Se dice que Pino y otro individuo confesaron sus proyectos, sin consignar ante qué instancia lo hicieron (Gaceta del Salvador, 04/01/1862).

La nota por sí sola sería intrascendente; lo interesante vino después. Pocos días después de que descubriera la supuesta conjura, se ordenó la captura de Francisco Dueñas, líder de la oposición, quien fue acusado de ser uno de los directores de la conjura. Dueñas, “cargado de grillos fue recluido en uno de los calabozos”. Cuando fue llevado ante el juez, Dueñas fue dejado libre “por no haber mérito en su detención”, pero fue expulsado del país por orden de Barrios, “remitiéndolo escoltado y aherrojado al puerto de La Libertad, el 24 de febrero.” Dueñas se exiló en Guatemala, donde permaneció hasta que Barrios fue derrocado.

Inmediatamente después de que se denunció el complot, la Gaceta comenzó a publicar actas y pronunciamientos que condenaban el supuesto atentado y felicitaban al presidente por haber salido indemne de tales peligros. El 8 de enero apareció una nota dirigida a Barrios por las autoridades del pueblo de San Jacinto, en la cual manifestaban “respetos y constante adhesión… obedeceremos gustosos (y damos) la vida misma si fuera necesario para conservar nuestras liberales instituciones y la preciosa existencia del que con tan raro tino, dignidad y energía las sostiene” (Gaceta del Salvador, 06/01/1862). El 15 de enero apareció el acta de la municipalidad de San Salvador que felicitaba a Barrios “por el feliz suceso de vuestra salvación del peligrosísimo riesgo que amenazaba vuestra importante vida”. La municipalidad de Izalco decía que Barrios hacía una acertada administración, “no obstante, los disturbios que los genios maléficos han intentado poner en acción, especialmente en estos últimos meses” (Gaceta del Salvador, 15/01/1862).

En la Gaceta del 18 enero apareció un manifiesto de “Felicitación de las autoridades y vecindarios de esta Capital y pueblos del Departamento”, quienes se mostraban indignados contra los “desnaturalizados que pensaran sentarse sobre una silla manchada de sangre, con la sangre de un Ciudadano Ilustre, Honrado, Bienhechor y Benemérito de la Patria”. La nota era firmada por autoridades, principales y vecinos. Tan larga era la lista de firmantes que abarcaba más de página y media del periódico. A dicha acta se adhirieron 22 pueblos más. Documentos similares se siguieron publicando en el mes siguiente.

Al igual que aconteció con los retratos, es fácil percibir en este caso cierta falta de espontaneidad. Un sentir común tan amplio que se vuelve sospechoso, sobre todo porque nada más se dijo respecto al complot y los implicados. Más bien pareciera que este caso pretendía justificar el encarcelamiento de Dueñas y distraer la atención de la opinión pública sobre el descontento contra Barrios. Desde enero de 1860, el presidente gobernaba prácticamente sin ningún contrapeso, gracias a un paquete de 23 facultades extraordinarias otorgadas por la Asamblea y que fueron renovadas en los años siguientes, aduciendo que el presidente necesitaba plena libertad de acción para realizar sus proyectos y enfrentar cualquier amenaza. Durante todo el año de 1862, la Gaceta siguió publicando noticias favorables al presidente, quien únicamente leyera ese periódico pensaría que el apoyo al presidente se mantenía. Sin embargo, en el interior del país el descontento crecía, especialmente en los pueblos y comunidades indígenas. 1863 sería el año definitorio.

Los casos mostrados ilustran cómo los medios oficiales fueron usados para moldear la percepción pública y legitimar acciones políticas controvertidas. La Gaceta se convirtió en un instrumento clave para difundir una imagen de consenso en torno al presidente, mientras se silenciaban voces disidentes y se justificaban medidas represivas. Ese tipo de acciones son recurrentes en la historia política y persisten hasta hoy, magnificadas por las redes sociales. La historia no se repite, pero cierto tipo de prácticas sí.

Historiador, Universidad de El Salvador

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