"Vete, hombre triste", dijo la Quimera
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“A veces, transido del dolor de amar —y presa de una furia justiciera— vuelves a vengarte de ti mismo -continuó diciendo la quimera al caminante. Una vez más eres el verdugo del amor y te asesinas. Porque también lo hiciste con lo que más amabas. Aprende a perdonar, hombre triste. Perdona al destino, porque tú eres el mismo destino implacable. Perdona el ayer, porque tú también eres el ayer. Un amasijo de entrañas y de días perdidos. Redime el amor en la memoria. Renácelo en tu corazón.” El triste viajero, llamado Thula, bajó al suelo la mirada; su seca mirada de asesino del amor. Ya no tenía lágrimas. Estaba sobreseído. Simha terminó diciéndole: “Vete hombre triste. Tú eres el amor. Tú eres el destino. Descifra tales enigmas. Habrás logrado entonces tu absolución. Entonces serás libre. Cuando hayas perdonado al hombre, al amor y al destino.” “¿Cuál es tu enseñanza, hermosa Simha -preguntó Kania en una oportunidad- sobre esa historia del desdichado viajero que se perdonó a sí mismo?” “La lección será: Kania -el hombre que nació de una fábula- se venga a sí mismo y se convierte en asesino de su propio recuerdo. Tiene sangre en las manos, pero es sangre de sueños y de aves coloridas. También es asesino de su propia ilusión, porque el hombre es pasajero, por tanto es ilusión. (XV) <de “La Esfinge Desnuda” -C.B.>

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