Caos en la educación (II)
En cierto modo, la teoría del caos se contrapone a teorías del aprendizaje como el conductismo, donde se marca la ruta para llegar al objetivo de aprendizaje o el constructivismo, donde se establecen parámetros que deben ser adquiridos por los alumnos de acuerdo a tareas que le generen un desarrollo cognitivo y, por ende, aprendizaje, explican.
Asustan los nuevos enfoques educativos por radicales. En la nota anterior veíamos el planteamiento de Roger Schank con su idea de destruir el sistema educativo actual porque “lo que la escuela enseña no nos sirve para la vida real”, y conformar uno basado en la construcción “on line global” de más de 500 programas académicos que le permitan al estudiante escoger lo que le interesa.
Ahora, se presenta un paradójico enfoque en donde el caos es un fundamento idóneo para la educación.
Así lo plantean Pedro Menandro Calzado Vargas, María Ángeles Rodríguez Domínguez y María Marcela E. Rodríguez Domínguez, en su artículo “La teoría del Caos como fundamento para una educación personalizada”, una propuesta en construcción que nos ofrece importantes argumentos para repensar lo que diariamente se hace en el campo educativo.
Hace unos 50 años, el meteorólogo del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), Edward N. Lorenz, afirmó que la atmósfera basa su comportamiento en las Leyes del Caos y desde entonces, esta teoría ha venido siendo aplicada a diferentes ramas de la ciencia o fenómenos sociales cuya respuesta no se encuentra en las relaciones lineales de causa-efecto a las que normalmente estamos acostumbrados.
El argentino Pablo Cazau en su libro “La Teoría del Caos” (Fuente: http://galeon.com/pcazau/artfis_caos.htm) ofrece ejemplos sencillos para ver la desproporción entre causas y efectos inesperados: Un simple movimiento de palanca (causa pequeña) puede producir grandes efectos o si agregamos una simple gota de agua (causa pequeña) al líquido contenido en un recipiente éste se derrama produciendo un efecto no esperado sobre nuestro escritorio. Y explica: pequeñas causas generan grandes efectos que muchas veces no sabemos en qué consistirán, ni cuándo, dónde o cómo ocurrirán y, por tanto, no podemos ejercer un control de la influencia de la causa sobre el efecto.
Calzado Vargas y los otros investigadores arriba indicados concluyen, luego de una larga investigación, que “la teoría del caos aplicada a la educación puede promover equilibrio, reto, autogestión y capacidad crítica en los estudiantes”.
La acción didáctica pedagógica no lineal, expone al alumno a múltiples circunstancias que dinamizan el aprendizaje donde los problemas pueden tener más de una solución y no es necesariamente la que espera el docente, afirman.
La inestabilidad que produce la innovación y la contingencia causa en el cerebro humano una incertidumbre y lo desequilibra al no tener el control de las cosas, por eso, la mayoría de las veces, rechaza de manera consciente o inconscientemente los cambios. En cierto modo, la teoría del caos se contrapone a teorías del aprendizaje como el conductismo, donde se marca la ruta para llegar al objetivo de aprendizaje o el constructivismo, donde se establecen parámetros que deben ser adquiridos por los alumnos de acuerdo a tareas que le generen un desarrollo cognitivo y, por ende, aprendizaje, explican.
Antonio J. Colom Antonio J. Colom Cañellas, Licenciado y doctor en Pedagogía por la Universidad de Barcelona, es su libro ““Teoría del caos y práctica educativa”, al hablarnos de LA CREATIVIDAD, la califica como el sesgo más caótico de la mente, el lado errático de la razón, no controlada por la concepción del orden racional y que se manifiesta libre y espontáneamente como verdadero desorden de la mente, capaz de romper las estructuras de la normalidad y de hallar una nueva lógica. La creatividad es la cualidad de la inteligencia humana capaz de crear desorden del que luego pueden colgarse nuevos órdenes; por lo que su desarrollo se concibe como válido en el seno de una práctica educativa que busca la construcción del conocimiento en el niño.
Repensar la educación constituye un reto permanente y dinámico en los educadores, en todas las épocas y en todo momento. Tanto en la construcción de políticas públicas como en la relación cotidiana con el estudiante.

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