El gran despertar

El problema de fondo no es que se identifiquen males reales, presentes, y se intente ponerles solución, sino que se recurra a un simplista análisis de “buenos” contra “malos”, “culpables” y “víctimas”, sin más, con lo que en bastantes casos cometen las mismas injusticias y aplican los mismos prejuicios que ellos endilgan a los que no son de su cuerda.

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Panorama desolador en el estadio Cuscatlán, que por el momento resienten los vendedores. Foto Cortesía Mi Radio Deportiva El Salvador

Por Carlos Mayora Re

2021-11-12 4:21:40

Como si fuera una nueva ola religiosa, en ciertos ambientes se abre paso con fuerza una corriente de ¿pensamiento? que pretende liberar la cultura de sus “pecados fundacionales”: colonialismo, esclavitud, racismo, machismo… y, de paso, de otros “pecados” contemporáneos como el sexo biológico, la maternidad, la familia tradicional y el libre mercado, entre otros.

Dicha corriente se conoce con varios nombres. El más genérico podría ser el de “progresismo”, y el más específico el de movimiento “woke”, que toma su nombre de lo que se ha llamado el “gran despertar” (“the great awokening”) y que, en resumen, se trata de una toma de conciencia por parte de personas colocadas en la izquierda política (si todavía se puede apelar a esa división), de buen nivel social y educativo, que se dan cuenta de las injusticias cometidas en el pasado: racismo, machismo, sexismo… y que ven su remedio, para empezar, en que los estratos dominantes (hombres, blancos, educados) expíen su culpa; y para terminar, en que se desmantele la sociedad occidental como la conocemos (al más puro estilo del viejo y tercamente indestructible Marx).

Por supuesto que sus postulados no son meramente teóricos, pues se fundamentan en la constatación de desigualdades muy reales que, han pasado ocultas a la luz pública demasiado tiempo;como la falta de oportunidades de crecimiento social debido a prejuicios raciales o de género, la violencia policial enfocada en determinados estratos sociales (personas de color o inmigrantes, por citar un par de ejemplos), o simplemente lo que ellos llaman “el patriarcado”.

El problema de fondo no es que se identifiquen males reales, presentes, y se intente ponerles solución, sino que se recurra a un simplista análisis de “buenos” contra “malos”, “culpables” y “víctimas”, sin más, con lo que en bastantes casos cometen las mismas injusticias y aplican los mismos prejuicios que ellos endilgan a los que no son de su cuerda.
Así, por ejemplo, el “privilegio blanco” sirve para englobar en un solo término el conjunto de ventajas que (según ellos) acompañaron —y acompañan— a toda persona blanca nacida en una sociedad y en una época determinada; un privilegio que debe ser reconocido por los blancos (“check your privilege”, es uno de sus lemas), y asumido como parte de la culpa que tienen de la sociedad que crearon, a fin de convertirse en activistas contra el “racismo sistémico” instalado en la sociedad.

Paralelamente, también se habla de “supremacismo blanco” para referirse a la hegemonía de una raza por encima de todas las demás, y al empeño de ésta de perpetuar un sistema que le concede no solo privilegios, sino que expande la creencia de que por la simple lotería genética que determina la raza, se tienen derechos y privilegios… o se debe uno someter ante quienes los ostentan.

Una de sus consecuencias más visibles es que, una vez puestos en modo “yo acuso”, movimientos como el Black Lives Matter, o iniciativas feministas, de protección a los inmigrantes, etc., terminan por impulsar con entusiasmo otras causas como la lucha contra el capitalismo, el patriarcado, o la religión como fuente de normas y valores sociales. Pues, a fin de cuentas, cuando la irracionalidad se encuentra en las raíces de un movimiento social, cuando se da primacía a las emociones por encima de las razones, cuando los únicos datos “científicos” son los que confirman “teorías” que explican discriminando las razones por las cuales ciertos grupos humanos han sido discriminados… es lógico que pase lo que pasa.

Al final del día, entonces, la ideología woke habría cambiado la lucha de clases marxista por la lucha de identidades progresista, perpetuando así el simplista pero atractivo análisis que parte de considerar que el motor de todo es el conflicto, y que cualquier realidad social es susceptible de ser reducida, sin más, a dos tipos de gente: los opresores y los oprimidos.

Ingeniero/@carlosmayorare