Estereotipos
Los estereotipos y los prejuicios son la base sobre la que se sostienen los personajes y la trama de la película. Una manera de ver las cosas que está lejos, muy lejos, de la realidad,
Un estereotipo se define como la percepción o creencia generalizada, imágenes mentales, que la mayoría tiene sobre un determinado asunto, o grupo de personas.
Por definición, los estereotipos se asemejan bastante a las caricaturas: se carga la mano en un aspecto determinado a la hora de retratar a una persona, o presentar una realidad, con la finalidad de ahorrar pensamiento o provocar reacciones en quienes las contemplan.
Los estereotipos se aplican a diversísimas realidades. Incluyen ideas, imaginaciones, presunciones, etc., que, en su conjunto, alguien ha llamado “imaginario colectivo”, a partir del cual se retrata -y se juzga- a grupos raciales, nacionales, culturales, sociales, de estatus económico, etc. Por lo que son un poderoso sustituto del análisis personal y un eficaz modo de encontrar un atajo a la hora de hacerse una idea de alguna realidad que se desconoce, o a la que se tiene un acceso más bien limitado.
¿Por qué estas reflexiones? Porque he estado leyendo algunas críticas a la relativamente reciente película “Cónclave” que, por razones circunstanciales, pero también por un muy bien orquestado plan de mercadeo, ha llamado la atención del gran público.
Un filme cuya producción -independientemente de su calidad cinematográfica, que según los críticos es buena- se apoya en un recurso un tanto “tramposo”: presentar a los personajes principales (Cardenales de la Iglesia Católica) de una manera simplista y más bien plana, con el afán de captar las simpatías y antipatías de la audiencia en base a los estereotipos de moda que se aplican a las personas que de una u otra manera tienen cierto poder en la sociedad en la que medran. En este caso, en la Iglesia.
La película parece haber sido montada sobre una idea principal: la Iglesia Católica no tiene futuro si no asume el relativismo moral en boga y hace suya completamente la agenda woke posmoderna que consiste, como muy bien saben los lectores, en un conjunto de cuestiones que a la postre giran en torno a situaciones morales: divorcio, anticoncepción, ideología de género, agenda y lobby de temas antagonistas a la heterosexualidad, etc.
Para ello es necesario dibujar personajes maniqueos, de esos que son buenos o son malos, son negros o son blancos, sin posibilidad de grises o bemoles. Así, en el film se pone en boca de uno de los personajes que pretenden ser disruptivos, subversivos, palabras como “la certeza es el gran enemigo de la unidad; es el enemigo mortal de la tolerancia”. Una declaración que no se sostiene a poco que se reflexione, al menos un poco… seguida, además, por una declaración que cae muy bien en un mundo abocado al relativismo: “que Dios nos conceda un Papa que dude”. Es decir… todo al revés.
El otro elemento importante en el diseño de los protagonistas, todos ellos cardenales electores del nuevo Papa, es su condición exclusivamente humana (política si se quiere). Todos, los “buenos” y los “malos” son personajes solitarios, mezquinos, calculadores y ambiciosos de poder… por lo que todas las conversaciones y el modo de presentarlos gira en torno a quién se hará con la silla pontificia; pero no para servir a los católicos, no para ser el Vicario de Cristo en la Tierra, sino para tener el poder por el poder. Nada más lejos de una perspectiva de fe, o pastoral, que suele ser, en definitiva, la que mueve -de veras- a los miembros del colegio cardenalicio.
En fin. Los estereotipos y los prejuicios son la base sobre la que se sostienen los personajes y la trama de la película. Una manera de ver las cosas que está lejos, muy lejos, de la realidad, pero que para un público que al fin y al cabo no quiere sesudas reflexiones, ni arduas argumentaciones, sino puro y duro entretenimiento… funciona, y muy bien.
Ingeniero/@carlosmayorare

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