Ningún actor es quien dice en escena
Las diversas máscaras del célebre y enigmático actor habían sido usadas por su estirpe circense desde generaciones atrás. “Mascarada” había sido -tanto el ancestro- como los descendientes que siguieron llevando aquel estigma facial en el escenario. Y con todos había ocurrido lo mismo: la careta les había usurpado la vida, la farsa y la identidad. Así fueron uno por uno disipándose en la pista de los años. Al final sólo quedaron los disfraces. Los mismos que alguna vez también dejaron de vivir. Al fin, el hombre y la máscara eran el mismo. Si uno reía el otro reía; si aquel lloraba también el otro; si alguno de los dos moría, el otro moriría después. En el mejor de los casos, si uno de ellos soñaba la felicidad el segundo sonreía plácidamente cerrando sus ojos. Como en todo drama viven, mueren y renacen las eternas caretas de la tragedia. “El miedo escénico -decía el enmascarado- es el mismo temor de actuar tu papel y ser tú mismo en el proscenio. Similar al miedo de ser feliz que atormenta el alma de las comparsas que aún no han desnudado su alma a la felicidad. Debes recordar que ningún actor es lo que aparenta ser en escena. Todos ellos actúan una vida prestada, un nombre que no es el suyo sino del espejismo de lo que creyeron ser. (V) de: “La Máscara que Reía.” ©

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