Carta a los animales: Nadie se preocupa por ustedes, todo es espectáculo y propaganda
El presidente que nos toca trata con esta decisión absurda a resolver otro problema muy distinto, causado por él mismo. Los grandes proyectos, que nacen de estudios de marketing político, tienen una característica: No son sostenibles. Hay que financiarlos con subsidios del gobierno, mes por mes, año por año. Y luego de tanto discurso populista, tanto despliegue de propaganda y show y tantas promesas, cuesta deshacerse ellos.
Miren este ejemplo de gobernar con ocurrencias: En Ilopango la alcaldía y su jefe corrupto (de su propio partido) estaban maltratando y matando a los animales en su supuesto “refugio animal”. Entonces, el presidente, asustado por la ola de indignación popular, ordenó de una sola vez el cierre de hospital veterinario estatal y gratuito “Chivo Pets”. Entienda uno esta lógica. No tiene lógica. Es como cerrar los hospitales del Seguro Social por el hecho escandaloso de que tienen un retraso de 1800 cirugías, muchas de carácter urgente, en vez de hacer lo que es el deber de un gobernante: resolver el problema. O cerrar el Ministerio de Educación por el lamentable abandono de las escuelas rurales.
El presidente que nos toca trata con esta decisión absurda a resolver otro problema muy distinto, causado por él mismo. Los grandes proyectos, que nacen de estudios de marketing político, tienen una característica: No son sostenibles. Hay que financiarlos con subsidios del gobierno, mes por mes, año por año. Y luego de tanto discurso populista, tanto despliegue de propaganda y show y tantas promesas, cuesta deshacerse ellos.
Esto es lo que pasó a Nayib Bukele con “Chivo Pets”, la “mayor clínica para animales en América Latina”. Para cumplir su promesa de casi gratuidad, el presidente ordenó que ninguna consulta iba a costar más que $0.25, incluyendo los medicamentos. Dijeron que se iba a subvencionar con las ganancias de Chivo, la plataforma estatal de Bitcoin, pero este proyecto nunca generó un cinco y finalmente quebró. Entonces, le tocó al gobierno asumir los gastos del hospital de mascotas.
Así que Bukele agarró el desastre del refugio animal de Ilopango como un pretexto para cerrar “Chivo Pets”. Un pretexto absurdo. ¿Qué tiene que ver con el futuro de “Chivo Pets” el maltrato de animales en Ilopango? Nada.
Viendo la indignación de la gente, intervino Bukele y ordenó la sustitución inmediata del alcalde de San Salvador Este y su expulsión del partido Nuevas Ideas. Nadie se va a quejar por esto, porque el hombre es corrupto. Pero de un solo ordenó la disolución del Instituto del Bienestar Animal (IBA) y el cierre inmediato de “Chivo Pets”.
Como en este país lo que el presidente ordena, aunque sea en Facebook o Twitter, se cumple inmediatamente, sin los procedimientos administrativos que mandan la ley, el día siguiente el hospital veterinario cerró sus puertas. Así funcionan las dictaduras...
El cierre de “Chivo Pets” causó un nueva ola de protesta e indignación masiva. Así que el mismo día del cierre, el presidente se retractó y ordenó abrirlo inmediatamente –con presupuesto aumentado. Explicó que cerró “Chivo Pets” porque en las redes sociales la gente no apreciaba su servicio. Demasiadas quejas. Para castigar a los desgraciados, mejor cerró el hospital. Así funciona cuando un solo hombre toma todas las decisiones –y para más joder, las toma por impulso, por berrinche.
Aún más absurda es su decisión de disolver el Instituto del Bienestar Animal, por no haber intervenido en el desastre del refugio animal de Ilopango. No tengo la mínima duda de que el IBA adolece de ineficiencia, como tantas otras entidades creadas por este gobierno. Pero lo que no funciona, sea por ineficiencia o por corrupción, se reforma, se limpia, se restructura, se pone a trabajar. Disolver no es una solución. Además, el IBA fue creado por una ley aprobada por la Asamblea, y el presidente no tiene autoridad de disolverlo. Bueno, en una dictadura sí la tiene, más bien se la arroga, aunque sea inconstitucional.
A los animales sólo les puedo decir: Lástima que ustedes no votan.
Un abrazo,
Paolo Lüers

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