Desde hace 33 años, Nelson Edgardo Gómez llega religiosamente a lustrar zapatos al parque José María Villafañe, de Tonacatepeque, pero su mente está en otro mundo, hacia donde se transporta por la lectura de un puñado de desgastados libros que posee y una afición que quiere inculcar a otras personas.
Nació hace 46 años y desde pequeño le tocó recorrer calle para ofrecer poleadas que hacía su mamá. Así lograba llevar el pan a la mesa.
Parte de su clientela la conformaba un grupo de lustrabotas, oficio del que se enganchó, y en 1986 se decidió aprender con el apoyo de un amigo.
Al tercer día de haber llegado, apareció su primer cliente y le saltaron las dudas sobre si haría bien el trabajo, pero no había tiempo de más consideraciones y lo invitó a que se sentara.
Ese primer lustre lo dejaría marcado y nunca olvidaría el rostro de su cliente.
“El primer lustre le manché los calcetines a un cliente que iba a casarse, él no se había fijado porque estaba leyendo el periódico”, recuerda Nelson.
Al terminar le dice al cliente que el lustre le saldría gratis, lo que le sorprendió y le cuestionó la razón, por lo que no tuvo más que explicarle lo ocurrido.
En lugar de molestarse, lo aconsejó porque él también había sido lustrabotas, luego le pidió que fuera a comprar otros calcetines al mercado porque la novia y los invitados ya esperaban en la entrada de la iglesia.
Dice que lustrar zapatos todos los días pagó sus estudios. “Puedo decir con orgullo que yo me pagué los estudios hasta noveno grado”, dice Nelson.
En sus años de estudiante adquirió el interés por la lectura, algo que lo acompaña hasta hoy y que invita a los demás a adquirir ese hábito.