El sistema hidropónico se está pasando al organopónico para que pueda aprovecharse, incluso en espacios pequeños. Foto EDH / Menly Cortez
Parte del proceso
El joven agricultor explicó que se debe trabajar la tierra negra y se le agrega estiércol de ganado, hongos de la montaña para que combatan otros hongos y a las bacterias dañinas.
Luego, en el área donde se cultivará, separa el suelo que no es nutritivo, con estopa de coco molida (estas estopas de coco las recogen en la carretera que botan los vendedores de coco), entonces cubre el área con la fibra de coco, luego se pone la capa de tierra preparada de unos 50 centímetro, rodeada de marcos de madera para mayor control de riego y cultivo.
Conocimiento y dedicación
Miguel Ayala, otro de los jóvenes que integran el proyecto, explica que se debe tener mucho cuidado con los sistemas de cultivo, ya que las plantas son delicadas y acechadas por el mal clima y las plagas.
“Cada planta merece un cuidado personal, aplicaciones de fertilizantes, pues se debe mantener el balance nutricional; estar pendiente del sistema ya que en cualquier momento faya y la planta no se desarrolla como debe ser”, explica Ayala, quien es técnico en Procesamiento de Lácteos y Carnes, pero tiene nueve años de ser parte del Inver.
Carlos P. es uno de los más jóvenes, tiene 16 años y apenas poco más de un mes de integrar la iniciativa; sin embargo, se muestra emocionado en el trabajo agrícola y asegura que le gusta.
“Me gusta venir a regar las hortalizas, verlas crecer y aprender aquí todo sobre los cultivos”, asegura el joven quien vive solo con su abuela, ya que su madre se fue a trabajar a Estados Unidos para sacarlos adelante, cuando él era un niño.
El Inver
Nataren señala que el Inver fue el primer invernadero industrial en El Salvador con tecnología de última generación en el año 2003; por una cooperación española para un proyecto de agricultura hidropónica en el país para entrenar estudiantes y agrónomos sobre ese sistema.
De ahí estos jóvenes han aprendido y aprovechado sus conocimientos, ya que aunque el proyecto quebró en el 2005 porque ya no había cooperación, tampoco ha recibido ayuda de ningún gobierno, un grupo de jóvenes de bachillerato, incluido Nataren, en el 2006 decidieron tomarlo.
El proyecto sigue con vida, ahora para combatir la pandemia que sufre el país.