El sueño de Kervin era dar un futuro mejor a sus hijos y construir un muro de contención para proteger la casa donde vivía con su familia en el cantón Caña Brava, en el municipio de Santo Tomás.
Es por eso que cuando supo de la posibilidad de obtener una visa para ir a trabajar a Estados Unidos, no dudó en aplicar en busca de una oportunidad para salir adelante, sin saber que eso lo llevaría a la muerte.
Kervin Alexis Montoya López, de 33 años, fue uno de los beneficiados del programa de visas temporales que ofrece el gobierno de Estados Unidos a hombres salvadoreños a través del ministerio de Trabajo, con el fin de aminorar la migración irregular.
Kervin fue parte de grupo de trabajadores que partió en noviembre de 2019 para laborar en tareas agrícolas, después de pasar una serie de evaluaciones en el proceso de selección.
“Los primeros días eran difíciles pero poco a poco se fue acoplando, cuando nos hablaba por videollamada nos decía que era un lugar bien bonito”, narra Magaly, la única hermana de Kervin.
El compatriota regresó al país en marzo de 2020, días antes que iniciara la cuarentena por el COVID-19, los ahorros que traía le sirvieron para afrontar los siguientes meses que no pudo trabajar. “Venía bien contento, a cada uno nos trajo algo pequeño, un detalle” dice Magaly.
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Familia en abandono
Kervin era un joven responsable y dedicado a su trabajo es por eso que la empresa para la que trabajó en Estados Unidos lo pidió nuevamente, comenta su hermana. Es así como Kervin se fue por segunda vez en un grupo que partió en diciembre de 2020.
Se comunicaba a menudo con su familia, y les había comentado que iba al gimnasio y que de vez en cuando salía con sus compañeros a comer en un restaurante de la zona, durante el día libre que tenían a cada semana.
El 16 de febrero, Kervin le escribió a su hermana para pedirle el número de un amigo que tenían en común, dos días después la familia fue notificada que él había muerto.
Según comenta Magaly, las autoridades salvadoreñas les informaron que fue encontrado sin vida en su habitación. La espera y el dolor para dar el último adiós a Kervin se prolongó desde el 18 de febrero que recibieron la triste noticia hasta el 3 mayo, fecha en que que sus familiares recibieron sus restos mortales.
Un día después fue sepultado en el cementerio municipal de Santo Tomás. Vecinos y amigos lamentaron su fallecimiento pues comentan que era un joven callado, trabajador y que siempre estaba en la disposición de apoyar a su madre.
Kervin era padre de cuatro hijos, quienes quedan desprotegidos debido a que su padre, por ser un trabajador temporal, no tenía un seguro que cubra a su familia tras el fallecimiento.
En la familia, él era el único sostén económico para sus hijos. También ayudaba a su madre y a su hermana, quien quedó sin empleo durante el cambio de gestión municipal en Santo Tomás.
