VIDEO: Mónica Ábrego: “Se llevaron a mi mamá en un camión, se la llevó la Guardia”

La consultora de imagen y etiqueta Mónica Ábrego habló con El Diario de Hoy sobre una búsqueda que inició en 1982, cuando tenía 12 años y su madre fue desaparecida por las autoridades

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Por Lilian Martínez

2020-10-25 9:00:18

El 16 de septiembre, El Diario de Hoy lanzó el memorial digital Rostros y voces del conflicto. Desde entonces, decenas de personas han escrito al correo rostrosyvocesdelconflicto@eldiariodehoy.com diciendo que han encontrado a su familiar en el buscador de desaparecidos y de víctimas o que no lo han encontrado y han proporcionado información adicional.

La madre de Mónica Ábrego fue llevada por la Guardia Nacional en el tiempo del conflicto, en la zona del Mercado de San Jacinto.

A todos se les ha agradecido haber escrito. A todos se les ha respondido. Una de esas personas es Mónica Ábrego, consultora de imagen y etiqueta, quien ha participado como asesora en los programas Miss El Salvador y Nuestra Belleza en años anteriores. Al verla sonreír y dar indicaciones con total autoridad a las jóvenes concursantes de esos eventos, nadie podría imaginar que esta profesional fue la niña de doce años que la tarde del 18 de marzo de 1982 se quedó viendo desde la ventana hacia la calle, en espera de que su madre regresara del trabajo. Esa pérdida la llevó a firmar decenas de cartas escritas por su tía, quien las llevó al Arzobispado, a la Cruz Roja, a la Comisión de Derechos Humanos de El Salvador y a cualquier sitio donde tuvieran la esperanza de que se supiera algo sobre Marta Yolanda Ábrego, la dueña de un puesto de carnes en el mercado de San Jacinto que, según Mónica escuchó de testigos, fue vista por última vez a bordo de un camión de la Guardia que la exhibía como una advertencia para el resto de señoras del mercado.

EDH: ¿Qué recuerdos tiene de la infancia, del tiempo que compartió con su madre?

¡Ah! (suspira), mi mamá era una mujer alegre, era una mujer muy trabajadora. Yo me considero una mujer  trabajadora, una mujer solidaria. Lo soy y es precisamente por el ejemplo que tuve de ella, aún en poco tiempo. El tiempo que se me permitió compartirla, tenerla conmigo, era una mujer muy exigente en términos académicos conmigo. Pero lo que más recuerdo es la manera tan agradable de sonreír. Ella tenía un estilo bien dinámico  de vivir cada uno de sus días y yo la recuerdo que se levantaba, hacía sus oraciones, se iba a trabajar, regresaba y antes de dormirse eran sus oraciones; pero no era de llorar. No recuerdo a una Marta Ábrego llorando. No la recuerdo rencorosa. En absoluto. Era una mujer agradable, simpática, solidaria y muy trabajadora. Y aprendí de ella eso.

¿Qué hacía ella además del trabajo dentro y fuera de la casa? ¿Qué le interesaba?

Prácticamente su vida era trabajar. Como madre soltera su vida era trabajar, sacarnos adelante. Y así es como ella, y creería yo que eso es parte de la situación, parte del problema al que ella se tuvo que enfrentar cuando la desaparecieron. Ella tenía un puesto en el mercado San Jacinto, vendía productos cárnicos. Disfrutaba los fines de semana con la familia, pero la mayor parte del tiempo era trabajar. Yo recuerdo que la íbamos a traer el domingo alrededor de las 3:00 de la tarde. Es el día en que en los mercados se lava. Era feliz, era domingo y ese día era el único que la podía tener temprano. Porque la mayoría de veces ya llegaba pasadas las 6:00 (de la tarde) hasta que cerraba el puesto y se cerraba el mercado. Solo los domingos podíamos tener un poquito más de tiempo y compartirla un poco más.

¿Qué hacían cuando compartían?

Oíamos música. Ella se tomaba sus cervecitas, contaba cómo había estado el día, cómo había estado la semana, qué productos habían estado más movidos, por ejemplo, las ventas.

Se ponía ella a hacer sus números y decía: “Bueno, esta semana vendí más el lomo rollizo, quizá la otra semana voy a inventarme una promoción”. Como una mujer empresaria, microempresaria, emprendedora. Se rebuscaba… Yo recuerdo que mi madre me enseñó. Ella hacía chorizos y la que limpiaba la tripa del chorizo era yo. Me llevaba al mercado y yo le ayudaba en todo lo que me era posible. Yo le hacía los mandados. Por ejemplo, me decía, “hay que ir a moler la carne”. Y la carne se molía en ese entonces  en el sótano del mercado central (5:18). Estamos hablando de que en ese momento tenía yo 7, 8 años y yo lo hacía. Porque así es como somos los salvadoreños. Aquí empezamos a trabajar desde niños. No solo yo, todos, la mayoría…

Así que limpiar la tripa del cerdo para hacer el chorizo para mí no es nada nuevo. Ahora las salchichas son sintéticas, pero en mi tiempo eran las naturales… Yo agradezco todo eso. Y son los recuerdos que tengo de ella: trabajar juntas en el mercado, estar moliendo, estar haciendo chorizo, dándole la sazón al chorizo. Son lindos recuerdos, realmente.

¿Cuántos años tenía usted cuando ella desapareció y cómo fue ese día? ¿Cómo fue el último día que la vio?

(Mónica guarda varios segundos de silencio) Disculpe. Fue un 18 de marzo… Ella vestía una camisa blanca… sin mangas. Mi mamá usaba el pelo corto, le gustaban las argollas. No solo le gustaban a ella, sino que le gustaba adornarme a mí. Me peinaba todos los días, me ponía ganchitos, me hacía de todo. Entonces, me peinó para que me fuera al colegio y luego ella se fue con una falda azul. Iba con tres colores: camisa azul y blanco, y una falda azul larga. Solo nos despedimos como todos los días. Solo nos despedimos. Sí fue muy cariñosa conmigo. Yo no tengo nada que no le dije a mi mamá. Éramos de “te quiero”, era “mi muñequita”, aunque no le día mamá. Lo debo decir. Yo le decía mamá a la abuela. Somos un matriarcado, que mi abuela fue la que empezó originalmente con la venta en el mercado y luego se quedó mi mamá. Yo le decía mamá a mi abuela María y a mi mamá le decía Marta.

Nos llevábamos super bien. (Inspira profundo) se fue, yo salí temprano porque me tenía que ir, pero sí la logré ver. Y como siempre, el beso de “ya me voy”. Yo me voy a estudiar y ella se va a su trabajo. Recuerdo ese día porque no llegó.

Al día siguiente no fui a estudiar. Me quedé con la esperanza de que iba a llegar. Y así fueron varios días. Tengo un recuerdo como que fue ayer: me veo sentada en la sala de la casa, viendo hacia la calle, esperando verla llegar por el portón… y sigo esperándola (dice con un sollozo).

¿Quién quedó a cargo de usted?

Mi tía. Mi tía Gloria, con quien me eduqué, ella y su esposo Arturo Naves, y sus hijos que son para mí mis hermanos. Mi tía en ese entonces era una mujer joven, de treinta y tantos años, que no se esperaba de la noche a la mañana pasar por esa situación y mucho menos quedarse con una preadolescente.

¿Cuántos años tenía usted?

Doce. Mi tía hizo todas las denuncias que pudo. Todavía para ella es mucho más doloroso, creería, que para mí cuando conversamos ese tema. Recuerdo que mi tía redactaba cartas: al presidente de la época, a los políticos de la época, a la Guardia, a la Policía, a la Cruz Roja, ¡todo! Y yo solo firmaba. Solamente me decía: “Firmá, firmá aquí”. Ella lo que contaba era que andaba buscando a su hermana. Y es tan triste que las fotografías que pudimos tener en ese momento, todas… Siempre pedía una fotografía, siempre. Y lo más doloroso era ir a tratar de encontrarla y salir siempre con la esperanza “quizá aquí sí la tienen” y darnos cuenta que no y así pasamos todos esos años, incluso después de firmada la paz. Pensamos que iba a regresar suponiendo que tal vez ella había decidido ir a combatir nos quedamos esperando.

Nosotros hacíamos esas cartas, mi tía las llevaba esperando respuestas que nunca tuvimos, jamás. Nunca se nos dijo “la tenemos”, “no la tenemos”. Nunca. ¿Por qué sabemos qué es lo que pasó? Porque siempre hay alguien aquí en este país que ve algo y dice “yo vi”, “a mi me dijeron” o “yo estaba en la parada cuando se la llevaron” y así es como nosotros hemos ido armando este rompecabeza.

La madre de Mónica Ábrego fue desaparecida, presuntamente, por la Guardia Nacional en los años del conflicto cerca del mercado de San Jacinto.

¿Qué han logrado averiguar que pasó con ella?

Mi mamá salió del mercado. En San Jacinto está el parque y una esquina de la escuela Jorge Lardé. Me parece que todavía está ahí. En esa parada de buses se la llevaron en un camión, se la llevó la Guardia. La exhibió, era la única. No iba nadie más en la parte de atrás de ese camión. La anduvieron exhibiendo. A mí me parece que ese fue un mensaje para las personas que estaban involucradas en cualquiera de los bandos. Es que ahí había de todo en el mercado. La mayoría de izquierda, eso sí. Y la mayoría de señoras usuarias del mercado, sus hijos eran combatientes. Entonces, me imagino o quiero creer, que lo hicieron como para amedrentarnos, para enviarles un mensaje: “Mirá lo que te puede pasar”. Y eso fue lo último, lo último que supimos de ella. Nada más.

"Venganza es absurdo que alguien esté buscando para ir a…. o a pedir una indemnización. Ese no es mi caso y estoy segura que no es el caso de todos los afectados. Lo que queremos es saber la verdad o que nos digan dónde quedaron los restos. Es lo único".

Mónica Ábrego, Lo que Mónica busca.

Después de tantos años, ¿qué podría esperar usted de las autoridades y del resto de la sociedad salvadoreña hayan tenido o no desaparecidos?

Bueno, empatía y solidaridad. A ellos no les ha pasado, pero les pasó a muchos y eso no es solo mi historia. Léan ese reportaje, léanlo. ¡Cuántos padecimos esta situación! Pónganse en lugar de nosotros. Yo adolescente o preadolescente. No es agradable reconocer cadáveres, para nadie. Y mucho menos andar buscando a su mamá. Yo salía a buscarlos. Me le escapaba a mi tía a veces. Porque no se enteraba de todo. Donde yo oía o escuchaba las noticias, me escapaba. Es que yo no paré…Incluso tenía 15, 16 años, seguíamos en la guerra, y yo seguía. Siempre ha sido parte de mi deseo de saber la verdad. Mi mamá y yo compartíamos un lunar. Físicamente no somos parecidas, pero compartíamos un lunar, que es este, que siempre me han dicho que me lo quite. Yo digo “¡no, porqué!”, a mí no me ofende, al contrario ¡me encanta! Porque le estaba buscando el lunar a mi madre.

Eso es lo que yo viví. Y eso es común denominador de todos los que hemos estado en esta búsqueda, que no le vemos fin. Definitivamente, respeto y les aplaudo a quienes en algún momento decidieron que con el muro iba a ser algo para resarcir el dolor (se refiere al monumento de la Memoria y la Verdad en el parque Cuscatlán). Para muchos lo ha sido, a muchos les gusta ir, le ponen flores ¡y para mí no! Fui, leí el nombre de mi madre, eso fue todo. Pero no llenó ningún vacío. No me dio respuesta a las preguntas que yo tengo. Por ejemplo el porqué. ¿Qué pasó? Todavía no sé si siquiera, bueno, ¿por qué no pensar que está viva? Porque mientras uno no ve el cadáver se rehúsa a creer. He pensado que quizá me abandonó. No quiero creer todas esas cosas, pero se empieza, los que tenemos este dolor, a elucubrar, a querer buscar respuestas, a nunca estar satisfechos de lo que nos dicen. Porque yo he escuchado versiones, me he avocado a personas de la época, que estaban combatiendo y nadie me da una respuesta. De ambos bandos, con ambos he tenido la oportunidad de conversar y nadie me da una respuesta, que es lo que yo busco. Sería genial decir, pero  también es utópico, pensar que voy a saber la verdad. Tampoco estoy, yo soy bien aterrizada, que me van a dar un papelito y les voy a creer así nomás. Yo voy a seguir investigando, yo sé que no me lo van a decir, no me van a abrir los archivos o no me van a decir “sí, esta señora se fue por esta razón”. Yo a mi mamá nunca la vi involucrada en nada. Mi mamá era una mujer que se iba a trabajar al mercado. ¡A veces! cuando había cortes de energía, teníamos que salir corriendo a apoyarla con mi tía porque había que retirar la carne de los mostradores porque se podía arruinar. ¿En qué momento mi mamá iba a andar involucrada en lo que sea? Porque hay versiones encontradas.

Entonces, saber la verdadera razón, sé que no la voy a encontrar. ¿Por qué quiero saberla? Porque lo necesito como ser humano, como una hija, saldar ese dolor y lo necesito como salvadoreña que sufrió durante el conflicto y que ya es tiempo de saber la verdad. Venganza es absurdo que alguien esté buscando para ir a…. o a pedir una indemnización. Ese no es mi caso y estoy segura que no es el caso de todos los afectados. Lo que queremos es saber la verdad o que nos digan dónde quedaron los restos. Es lo único. A esta altura todavía recuerdo andar por las lavas de Quezaltepeque, porque en esa época ahí es donde lanzaban muchos cadáveres. El olor del cadáver putrefacto no se olvida. Al dolor de perder a nuestros seres queridos le 

sumamos el trauma de andar reconociendo cadáveres y la memoria olfativa del olor a un cadáver inflado, putrefacto con la esperanza de que fuera mi madre. 

Mónica Ábrego visitó el mercado San Jacinto para mostrarle a El Diario de Hoy el puesto donde su madre vendía carnes y embutidos hasta el día que desapareció en 1982. Foto EDH / Noé López

¿Cuántas veces fue a reconocer cadáveres?

La última vez ya había nacido mi hijo. Tenía 20 años. La paz se firmó en el 92, el 16 de enero. (Suspira y solloza) ¡Hasta el 92 buscándola! Incluso después de firmada la paz aparecían cadáveres. Habría querido ir a reconocer todos de los que avisaban pero no era posible.

Cuando ya pude quizá envalentonarme más a veces tomaba tres, cuatro, cinco buses y yo buscaba. Y era absurdo, porque a una menor de edad ¿qué información le iban a dar? Pero yo sí quería saber.

Miedo a lo que me podía encontrar no tenía, yo solo quería encontrar el cadáver (de mi madre).

Ahora no lo voy a encontrar, ese es un luto que no se termina, sigo festejando su cumpleaños, sigo recordándola cada 18 de marzo, como el día que ella se fue o el día que la dejamos de ver, no sé ni cómo decirle.

En mi familia todavía, conversando con el esposo de mi tía, la sueña y en el sueño se da cuenta de que perdió la memoria, que tiene amnesia y por eso no sabe cómo regresar a la casa. Nadie en la familia ha logrado superarlo. Porque, eso sí, quienes en algún momento la conocieron, ella los marcó. Por su sentido del humor, era alegre, de todo hacía gracia. Mis vecinos, todos la recuerdan. Todos, “la Tita”. (Vivían a la altura del Estadio Cuscatlán, en Los Héroes). A cada uno le pasaba dejando un pichardin, un salpor, una peperecha… Yo salía corriendo a recibirla.

Rostros y voces del conflicto

Si quieres saber más sobre los dolorosos hechos que vivieron miles de salvadoreños entre 1972 y 1992 visita el memorial digital Rostros y voces del conflicto.

¿Cómo explicarle a los centennial porqué es necesario hablar de lo que ocurrió hace 30 o 40 años?

Porque la memoria histórica tiene que estar ahí. Porque si no saben lo que sucedió en la época de la guerra y lo que pasamos esta generación, que estamos algo trastocados por todo lo que vivimos… Nosotros lo que queremos no es escarbar para que venga el odio. Al contrario. Lo que queremos es que no haya confrontación, que esta generación no cometa los errores que se cometieron en otras generaciones… que no permitan que eso suceda, por más de una razón. Y una es que, si tienen sentido común y ojalá lean, que se den cuenta que las condiciones se están dando para que suceda otra vez, que lo de los desaparecidos no solamente fue en la guerra. A mí me encantaría que lean las noticias, que vayan a Medicina Legal, que vean cuántas personas son reportadas a diario. ¡Que no aparecen en la cifras es otra cosa! (…)

¿Qué pasa cuando yo ya no esté? ¿Quién va a recordar a mi mamá? Mi hijo no la pudo conocer. Se la arrebataron. Yo no pude compartir con ella el resto de mi vida adulta. No me permitieron.

¿Qué esperamos? Desconozco lo que espera el resto a mí lo que me gustaría es que este tema se mantenga siempre, como aquí nos gusta hablar de moda, a la moda. Porque mientras esté vigente todos podemos pedir que nos apoyen a encontrar la verdad. (…) Por lo menos que me digan donde  iban a lanzar los cadáveres y, si es posible, ir a recuperar restos para reconocerlos y darles cristiana sepultura, porque se lo merecen.

EDH: Mónica, usted ha dicho que no quiere venganza, pero sí justicia. ¿En qué tendría que consistir esa justicia sin venganza?

La justicia es hacer lo justo para todos. La venganza es saber quién lo hizo para ir a desquitarse. La Ley del Talión: ojo por ojo.

¿En qué consistiría entonces la justicia?

En que me digan la verdad, que me digan a dónde fueron a dejar el cuerpo, el cadáver de todos. No solo de mi mamá. Me imagino que eran como campos de concentración, que los lanzaban a todos en el mismo lugar. Y poder, al menos, encontrar sus restos y darles cristiana sepultura. Que me digan: “Bueno, Mónica, este es el archivo. La señora Marta Ábrego, usuaria del mercado San Jacinto, la fuimos a levantar de tal lugar, tal día y en este lugar está. Es lo único.

Yo no quiero ojo por ojo. Eso no es lo que yo busco. Eso no es lo que yo quiero. La justicia es que nos digan la verdad. ¿A mí de qué me sirve que las personas que cometieron esos hechos vayan a parar a la cárcel? Eso no va a revivir a mi mamá. No la voy a ver regresar en la tarde solo porque ellos ya están presos. Eso no va a suceder. Al contrario. Eso lo que va a hacer es separar más familias y llevarle el mismo dolor a las familias de los culpables. No busco culpables, solamente díganme dónde fueron a dejar los cadáveres.