Milton, el migrante que vio morir a Óscar y a Valeria en el río Bravo, narra la tragedia salvadoreña que conmovió al mundo

“A la última que vi fue a la niña; sacó la carita bien rojita y como que nos llamó; ya no pudimos hacer nada”, cuenta el joven que también salvó de morir ahogada a Tania Vanessa, esposa y madre de las dos víctimas.

Por Jorge Beltrán

2019-07-03 4:37:37

Milton no puede conciliar el sueño en las noches y teme dormir solo. Lo persiguen los recuerdos de aquella fatídica tarde del 24 de junio, cuando le tocó ver morir ahogados a Óscar Alberto Martínez Ramírez, de 25 años, y su hija Valeria, de 23 meses, cuando pretendían cruzar el río Bravo para llegar a Estados Unidos y luego pedir refugio.

Milton es el salvadoreño que decidió acompañar a Óscar, a Tania Vanessa Ávalos y a la hija de ambos, Angie Valeria, a cruzar el río Bravo, en Matamoros, estado de Tamaulipas, sin imaginar que su intento se cobraría dos vidas.

El día que Óscar y Valeria perdieron la vida en el río Bravo, Milton los acompañaba y vivió en carne propia el trágico momento para la familia de Tania Vanessa.

En un pasillo de un centro comercial de los alrededores del mercado Central de San Salvador, Milton de Jesús Paredes Menjívar, de 19 años, se atrevió a contar la tragedia que le tocó vivir aquella tarde.

“Nosotros estábamos en Tapachula y pagamos el vuelo para Matamoros, (estado de) Tamaulipas, y fuimos a conocer.

El río se miraba tan mansito, tan como normal. Entonces decidimos que íbamos ir a comer y que después íbamos a cruzarlo. Ni yo a veces entiendo cómo decidimos cruzarlo tan rápido”, dice Milton al comenzar a evocar lo que vivió aquel domingo de junio.

“Todo fue muy rápido. El mismo día que llegamos fuimos a ver al puente. Allí nos cobraban dinero para anotarnos y poder pasar al otro lado a pedir asilo, pero no teníamos. Nos cobraban 500 dólares por cada uno y 300 por la bebé”.

Luego comimos y regresamos al río para cruzar”, cuenta Milton, un joven de 19 años, quien ahora anda “rebuscándose” para volver a hacer el trabajo que ha hecho los últimos siete años: vender café y otras comidas, en las calles aledañas al Mercado Central de San Salvador.

Esta es la segunda vez que Milton intenta llegar a Estados Unidos. A pesar de la tragedia, asegura que volvería a viajar por la pobreza en la que vive. Foto EDH/ Óscar Iraheta

Milton dice que todo se decidió rápido. “El (Óscar) fue a probar primero. Cruzó solito. Nosotros tres nos quedamos a la orilla a la espera de que él regresara. Hasta que regresó por la niña, empezó a nadar y quizá perdió el equilibrio, empezó a perder fuerza ya cuando iba a llegar a la orilla -del lado estadounidense-, aproximadamente tres metros le faltaban”, recuerda Milton.

“Ya de último, como yo llevaba a la muchacha (Tania Vanessa Ávalos, esposa de Óscar y madre de Valeria) encima, entonces lo que hice fue regresarme con ella, nos regresamos a la orilla, después quise regresar por ellos pero ya no pude, porque ya había perdido fuerzas”, cuenta Milton.

“Cuando salimos a la orilla, a la última que vimos fue a la niña; sacó la carita bien rojita y como que nos llamó; ya no pudimos hacer nada, lastimosamente. Ya no los volvimos a ver”, recuerda Milton, quien asegura que Óscar y Valeria se ahogaron ante la mirada de otras personas que también estaban a la orilla del río.

TRAGEDIA

“Nosotros allá (en México) platicábamos como que si ya estábamos en Estados Unidos. Me contaba que él quería hacerse de sus cosas; quería tener su casa aquí, darle estudio a su niña… verla crecer a su lado”

Milton, migrante que acompañaba a Óscar y Valeria al cruzar el río Bravo

De acuerdo con el sobreviviente, las últimas palabras que le dijo Óscar fue que le cuidara a Tania Vanessa, que no se separara; se lo dijo antes de cruzar el río, fue como un ruego que Milton entendió como que no la fuera a soltar mientras cruzaban el río, pues la joven no podía nadar.

Según este joven originario de Olocuilta, primero habían acordado que Milton iba a cruzar a la niña y Óscar a Tania. Pero luego él no quiso. “Lo último que me dijo es que él iba a llevar a la niña y me dijo que no me separara de ella -la esposa. Cuidámela”, le dijo mientras se acomodaba a Valeria sobre la espalda, debajo de su camisa.

“Yo pienso que él perdió fuerza porque como él era pechito (flaco) y la niña era gordita. Fue un cuadro muy duro para nosotros”, cuenta Milton, quien dice que nunca había nadado con personas pero sí se consideraba que podía hacerlo.

“Tania se soltó de mí”

Milton recuerda que cuando estaban en medio del río y vieron la escena de Óscar y Valeria luchando por no ahogarse, Tania Vanessa se soltó de Milton y comenzó a hundirse, pero éste logró sacarla hasta la orilla mexicana.

Milton no dice que él la salvó. Cuando se le pregunta si se considera un héroe por haber salvado a Tania, él no se ve como tal. Asegura que fue Dios quien hizo ese milagro, de que Tania no se ahogara.

Ahora Milton dice que se siente muy mal por lo que pasó. “Fue algo muy duro. Verlos morir, fue algo horrible”, dice, añadiendo que a Óscar y a Tania los conoció en Tapachula, donde vivieron varias semanas. Fue precisamente por Valeria que conoció a ambos.

El joven ha vuelto al mercado Central para regresar a rebuscarse con el trabajo que tenía antes de migrar: vender panes con pollo y café. Foto EDH/ Óscar Iraheta

¿Como era Valeria?

“Era una niña muy alegre, muy bonita, toda la gente la chuleaba, le daba cariño”, recuerda Milton, mientras asegura que a Valeria le gustaban mucho las fresas y los guineos.

Al igual que Óscar y Tania, Milton también tenía permiso para permanecer en México mientras resolvían su solicitud de refugio. El Instituto Nacional de Migración les había otorgado una especie de carnet, por razones humanitarias, para permanecer en ese país como visitante.

Ese carnet les permitía movilizarse en todo el país y también podía trabajar. Óscar trabajaba en una pupusería, recuerda Milton, quien en sus días de descanso se los pasaba en la habitación que alquilaban Óscar y Tania Vanessa.

Milton recuerda con tristeza a Óscar y Valeria, a quienes conoció en México mientras esperaban por cruzar hacia EE. UU. Foto EDH/ Cortesía

Sin embargo, lo que ganaban en México, un promedio de 150 pesos mexicanos, no cubría los gastos diarios. Eso los impulsó a marcharse a Estados Unidos. La idea era entregarse y pedir refugio.

Milton cree que no se puede culpar a nadie de esa tragedia.

Óscar tenía las mejores intenciones para Valeria y su esposa, Tania. Recuerda que juntos hablaban de qué harían una vez que estuvieran en suelo estadounidense, trabajando. El sueño de ambos era trabajar para poder comprar una casa.

“Nosotros allá (en México) platicábamos como que si ya estábamos en Estados Unidos. Me contaba que él quería hacerse de sus cosas; quería tener su casa aquí, darle estudio a su niña… verla crecer a su lado”, rememora Milton.

Milton describe a Óscar como un hombre que quería superarse trabajando en Estados Unidos pero no como lo hacen muchos hombres salvadoreños que se van por muchos años y dejan a su mujer y sus hijos en El Salvador; cree que por esa razón decidió marcharse de su país llevándolas consigo.

Óscar, Tania y Valeria se marcharon de la residencial Altavista, donde vivían, el pasado 3 de abril; emprendieron el viaje solos, sin pagar coyote, pues no tenían dinero. No huían por motivos de seguridad, según ha dicho Rosa Ramírez, la madre del joven, sino que trataban de conseguir el “sueño americano” de trabajar duro en Estados Unidos y tener un futuro más prometedor.

Los cadáveres de Óscar y su bebé Valeria fueron repatriados el domingo 30 de junio a El Salvador, vía terrestre, para ser velados y sepultados por sus familiares en una ceremonia privada en el cementerio municipal La Bermeja, de San Salvador.

GALERÍA

“Ya no pudimos hacer nada”, relata Milton, el migrante que vio morir a Óscar y Valeria en el río Bravo

Milton de Jesús Paredes, de 19 años, relata con detalles cómo Óscar y su hija Valeria fueron arrastrados por las turbulentas agua del Río Bravo mientras cruzaban buscaban el sueño americano el pasado 24 de junio.