VIDEO: Expandilleros elaboran prendas para prevenir el COVID-19

Para los ocho jóvenes esta es su primera experiencia laboral remunerada. Life Sciences es una empresa que le apuesta a los programas sociales como método de cambio.

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Salvador C. también está estudiando último año de bachillerato general. Foto EDH/ Lissette Lemus

Por Lissette Lemus

2021-08-16 9:58:51

El 20 de septiembre próximo, el hijo menor de Juan O. cumplirá dos años y él solo lo ha visto tres veces en su vida, su mayor deseo es estar en libertad en el próximo cumpleaños del niño, pero eso depende de la decisión del Juzgado durante la audiencia de revisión de medidas que él tiene programada para el 18 de agosto.

Mientras Juan espera la oportunidad de salir de la cárcel, trabaja en una maquila donde junto a otros siete ex integrantes de la pandilla 18 y uno de la Mara Salvatrucha elaboran gabachones y batas de protección del COVID-19, en un complejo industrial American Park, en Ciudad Arce.

Juan fue padre a los 14 años y cayó preso cuando tenía 16, en ese momento su compañera de vida estaba embarazada de su tercer hijo, pues los primeros son gemelos, quienes ahora tienen cuatro años.

Juan O. es el encargado del proceso de empaque. Foto EDH/ Lissette Lemus

“Cuando mi último hijo nació yo ya estaba preso. Yo crecí sin padre y me hizo bastante falta mi papá, por eso ahora me pongo a pensar que, aunque están pequeños, a ellos les falta el amor de su padre”, reflexiona este joven durante un receso en el pasillo de la fábrica.

Juan cometió el delito por el que fue condenado, cuando aún era menor de edad, por eso se encuentra recluido el centro reeducativo El Espino, y cuando le dieron la noticia de que iba a ser parte de un grupo de ocho jóvenes para trabajar en una maquila, no lo podía creer.

“Me siento contento porque oportunidades como esta no se dan en otros penales, ni siquiera en la calle, le doy gracias a Dios porque él nos da esta oportunidad”, expresa conmovido el joven, quien ahora dice, ser cristiano.

Él se encarga de empacar los productos elaborados por sus otros compañeros en Life Sciences Centroamérica, una maquila en la que sobresale el uso de la tecnología en el proceso de producción.

Para la elaboración de las prendas cuentan con máquinas industriales y ultrasonido, una tecnología moderna que ya no utiliza hilo.

Una de las máquinas ultrasonido es operada por Salvador C., un joven de 21 años, quien también está estudiando último año de bachillerato general y quien se encuentra condenado a 15 años de cárcel.

Salvador tiene grandes sueños a pesar de que está consciente de que su vida al salir del penal será cuesta arriba, pues sus dos brazos están completamente tatuados en alusión a la pandilla 18. “Me he puesto a pensar que quizás, yo intentando hacer mi vida diferente, va a llegar un día que me van matar, no sé cuándo, ni cómo, espero que no pase eso”, dice en un tono de resignación.

Las ilusiones de Salvador son grandes. Su primera meta es estudiar en la universidad una carreta de diseño gráfico porque le fascina dibujar, otro de sus deseos es estudiar medicina. “Después del diseño, sueño con graduarme de médico y poner una clínica que sea gratuita para las personas que lo necesiten”, comenta con optimismo.

Salvador junto a sus compañeros están elaborando gabachones, batas y pantalones de protección de la pandemia del COVID-19, las cuales son comercializadas en la Librería La Ceiba.

“Me siento súper contento, me siento libre, es una gran emoción porque estoy haciendo algo productivo. Nunca imaginé poder hacer ropa para ayudar a las personas que están luchando afuera”, expresa.

Salvador opera una de las máquinas ultrasonido. Foto EDH/ Lissette Lemus

Salvador, al igual que Juan, creció sin padre. Es por eso que ahora sus propósitos son adaptarse a la sociedad para ayudar a su madre y sus cinco hermanos. “Acepto que he cometido errores, he lastimado a personas, he dañado a la sociedad y he quebrantado la ley, pero con la ayuda de Dios saldré adelante”, promete el joven con optimismo.

Las primeras semanas en la maquila son de aprendizaje, pero cuando reciba su primer salario, Salvador desea comprar pizza y compartirla con otros privados de libertad que no reciben ayudan de sus familiares.

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Reinserción de poblaciones excluidas

Life Sciences Central America es una fábrica de paredes blancas en su interior y espacios pequeños bien acomodados que transmiten paz y tranquilidad, evocan una imagen de una película de Hollywood de los años 90, pero con la tecnología actual.

Las instalaciones cuentan con una sala de reuniones, un cuarto con casilleros para que los empleados guarden sus cosas, una oficina contable con varios módulos, un cuarto de lavandería y un comedor.

El área de producción tiene un sistema de aire para cuartos estériles y cada persona que ingresa debe pasar por un proceso de desinfección con luz ultravioleta.

Vista general del área de producción de Life Sciencies. Foto EDH/ Lissette Lemus

Este proyecto maquilero con un componente de responsabilidad social ha sido fundado por el empresario salvadoreño Rodrigo Bolaños y el estadounidense Larry Klebanoff. Para ambos hombres de negocios, el tema de contratar personas de grupos excluidos no es nada nuevo.

Hace trece años, con la empresa League, restauraron el tejido social de Ciudad Arce al hacer un convenio con una escuela cercana, que estaba dominada por la pandilla. Los empresarios garantizaron empleo para todos los jóvenes que se graduaran de bachillerato, pero como requisito deberían seguir estudiando en la universidad. “Logramos que se graduaran 221 jóvenes, que pudieron ser pandilleros, pero ahora son profesionales”, expresa con orgullo Rodrigo Bolaños.

Muchos de estos jóvenes estudiaron Ingeniería en Biomédica en la Universidad Don Bosco.

Tecnología de punta

Bolaños relata que antes de fundar la fábrica hicieron un recorrido por Costa Rica y algunas ferias internacionales, con el fin de encontrar la forma para traer la biomédica al país, y de esa manera ofrecer mejores empleos. “Dada la pandemia vimos la oportunidad de traer esa tecnología a El Salvador para elaborar batas, gabachas y trajes de protección personal”, explica el empresario.

El empresario Rodrigo Bolaños (derecha) junto al ingeniero Eliú Martínez, encargado de la producción. Foto EDH/ Lissette Lemus

Por el momento, están elaborando prendas desechables y lavables que pueden ser utilizadas por estudiantes de medicina o personas que viajan y desean evitar que su ropa entre en contacto con las superficies. Una de las proyecciones que tienen como empresa es producir en un futuro cercano una línea de producción médica.

Las prendas son elaboradas con tela SMS, que consta de tres capas de filamentos de polipropileno, las cuales no permiten el paso de líquidos.

Un ingeniero en Mecatrónica es el encargado de medir la impermeabilidad de la tela con equipo de última tecnología. Foto EDH/ Lisette Lemus

Cada lote de tela que se utiliza en la producción, la cual es importada desde Asia, pasa por un proceso de medición de impermeabilidad y presión hidrostática para garantizar la calidad del material, luego se pasa al primer paso de la producción: el corte.

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El corte es realizado por Daniel U., el único ex integrante de la Mara Salvatrucha, en el grupo.

Daniel fue parte del primer proyecto de reinserción impulsado por Bolaños en League, donde también terminó su bachillerato. Sin embargo, después de salir de ese proyecto le ha sido difícil conseguir otro trabajo fijo, debido a los tatuajes alusivos a la mara que tiene en su cuerpo.

Daniel fue uno de los beneficiaros en el proyecto League, ahora es parte de Life Sciencies. Foto EDH/ Lissette Lemus

“El problema es cuando uno sale, tal vez uno sale con una mentalidad diferente. Uno puede cambiar, pero la Policía nunca le va a creer. He trabajado en albañilería, en el campo y como vendedor ambulante”, relata.

Dentro de las paredes de Life Sciences desaparecen las rivalidades entre pandillas, en contraste a lo que ocurre en las calles, donde los tatuajes pueden llevarlo incluso a la muerte.

“Ante todos somos seres humanos, todos cometemos errores. El pasado quedó atrás y aquí tenemos un buen ambiente de trabajo”, dice sobre su relación con sus compañeros de trabajo de la pandilla contraria.

Producto terminado antes de ser empacado. Foto EDH/ Lissette Lemus