Así lucían las cachiporristas en los desfiles cívicos de los 80 y 90 en El Salvador
Con sus botas a media pantorrilla o zapatillas, vestidos de la época y coloridos sombreros, las cachiporristas eran las más esperadas en los desfiles cívicos de los años 80 y 90.
Por
Leidy Puente
Publicado el 01 de septiembre de 2025
Las cachiporristas marcaron una época dorada en los desfiles patrios de El Salvador durante los años 80 y 90. Con disciplina, energía y uniformes llenos de color, se convirtieron en protagonistas de cada 15 de septiembre, acompañando a las bandas de paz y dando vida a las celebraciones cívicas. Sus botas blancas, faldas, sombreros y batutas son hoy recuerdos imborrables que evocan orgullo y tradición. Más que un espectáculo, fueron un símbolo de alegría juvenil en tiempos difíciles. Para muchos salvadoreños, siguen representando la esencia vibrante de las fiestas de independencia.
El estruendo de tambores y trompetas y el destello de las batutas de las cachiporristas forman parte de los recuerdos de septiembre para miles de salvadoreños, que en su juventud participaban en las actividades cívicas.
Entre bandas de paz y desfiles escolares, ellas siempre se han robado el protagonismo. Las cachiporristas son las más esperadas cada 15 de septiembre, marcando el ritmo de la celebración patria con disciplina y entusiasmo.
Aunque su participación ya se documenta desde los años 60 y 70 —con grupos como los del Colegio Superior de Comercio en San Miguel, la Escuela Dr. José Rosa Pacas en San Vicente o el Instituto Alejandro Humboldt en Ahuachapán— fue en los 80 y 90 cuando alcanzaron su máximo esplendor y se consolidaron como las infaltables de las fiestas cívicas.

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Las fotografías de archivo de El Diario de Hoy (EDH) permiten ver cómo se construyó la imagen clásica de las cachiporristas: botas blancas a media pantorrilla, zapatillas deportivas blancas o de piso, faldas cortas, sombreros adornados con plumas y capas que ondeaban al compás de los tambores.
En los barrios como Santa Anita, en San Salvador, o en distritos como Tejutla y Sonsonate, desfilaban cuadrillas de jóvenes que arrancaban aplausos con coreografías sencillas.
Estos primeros grupos abrieron el camino a la tradición que, con el tiempo, sería uno de los sellos más recordados de los desfiles patrios.

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La década de los 80
De acuerdo con datos de archivo de EDH, en los años 80, los colegios competían por mostrar a las mejores cachiporristas, tanto en disciplina como en estilo, y el público llenaba calles y estadios para verlas desfilar.
En 1980, el grupo del Instituto Nacional General Francisco Menéndez (INFRAMEN) fue fotografiado junto a la banda de paz en el Teleférico de San Salvador. Seis años después, en 1986, sus coreografías fueron de las más ovacionadas durante el 165o. aniversario de la independencia.
Aquel año también desfilaron cuadrillas en Cojutepeque y Sonsonate, confirmando que la tradición estaba viva en todo el país.

El uniforme clásico —botas altas o zapatillas, guantes, faldas bien ajustadas y batutas— se volvió sinónimo de identidad. Cada paso y cada giro reflejaban horas de ensayo y el orgullo de representar a la institución educativa.
A pesar del difícil contexto de la guerra civil, las cachiporristas lograban reunir a familias enteras en torno al civismo. Eran un símbolo de alegría en medio de los años más tensos de la historia reciente.

Los 90
La llegada de los 90 trajo cambios notables. Los uniformes empezaron a incorporar colores más vivos, brillos y lentejuelas. Las coreografías se volvieron más dinámicas, con pasos inspirados en tendencias pop y estilos internacionales que reflejaban la modernidad de la época.
Las páginas de EDH de 1990 muestran a grupos del Thomas Jefferson de Sonsonate y del INFRAMEN encabezando los desfiles. A inicios de la década, nombres como Doris Álvarez “La Rusa”, Yessenia Ivette Flores y Cibely Yesenia Cruz se volvieron emblemáticos.
Fotografías familiares y de archivo de esos años todavía circulan entre promociones de exalumnos, como testimonio de la época dorada de las cachiporristas.

Lugares como Mejicanos y San Vicente también mantenían sus propias cuadrillas. El Centro Escolar Cristóbal Colón de Nahulingo, en Sonsonates, la Escuela República de Francia y la Parroquial San Agustín (hoy Centro Escolar Católico San Agustín) se sumaban con entusiasmo a las celebraciones, confirmando que no era una tradición exclusiva de la capital.
Incluso hacia finales de la década, en 1999, las cachiporristas seguían encabezando desfiles con la misma energía de siempre.

Una tradición que deja huella
Ser cachiporrista en los 80 y 90 era mucho más que marchar en un desfile. Implicaba disciplina, largas horas de ensayo y el orgullo de representar a la institución frente a multitudes. Para muchas familias, era motivo de celebración ver a hijas, nietas o hermanas desfilar en uniforme, arrancando aplausos con cada paso de la coreografía.
Los desfiles patrios no se concebían sin su presencia. Mientras las bandas marcaban el compás, ellas añadían la chispa, el color y la energía que hacían vibrar a los asistentes.

Hoy, esas imágenes en blanco y negro y a color despiertan nostalgia. Para muchos salvadoreños, las cachiporristas de los 80 y 90 siguen siendo el símbolo más alegre y vibrante de las fiestas cívicas.
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