Los Herrera, la familia que brinda desayuno a los ancianos de San Isidro Lempa

En la humilde casa de esta familia son atendidas 32 personas con edades entre 60 y 90 años. A veces se complica obtener los 40 dólares necesarios para preparar los alimentos, pero la solidaridad ha podido más.

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Por Enrique Carranza

2018-12-13 6:34:36

El olor a huevos picados con tomate, chile verde y cebolla, plátanos fritos y frijoles molidos inunda la cocina Iris Herrera; los alimentos recién preparados están a punto de llegar a la mesa de ese hogar y deleitar a los apreciados comensales.

Cada domingo por la mañana, en el cantón San Isidro Lempa, en San Pablo Tacachico, La Libertad, Iris Herrera y su familia invitan a desayunar a sus vecinos de la tercera edad.

En la humilde casa de esta familia son atendidas 32 personas con edades entre 60 y 90 años. A veces se complica obtener los 40 dólares necesarios para preparar los alimentos, pero la solidaridad ha podido más.

En una galera de lámina en el patio, ubicada frente a la cocina de la familia, está colocada una mesa de madera con capacidad para que 12 comensales estén cómodamente instalados y listos para recibir una taza llena de un buen café humeante, la escena se ha repetido cada domingo desde hace un par de años.

“El comedor de viejitos”, como popularmente fue bautizado, es iniciativa de la familia Herrera y el objetivo es brindar al menos “un tiempo de comida digno” a los ancianos de ese lugar. Cada domingo hay, en promedio, 32 comensales, cuyas edades oscilan entre los 60 y 90 años.

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“Todo inició en 2016, un año después que falleció mi papá, Juan de Dios Herrera; tenía 78 años cuando le dio neumonía y derrame cerebral. Observé que había muchos ancianos en pésimas condiciones y de allí nació la idea de servirles al menos un desayuno a la semana”, explica Iris, la principal promotora del ágape.

Los alimentos son servidos a las 7:00 de la mañana, en la galera, que también está cerca de la plataforma de la vieja estación del tren del lugar.

Todos los miembros de la familia Herrera colaboran para realizar el convivió con los ancianos; unos cocinan, otros sirven y colocan las sillas y mesas. El resto atiende las tareas cotidianas de la casa.

“Antes de comenzar, le comenté la idea a mi esposo (Salvador); él me dijo que me apoyaba y ayudaría en lo necesario. Así tuvimos el proyecto por varias semanas, hasta que un sábado dijimos que se tenía que hacer al día siguiente, y así fue. Mandamos a comprar todo lo que se iba a ocupar, después salimos a la calle y a los viejitos que encontramos en la calle los invitamos”, recuerda Iris.

Ese domingo por la mañana llegaron algunos ancianos con un poco de desconfianza, pues no estaban seguros que la invitación era real.

Ese momento fue difícil. Los alimentos ya estaban cocinados, pero faltaban los comensales. Los minutos transcurrieron y uno a uno los ancianos fueron llegando.
“Hoy todos son puntuales, ya saben que a las 7:00 de la mañana se sirve el desayuno, si se pasa algunos minutos ya se inquietan”, comenta Iris.

Cocinar y servir comida para 32 personas implica iniciar la faena a las 4:30 de la mañana; además de hacer el mercado un día antes.

Niña Conchi, como es conocida la madre de Iris, es una de las principales colaboradoras al momento de preparar los alimentos. Ella, quien vive a unas cuadras de “El comedor de viejitos”, llega los domingos a la casa de su hija, con los primeros rayos del sol. Su labor es freír los plátanos, preparar los frijoles y endulzar el café.

Además de cualquier otra tarea que sea necesaria. “Al inicio le dije que económicamente no le podía ayudar, pero si le colaboraría cocinando o en lo que necesitara. Ella (mi hija) siempre dice que parezco trompito”, comenta niña Conchi.

Juan Daniel y Rosalba, hermano y nieta de Iris, también, ayudan al momento de servir la comida y bebida, colocar sillas y mesas.

“Vamos uniendo esfuerzos, todos hacemos algo relacionado al desayuno”, dice Iris.

Juana Antonia Barillas y Bitelia Posada, de 80 y 85 años, son dos de las personas con quienes “El comedor de viejitos” inició su misión. Bitelia aseguran que los alimentos que reciben “son de gran bendición”.

“Estoy feliz con esta comidita, todavía hay gente buena. No tengo amparo de nadie, hay días que como y otros que no, a veces son los vecinos quienes me regalan comida”, opina Juana Antonia, mientras coloca su bastón en la rodilla.

Además:

Corazones Solidarios es una muestra del trabajo con amor para el prójimo

La asociación entrega cada semana alimentación y productos de higiene a los pacientes. También contribuye con la donación de útiles escolares para niños del centro escolar Barra Salada, en Sonsonate.

Bitelia asegura que las mañanas del domingo es el momento en que más sustenta está.

Pese a la dura vida que llevan, ambas ancianas platican y ríen a más no poder; también relatan algunos desplantes causados por sus hijos. Al finalizar el desayuno Juana y Bitelia agradecen a Dios por la comida, también comentan que el café y la salchicha del huevo es lo que más les gustó.

Días difíciles
Este acto de solidaridad de los Herrera con los ancianos del cantón ha pasado momentos complicados; a veces les ha costado reunir los 40 dólares necesarios para cocinar las mañana de los domingos. La buena voluntad de personas originarias del lugar y que hoy residen en Estados Unidos ha sido básicas para continuar. “Los primeros 10 meses nos tocó solo a mi esposo y a mi, hubo momentos que pensé en no seguir, de allí comencé a subir vídeos a Facebook y las personas comenzaron a pregunta de qué se trataba y cómo podía colaborar. Hasta el material para la galera nos han donado”, expone Iris.

Algunos sábados, al final del día, cuándo no hay fondos, el pequeño negocio de Iris tiene inesperadas ventas, ella cree firmemente que Dios se manifiesta para que siempre haya desayuno para los ancianos.

Proveer un lugar donde se brinde atención completa a los ancianos es el sueño de la familia.

Los Herrera poseen el número de contacto 7922-9355.