El 17 de noviembre, David Alberto Alfaro Marroquín iba a cumplir 20 años, pero esa fecha no fue motivo de festejo para sus familiares y amigos. Ellos tenían tres días de no saber de su paradero y habían acudido a la Policía Nacional Civil y a la Fiscalía General para reportarlo como desaparecido.
La última vez que el estudiante de bachillerato fue visto con vida por algunos allegados fue la tarde del miércoles 14 de noviembre. Estaba en el municipio de San Marcos, al sur de San Salvador, porque llegó a visitar a unos parientes.
El joven no era desconocido en la zona. Habitó ahí durante 19 años, hasta que se mudó a la casa de su padre, en una colonia de Soyapango.
Como esa noche David no regresó al hogar, ni al día siguiente sus familiares tuvieron noticias de él, empezaron a preocuparse. En un intento por mantener la calma y no pensar que algo malo pasaba, ellos imaginaron que el joven había adelantado la celebración de su cumpleaños y estaba reunido con algún grupo de amigos. No fue así.
El tiempo fue pasando y la angustia creció. Sus parientes decidieron no esperar más y fueron a la Policía y al Ministerio Público a reportarlo como desaparecido. También utilizaron las redes sociales y recurrieron a algunos medios de comunicación en busca de ayuda para localizarlo.
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Horas después, las autoridades policiales hallaron el cadáver de uno de los plagiados en la carretera Santa Ana-San Salvador.
Fue hasta el jueves pasado que una persona se contactó con el padre del joven y le comentó que en Medicina Legal había un cadáver que tenía características similares a las de su hijo.
El hombre se presentó a la morgue para reconocer el cuerpo y efectivamente ahí encontró a David Alberto.
“Fue una cosa (homicidio) de barbarie, porque tenía un herida en el abdomen y no fue eso suficiente, también fue asfixiado, todavía tenía en el cuello las marcas de las manos de la persona que le hizo eso”, relató llorando el padre de la víctima.
La información que el doliente recibió en la institución es que el cadáver del joven fue encontrado el sábado 17 de noviembre en una canaleta de la Carretera de Oro, en la jurisdicción de Soyapango, cerca de la Universidad Don Bosco.
En el reporte de la autopsia se detalló que por las características que tenía el cuerpo, se determinó que Alfaro fue asesinado el día 15, varias horas después de que fue visto en San Marcos por última vez.
El padre del muchacho manifestó que el sitio en donde fue procesada la escena del homicidio queda a menos de dos kilómetros de la casa. El hombre aseguró que David Alberto no transitaba por ese lugar.
El padre del joven reprochó que tras enterarse de la forma en que terminó la vida de su hijo, debió lidiar con una serie de trámites burocráticos que le exigieron en la morgue para que pudieran entregarle el cuerpo.
Según él, en vez de encontrar empatía entre el personal de la institución forense, la respuesta que recibió de algunos empleados fue: “siéntase favorecido porque ha encontrado a su hijo”.
Era panadero y quería ser piloto
El sueño de David Alberto era ser piloto. Él y su padre estaban conscientes de que esa es una carrera costosa y las oportunidades de acceder a una plaza son pocas. Sin embargo, no habían descartado la posibilidad de que él estudiara eso.
Al joven le faltaba un año para terminar el bachillerato y desde hace seis meses había conseguido trabajo en una panadería en Ciudad Delgado. El dinero que obtenía lo utilizaba para ayudar a su familia.
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Sus parientes no se explican por qué fue asesinado el joven, ya que manifestaron que era muy sociable y no se buscaba problemas. Alfaro nunca les contó que hubiera recibido amenazas, ni vieron en él algún comportamiento que les hiciera sospechar que algo le preocupara.
La desaparición de jóvenes en el país va en aumento. El 27 de septiembre pasado, otros dos estudiantes de Colón, La Libertad, fueron reportados como desaparecidos.
Josué Henríquez y Gerson Guzmán, ambos de 17 años, fueron raptados frente al Instituto Nacional de Lourdes por varios pandilleros que se los llevaron en un carro.
La desesperación de una de las modestas familias por no hallar apoyo de las autoridades para dar con el paradero de los adolescentes la llevó a contratar a un detective. Aún no han sido encontrados.