Religiosos asisten a viajeros en los refugios

Sin un lugar dónde descansar, comer y encontrar protección legal, el paso por México sería de una amargura interminable. Los albergues, administrados sobre todo por religiosos, son oasis en medio de un ambiente hostil, por la delincuencia, y las condiciones climáticas.

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Foto EDH/ Mauricio Cáceres

Por Mauricio Cáceres

2018-11-15 9:50:03

Al salir de la zona controlada por los zapatistas, en Chiapas, las amenazas más comunes que sufren los migrantes aparecen en el camino. La mayoría cuenta anécdotas sobre los asaltos y abusos de poder de las autoridades mexicanas. Los atracos pueden derivar en golpizas, violaciones y el despojo de todas sus pertenencias.

Dos hondureños, quienes pertenecieron al Ejército de su país, fueron asaltados y no opusieron resistencia por su propia seguridad. Les vaciaron sus carteras. “Eso no se debe hacer. A mí me querían pegar por no andar dinero”, manifestó uno de ellos.

Los controles y persecución por parte de Migración son otro obstáculo. Se vuelve un territorio donde todos desconfían de todo, mientras los cuerpos de seguridad montan guardia en búsqueda de los centroamericanos. Para evitar los retenes de La Policía Federal, la Policía Municipal, la Policía Estatal y del Ejército Mexicano los migrantes rodean montañas para esquivarlos.

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La caravana de migrantes salvadoreños que cruzó el rio Suchiate el viernes ya camina por las calles de Tapachula, en el estado fronterizo de Chiapas, 40 kilómetros al interior de México. La amenaza de los cárteles mexicanos de la droga ha comenzado a minar el ánimo.

En México, la Ley de Migración estipula que la única institución autorizada para la detención de migrantes es el Instituto Mexicano de Migración, aunque en la práctica no siempre es así. La misma ley dice que toda persona que no sea de nacionalidad mexicana tiene el derecho de exigir que se le respete su integridad humana. Y si ha sufrido cualquier violación a sus derechos por parte cualquier autoridad policial que no están autorizados a detenerlos, deben de denunciarlo a la Comisión Nacional de los Derechos Humanos de México, la que provee folletos y charlas de asesoría en los albergues para que no tengan temor de poner una denuncia de cualquier maltrato en territorio mexicano.

La llegada a Palenque y Salto de Agua

Agotados después de caminar más de 280 kilómetros desde el río Usumacinta, prácticamente la misma entre Ahuachapán y el puerto de La Unión, los compatriotas buscan refugio en el albergue “Casa del Caminante ‘Jtatic Samuel Ruiz García”, regentado por religiosas Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl. Fue fundado por una monja de dicha orden y, en sus inicios, era sólo un comedor que poco a poco se convirtió en un albergue que brinda varios servicios. Hay camas, duchas, alimentación y llamadas gratuitas patrocinadas por el Comité Internacional de la Cruz Roja mediante su Programa Triángulo Norte para facilitar la comunicación con sus familiares.

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Un equipo de El Diario de Hoy acompañó a un grupo de migrantes que partió a las 5 de la madrugada. Hasta las 4:40 de la tarde, 1,351 dejaron las fronteras: significa que 123 salvadoreños huyeron por hora en ese periodo. Esta es la crónica.

Hasta el momento, unas 80 mil personas han usado el servicio desde 2014 cuando empezó el programa. A todo visitante se le da información impresa sobre sus derechos legales en México, así como mapas con información sobre ubicación de albergues, tiempos de recorridos, lugares de asistencia y consejos prácticos. También hay abogados que dan asesoramiento migratorio financiado por el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados que ayudan a tramitar refugio en México.

Foto EDH/ Mauricio Cáceres

La encargada del albergue, quien por cuestiones de seguridad pidió reservar su nombre, manifestó que los migrantes en esa zona sufren de todo: “Son correteados por la Migra mexicana, quienes los detienen, son extorsionados por los maras, los maquinistas del ferrocarril les cobran 100 dólares por dejarlos subir al tren. Antes el parque de esta localidad parecía un hormiguero por la cantidad de gente que se reunía para esperar a que algún tren partiera. Gracias a las ayudas que hemos tenido se ha construido un lugar más seguro para ellos”.

En el albergue no se permite entrar con celular, droga, cuchillos, cigarros y todo aquello que puede representar un peligro en el interior. “Se nos han infiltrado coyotes y maras, delincuentes comunes, pero gracias a Dios solo van de paso y no nos han hecho ningún daño”, añadió la religiosa.

A los albergados también se les recomienda no salir del refugio al menos que sea necesario porque por la ciudad y alrededores merodean bandas de delincuentes y pandilleros.

En un caso documentado, una mujer fue violada por varios hombres. Llegó al albergue en mal estado por la golpiza que le propinaron. Las autoridades llegaron a recibir su denuncia y sus agresores fueron capturados. Pero cuando partió para continuar su viaje, fue asesinada a menos de un kilómetro de distancia del albergue.

A 60 kilómetros de Palenque está Salto de Agua, una ciudad pequeña en el límite entre el estado de Chiapas y Tabasco. Es otra de las metas que buscan los migrantes por el albergue que allí funciona. Es el último en el norte de Chiapas y está a uno metros de la línea del tren; por lo general, los migrantes descansan tres días antes de partir.

Los migrantes guiados por coyotes también usan el albergue y estos salen en autobuses, principalmente las mujeres con niños, aunque algunas de ellas llevan visa humanitaria otorgada por la Migración mexicana.
Sin embargo, la mayoría viaja sin documentos, por lo que tiene que tomar el tren rumbo a la Lechería en el México D.F., para luego intentar seguir la ruta al norte.