De comerciante de chatarra a alcaldesa de Cuscatancingo

El día que tomó posesión como alcaldesa, Heicy Sánchez improvisó y relató cómo colaboró en la economía de su familia.

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Foto EDH/Cortesía

Por Enrique Carranza

2018-06-26 9:35:39

El 1 de mayo, cuando tomó posesión como alcaldesa de Cuscatancingo, Heicy Marisela Flores de Sánchez relató parte de su vida, eso no estaba escrito en el discurso, fue de lo más espontáneo, junto a los recuerdos surgieron lágrimas y el llamado a superarse, a trabajar.

Las palabras de la alcaldesa ese día hicieron referencia a una mujer, hoy de 47 años, que dedicó parte de su vida a comercializar chatarra y, de esa forma, apoyar la economía familiar, “a sacar adelante a sus cuatro hijos”. Ella fue conocida como “la chatarrera”.

Casi dos meses después de aquella improvisada intervención ofrecida frente al Palacio Municipal, un poco ya más con calma y en el despacho municipal, Heicy Marisela se ríe y trata de mostrar algunas de las cicatrices (heridas y quemadas) que le dejó ese trabajo.

“Fue hace algunos años ya, unos 14 quizás, empecé por la necesidad de llevar alimento a la casa y, como todo estaba tan escaso… tenía una tortilleria-pupusería, pero por la delincuencia me vi en la necesidad de suspender, no iba a estar pagando renta y limitando la comida a mis hijos”, recuerda Heicy Marisela.

En ese momento, junto a su familia, decidió comenzar a comprar chatarra “porque se encontraba hierro por todos lados”, lo hizo bajo el puente de Ciudad Futura, a la orilla del Anillo Periférico, sin local alguno, al costado de la carretera.

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En algunos momentos, dependiendo de los estudios, sus hijos la acompañaban.
“Cuando Dios dice: ‘Te quiero ayudar’, te ayuda de verdad. Un día llegó un hombre… a que le comprara material, entre eso iba un motor; en la pesa que le hice se sorprendió por que nunca le habían pagado las 360 libras (que pesaba), sino solo 300. Le habían estado robando, luego él me comenzó a llevar más motores, eran de compresores de refrigeradores”, relata la alcaldesa.

Foto EDH/Cortesía

Con los días, esa misma persona le ofreció una bodega completa con el resto de partes de los refrigeradores, antes le preguntó si tenía el dinero como para hacer esa compra, ella respondió: “Yo les compró pero les pago después, le cayó en gracia, es que es bastante lo que le compraría y no tengo el dinero, si quiere le dejo en garantía a mis hijos, que ellos desarmen los aparatos, luego me voy a vender y le pago…, así comenzamos”.

Así comenzamos a trabajar, mis hijos tienen señas del trabajo, cortes, uno tiene la cicatriz de una herida que se hizo con un hacha en el pie, igual yo, estoy toda señalada. Yo cortaba con acetileno, soldaba, pero eso fue cuando ya habían herramientas, antes fue a puro martillo, hacha y cincel”, recuerda Heicy Marisela.

De allí siguió la compra de un camioncito “que reemplazó la chatarrita del inicio”, luego compraron la tuberías de cobre a una empresa y de allí salió el dinero para adquirir otros dos camiones.

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La etapa de comprar bajo el puente de Ciudad Futura terminó cuando empleados de Obras Públicas le advirtieron que era peligroso permanecer allí por el paso rápido de vehículos pesados.

Después se trasladó hacia las cercanías de donde hoy es la residencial Las Palmeras, cerca de la urbanización Majucla, bajo un árbol de capulín.

“Ya en la tarde veníamos de regreso arrastrando la báscula, por toda la calle, hasta llegar al puente de nuevo y entrar por una bajada de agua a la Futura, entre dos subíamos la báscula”, comenta.

Allí permaneció comprando chatarra cinco años hasta que un día dos hombres la encañonaron junto a su hija y le robaron.

De allí buscaron un predio en Apopa, lugar donde hoy sus hijos y esposo administran el negocio.

En la política, incursionó en la campaña de presidencial Armando Calderón Sol en 1994. Luego, se dedicó de lleno a su familia. Volvió “ ya un poco ya más formal”, en la campaña presidencial de Norman Quijano en 2014.

“Yo no tengo protocolo, soy como soy, así salía a buscar votos”, concluye.