Con parálisis a los siete años, necesita una operación de $5,000

Kelvin Sura fue impactado por un vehículo que le fracturó la médula espinal, que lo ha dejado inválido.

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Foto EDH/Archivo

Por Karen Salguero

2018-06-13 9:26:07

A los 7 años, Kelvin Sura enfrenta paraplejía, luego que la mañana del 8 de enero fuera impactado por un vehículo que lo arrojó a varios metros de distancia y le fracturó la médula espinal.

Esa lesión ha provocado la parálisis de todo su cuerpo y lo ha obligado a postrarse en una de las camas del Hospital Nacional de Niños Benjamín Bloom, donde permanece ingresado.

El niño requiere una operación que el hospital no cubre porque no cuenta con los insumos necesarios para realizarla, cuyo costo es de 5,000 dólares.

Desde entonces, su madre, Zulma Sura, viaja todos los días desde San Miguel al hospital, para ver a Kelvin por una hora, con la esperanza de recibir una noticia que le indique que su hijo será operado.

“El niño está intubado, solo mueve la cabeza y necesita oxígeno, de lo contrario se me ahoga. Pero yo no me canso de luchar por él”, expresó la optimista madre, que aunque no tiene los recursos económicos para costear la operación, piensa que cada día es una nueva oportunidad para su hijo.

 

 

El pequeño es el hermano mayor de dos hijos, su hermanita tiene 5 años y provienen de una familia de escasos recursos del cantón Las Peñas, en Chinameca, San Miguel.

Accidente

La mañana del 8 de enero, la familia se dispuso visitar a unos parientes, desayunaron juntos y disfrutaron de un momento ameno.

Tras la reunión familiar, Zulma y Jorge Saldívar, padres del pequeño, comenzaron a preparar la venta porque iban rumbo a La Unión.

La pareja se dedica al comercio, venden pupusas, tortas y fresco. “Siempre andamos en la rebúsqueda”, aseguró Zulma. Por ello visitan diferentes pueblos del oriente del país para poder vender más.

El negocio les obliga a transportar mucha carga, por lo que ese día, Zulma accedió a que el pequeño se quedara con su abuela, María Sura; porque era lo que él quería.

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Al finalizar los preparativos, a las 7:35 de la mañana, los padres dispusieron emprender su viaje, pero antes Zulma advirtió a su madre sobre el cuidado del niño.

Finalmente se despidió con un beso y partieron. María se quedó con el niño en la casa de unos familiares.

Una hora después, la abuela y el niño también decidieron regresar a su casa en el cantón Las Peñas, abordaron la ruta de bus 362, carretera a Jucuapa, que se encuentra entre San Miguel y Usulután.

María iba cargada y se le dificultó cuidar del niño, que a una hora del viaje se inquietó porque extrañaba a su madre, pero lo tranquilizó al darle dos carritos que llevaba consigo.
Cuando estaban cerca de donde debían bajarse, Kelvin se dio cuenta de que habían llegado y se emocionó, estaba apresurado.

Para bajarse del bus, María tomó la carga y al niño con la otra mano; primero se bajó ella y después tomó en brazos al niño, que en un rápido forcejeo pudo soltarse de la abuela.

El niño corrió detrás del bus, en dirección al otro carril y, aunque su abuela intentó alcanzarlo, fue demasiado tarde. Un vehículo que se dirigía en dirección contraria lo impactó y lo arrojó a varios metros del pavimento, quedó inconsciente.

María con gran angustia soltó la carga y corrió hacia Kelvin. El conductor se detuvo y el motorista del bus pidió auxilió con un carro que transitaba por la zona, que los llevó al Hospital Nacional San Pedro, de Usulután.

Según Zulma, los familiares llegaron a la zona del accidente y conciliaron con el motorista que les entregó $300 por el incidente.

 

Zulma recibió la llamada avisándole de lo sucedido, eran las 10:30 de la mañana; ella y su esposo estaban en Santa Rosa de Lima, un municipio de La Unión, cerca del lugar al que se dirigían a vender.

La pareja pagó un viaje en pick-up para ir con prontitud donde su hijo, tuvieron poco tiempo para discernir la noticia, que los dejó helados durante todo el viaje.
En un lapso de una hora y veinte minutos — un tiempo que se volvió eterno para Zulma— llegaron al hospital.

“Existen pocas esperanzas de vida para su hijo”, fueron las palabras con las que el médico recibió a los padres. Kelvin estaba muy golpeado y su situación era de gravedad.

A las 2:00 de la tarde , el niño fue transferido de emergencia hacia el hospital Bloom. En la ambulancia lo acompañó la madre, que pese a la condición de Kelvin, nunca perdió la fe en Dios y la esperanza de que su niño sobreviviría.

Al llegar al hospital Bloom, de inmediato Kelvin fue llevado a la sala de Emergencia, donde fue intubado. Salió de esa sala inconsciente y aún en peligro de muerte.

Durante ocho días, los pasillos del hospital fueron la cobija de Zulma, en los que durmió, permaneció y lloró en la soledad. Kelvin seguía sin reaccionar y las esperanzas de vida eran cada vez menos.

Recordó que en ese momento sintió una angustia indescriptible, “una de las pruebas más grandes”, que nunca había experimentado hasta esos días. Pero en su corazón permanecía la esperanza de que el niño iba a despertar, y mientras tanto se dedicó a hablarle al oído.

Zulma dialogaba con toda normalidad con el niño, como esas pláticas complacientes en la intimidad de una madre y un hijo.

“Yo lo estimulaba, le contaba mi día, le decía que su hermanita le mandaba saludos e incluso se reía al contarle buenos momentos que él había tenido en la escuela. Le decía que lo estaba esperando a que despertara”, expresó Zulma con un gran suspiro y llena de certeza.

Tras 22 días en coma, las sonrisas del niño y la de madre se reencontraron nuevamente, Kelvin despertó.

“Dios tiene un propósito para mi hijo”, afirmó Zulma, al recordar uno de los momentos más felices.

Esa fue la primera vez que el pequeño demostró que seguiría luchando por su vida.

A partir del 30 de enero, Kelvin inició un proceso de recuperación, su cuadro clínico indicaba que iba mejorando.

 

Zulma, que desde que pasó el accidente se ha dedicado a sus cuidados, comenzó a viajar todos los días desde San Miguel para visitarlo por una hora, en el hospital.

En cuanto a la venta, el padre del niño es el que se encargó de trabajar a diario para reunir los gasto de pasajes, alimentación y otros pagos.

Zulma gasta —solo en pasajes— 11 dólares y cuando no tienen, se tiene que rebuscar prestando. Al salir de la casa nunca come, si no hasta su regreso, en el viaje solo la acompaña una botella de agua.

Para hacer más amenos los días de Kelvin le contaba sobre sus familias y amigos, incluso las pláticas que tuvieron cuando estaba en estado de coma, las que el niño recuerda.

A los días el pequeño comenzó a desesperarse, quería regresar a casa y, después de dos meses, el 21 de marzo, le dieron el alta, ya que el diagnostico señaló que tenía las condiciones para el alta.

Según Zulma, el niño no podía caminar, apenas y lograba mover la cabeza, pero los médicos le dijeron que era normal y que con las terapias iba a recobrar la movilidad.

Contentos al creer que la tragedia había terminado, regresaron a la casa. Zulma se las ingenió para llevárselo en bus.

Estando en la casa, Kelvin comenzó a presentar un cansancio que permaneció día y noche.

“El niño pasaba intranquilo y se ahogaba”, manifestó Zulma. Diez días después regresaron al hospital.

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Los médicos no entendían el por qué de los síntomas de niño, pero cuatro días después descubrieron que el golpe del accidente había provocado la acumulación de un líquido en el pulmón, además tenía la médula espinal fracturada, que era lo que ocasionaba la inmovilidad.

De inmediato el niño fue ingresado a la unidad de cuidados intensivos, donde permanece intubado.

Uno de los recuerdos más duros que Zulma lleva marcado en su corazón es cuando Kelvin pidió una golosina. El personal médico le recomendó que fuera una gelatina.

Sin pensarlo dos veces, el siguiente día, la madre llevó en sus manos una gelatina de naranja, que había hecho con tanto amor y la cuidó, en el viaje, para que llegara intacta.

Ese día encontró muy mal de salud al niño. Ese 2 de mayo fue sometido a una operación riesgosa para extraer la masa alojada en el pulmón. La gelatina nunca la comió.

Los doctores calificaron la cirugía de exitosa, pero —hasta la actualidad— el niño persiste con los síntomas. De quitarle el apoyo del oxígeno artificial, su vida corre riesgo, aseguró su madre.

“Para hacerle llegar el hueso de la médula espinal me dijeron que el niño necesita una operación de 5,000 dólares. El hospital me la hace pero no tiene los materiales para realizarla, yo debo conseguir el dinero y ¿de dónde lo voy a sacar”, dijo la angustiaba madre.

Kelvin continuará internado mientras no se ejecute la operación 

Zulma pasa sus días buscando una salida a un calvario que no llega a su fin. Desde las 8:00 de la mañana, la madre sale de la casa, por lo que ha tenido que delegar los cuidados de su hija Mely, de 5 años, a su esposo y a su madre.

Ella hace un viaje largo, toma un bus para salir del cantón y luego otro hacia San Salvador. Habitualmente, a las 11:30 de la mañana, llega al hospital para hacer fila, a la espera de la 1:00 de la tarde, la hora de la visita.

“No me importa los sacrificios, mi alegría es encontrar cada día al niño con vida”, exclamó con seguridad Zulma.

A las 2:00 de la tarde, deja a Kelvin y retorna nuevamente a su hogar, al que llega a las 7:00 de la noche.

Sus vidas han cambiado; este año el pequeño iniciaría su primer grado.

“No me canso de luchar por mis hijos, ellos son mi fuerza. Yo no tengo para pagar ese dinero pero pido ayuda a las personas que me quieran ayudar”, añadió la madre con la ilusión de no faltar a la visita.

Si usted desea contactarse con Zulma Sura, puede llamar al 6005-0261.