José Rolando Calles Velásquez, José Adolfo Vásquez Velis y José Fernando Alemán Amaya dormían en una especie de bodega, inmediata al establo donde trabajaban ordeñando vacas en la madrugada y al mediodía.
Por seguridad, los tres hombres colocaban candado por dentro, donde dormía cada uno en una hamaca, entre bolsas de concentrado para ganado, recipientes con melaza y tambos de aluminio donde recogían la leche recién ordeñada.
Bodega donde dormían tres trabajadores asesinados el 12 de noviembre anterior. Trabajaban como corraleros. Fotos EDH / Óscar iraheta
Foto EDH/ Oscar IrahetaLos tres hombres vivían en el cantón El Volcán, de Sensuntepeque, pero debido a la situación de violencia que se vivía en el cantón San Matías, y también para no madrugar mucho y caminar por las desoladas calles, se iban de sus casas al caer la noche hasta el lugar de trabajo.
A las 2:00 o 3:00 de la mañana se levantaban los tres a hacer el primer ordeño de varias vacas. El dueño del ganado asegura que eran buenos empleados y que nunca tuvo problemas con ellos. A lo sumo, asegura, alguna vez los vio tomándose algunas cervezas, pero no hasta emborracharse o escandalizar.
De los tres hombres asesinados, Calles Velásquez era el empleado más viejo, tanto en edad como en tiempo de trabajar con W. V., un ganadero del sector. También era primo de Jorge Luis Velásquez, el líder comunal asesinado cuatro días antes.
En los primeros minutos del 12 de noviembre se escuchó una nutrida disparazón. Eran balazos. Pero eran muchos. Algunos vecinos esperaban que los muertos fueran miembros de pandillas que habían sido sorprendidos por fuerzas policiales.
Pero se equivocaron. Los muertos eran personas a las que no se les conocía por andar en malos pasos. De todos era conocido que los tres eran empleados de W.V. y por eso no se explicaban por qué los habían matado con tanta saña.
Tiroteo entre presuntos asaltantes y policías deja un lesionado en Soyapango
Tras la balacera, uno de los delincuentes resultó lesionado, otro fue detenido y el tercero se dio a la fuga
De acuerdo con fuentes policiales, en la escena de la masacre fueron encontrados 130 casquillos de bala de diverso calibre.
Los tres fueron acribillados mientras dormían en sus hamacas. No les dieron tiempo de defenderse, tampoco tenían cómo hacerlo. Luego arrastraron sus cadáveres afuera de la bodega.
Las paredes, el piso y los lecheros de metal evidenciaban el volumen de fuego. Las hamacas estaban hechas jirones por las balas.
¿Por qué los mataron?, aún no se sabe. Tampoco se sabe quiénes fueron los asesinos, aunque las sospechas apuntan a que podría ser el grupo de la MS que se desplaza entre Sensuntepeque, Guacotecti, San Isidro y parte de Ilobasco.
Si las tres víctimas eran trabajadoras y la misma Policía las desvincula de pertenencia alguna a estructuras de pandillas, ¿qué pasó, entonces?
Algo que pocos saben en San Matías, El Volcán y San Lorenzo, es que José Rolando Calles Velásquez tenía un pasado que lo vinculaba con la pandilla 18, cuando esa agrupación criminal controlaba esos mismos cantones.
La inspección de los cadáveres reveló que Calles Velásquez había tenido tatuados en el pecho la simbología de la pandilla 18; a pesar de que había intentado borrárselos, aún se le distinguían perfectamente, aseguran fuentes policiales.