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Fuga de batas blancas: ¿Por qué los médicos abandonan El Salvador?

Turnos extremos y falta de oportunidades empujan a médicos salvadoreños a migrar. Historias como la de Milton, ginecólogo que hoy ejerce en Alemania tras jornadas de hasta 72 horas en El Salvador, reflejan las condiciones del sistema de salud público que mantiene un sistema de jerarquías y jornadas laborales similares a las del siglo 19.

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Por Miguel Lemus
Publicado el 12 de agosto de 2025


Es 2015, son las 03:50 de la mañana en un día normal para un doctor al que llamaremos Milton. A esa hora, este trabajador de la salud llega en su vieja moto al Hospital San Rafael de Santa Tecla. El acceso para el personal de salud se hace por una calle anexa al nosocomio, justo donde finaliza la sexta calle oriente e inician las comunidades San Rafael y El Pino; para la época, un asentamiento con alta presencia de pandillas que se extendía desde ese punto hasta el sector de las fábricas, sobre la carretera al Puerto de La Libertad y el bulevar Sur.

Al ingresar a esa solitaria calle, el personal del hospital debía conducir despacio, bajar los vidrios y apagar las luces. Esa era la indicación dictada por la pandilla para todos los residentes (médicos) que entraban de madrugada, acompañada de la advertencia: "Si no hacen eso, vamos a asumir que son enemigos y no responderemos por nuestros actos".

Frente al portón, Milton no dejaba de estar pendiente de sus espejos retrovisores. Pitaba con paciencia para despertar sin enojar al vigilante; el tiempo de espera era eterno. De la nada, un joven aparece arropado por la oscuridad mañanera. La única luz entre ellos era la brasa que emanaba un pesado humo de cigarro barato, mientras una voz de pubertad le decía: "¿Qué ondas, doctorcito? Mirá, la onda es que mi mamá está enferma y necesito una medicina. Aquí la voy a estar esperando". Era de todos los días agarrar papeles con listas y, según comenta, "rogarle a Dios" para que la farmacia tuviera el medicamento que solicitaban, que por lo regular eran analgésicos o algún tipo de narcótico.

TAMBIÉN: Médicos salvadoreños en el exilio tras exigir promesa gubernamental

Ese día, el doctor Milton estaba destacado en la sala de partos. Debía atravesar el hospital hasta llegar a la otra punta y luego marcar la entrada. "Ojo, marcar de madrugada no implica nada, no lo toman como horas extra. El sistema siempre lo va a leer como que son las 07:30, la hora oficial", comenta el especialista.

La gabacha que Milton utilizaba en el Hospital Nacional San Rafael quedó en su casa en la que fuera su silla, junto a otros instrumentos. |Fotos EDH / Miguel Lemus

Milton entra al área de partos justo cuando todo el mundo corría. El primer contacto con su labor fue una mujer embarazada convulsionando en una fase crítica de eclampsia, una condición que implica la aparición de convulsiones o coma durante el embarazo y que puede suceder después de las 20 semanas de gestación.

El especialista comenta que esta complicación puede ser determinada con anticipación, ya que se manifiesta con una presión arterial elevada y altos grados de proteína en la orina.

La mujer convulsionó en la sala de espera. La estabilizaron con medicamentos específicos para calmar la sobreactividad del cerebro, el parto se practicó de urgencia por medio de una cesárea y la madre quedó intubada en cuidados intensivos. Ese era el preámbulo de una serie de eventos en uno de los turnos de este futuro especialista, siendo residente de ginecología.

A las cuatro de la mañana se inicia un proceso de toma de notas: se llenan a mano los controles de todas las pacientes próximas a dar a luz. Es la primera actividad y en teoría, la menos delicada del turno.

Entre papeles llegan a las 11 de la mañana. El tiempo se va en hacer órdenes postoperatorias y reportes de intervenciones médicas. Luego, se asiste en la sala de partos, se dan indicaciones para realizar cesáreas y además de todo, no se deja de estar pendiente de la unidad de emergencias, que en teoría es el principal filtro. "A todo esto, sin probar bocado desde las cuatro de la mañana y sin tomar agua. A veces me sentaba un ratito porque quería alcanzar un papel debajo de la mesa; de ahí, todo de pie".

Cerca del mediodía llega el médico especialista de planta (staff), que se va a quedar durante la noche. Se le informa de memoria el estado de todas las pacientes, hora para la cual, en un día tranquilo, ya se han atendido decenas de partos.

A esta hora, Milton ya llevaba muchas actividades que le consumían las pocas energías. Sus tiempos de alimentación son limitados y, por lo regular, se vive un ambiente de subordinación vertical en el que los médicos de mayor antigüedad pueden dar órdenes, tanto legales como ilegales, a los nuevos.

VER: SIMETRISSS denuncia despido de médicos en Hospital de San Miguel

Cuando uno de estos médicos está de turno, es usual que pasen la noche descansando y casi siempre se emite la orden de despertarlos solamente si pasa algo sumamente importante.

Con suficiente conocimiento de causa, Milton debía asumir lo que estaba por vivir: siete partos simultáneos no serían motivo suficiente para despertar a un médico de planta.

En este hospital, las salas de expulsión sólo tienen capacidad para atender a cuatro pacientes. Milton recuerda que cuando en su reloj vio las 12 con 10 minutos, iniciaron una serie de partos. "Cuatro me nacieron en la sala de expulsión, dos en el pasillo y otro en la sala de espera. Simultáneos, con diferencia de segundos o un minuto a lo mucho. Solo, con las enfermeras corriendo de un lado a otro y de enfermeras hablamos de solo dos", comenta el doctor años después, aún con prisa en las palabras.

La indicación en esos momentos era decirles a las madres que se fijaran bien en sus bebés; alguna marca específica sería la diferencia para no confundir a los recién nacidos. Además, la técnica era colocarlos de manera invertida a la madre para no equivocarse. "En esos momentos no hay tiempo de escribir un brazalete y ponérselo al niño; inmediatamente, uno debe correr para atender el otro parto", agrega.

Y así se desarrollaría cada hora de ese turno hasta completar 24, 48 o, para el caso, 72 horas sin dormir y comiendo mal.

"En un régimen de 'ver, oír y callar', agregando un mal salario; es lógico pensar que cualquier ser humano prefiere irse de ese trabajo".
Doctor Iván Solano Leiva, presidente del Colegio Médico de El Salvador. |Foto EDH / MIguel Lemus

Después de esto, todo se vuelve complejo. El cansancio es tal que elaborar mal una receta médica o escribir mal un medicamento es —en sentido figurado— lo menos peligroso que podría afectar a un paciente.

Aun con todo el cansancio, a Milton todavía le faltaban las esterilizaciones, que, por alguna extraña razón, se le reservan al médico que se encuentra posturno. "Es tan fácil equivocarse y no cortar el ligamento redondo. Al final, esa mujer volverá a quedar embarazada porque, con el cansancio, no se distingue bien y no se esterilizó correctamente", comenta.

Con prácticamente tres turnos encima, Milton terminó de esterilizar cerca de las 72 horas después de haber iniciado su jornada. Ya en casa, se sienta a la mesa, corta un trozo de pan y antes de dar el primer bocado, el sueño le ganó al hambre…

Este tipo de turnos se repetía seguido, con el tiempo y cansado de los manejos del sistema de salud salvadoreño, Milton decidió irse del país y su salida fue acogerse a un programa de aprendizaje de idiomas, en Alemania. Obtuvo una beca para aprender Alemán en ese país y después de realizar algunos sacrificios económicos, a finales del 2019 se fue.

"Por burocracia aquí me tocó volver a empezar de cero y estoy en el proceso, de un día a otro se cambian la leyes y las reglas, este proceso ha sido largo, por supuesto el tiempo en El Salvador como ginecólogo lo perdí", comenta y agrega, "aquí vine a prender el idioma y como pude hice el cambio de visa, hay una tratado que no podemos estar más de tres mese sin papeles, no sé cómo hice para quedarme", señala.

Milton cuenta esta historia desde un hospital de primer nivel donde ejerce su especialidad en una zona de Alemania. Está acreditado para trabajar y estudiar en cualquier hospital de ese país; independientemente del centro asistencial, la remuneración es fija y escalonada. Valora mucho el hecho de que las recomendaciones de un médico son tomadas en cuenta y la gente las obedece con mucho respeto.

Apunta que, en muchos casos, la posibilidad de tener las herramientas a disposición le permite salvar vidas. "Ya van cinco ocasiones en las que he encontrado un Doppler patológico (patrones anormales de flujo sanguíneo), he indicado cesárea de emergencia y ahí están los niños, jugando. Estoy 200 % seguro de que en El Salvador, en esos casos, el bebé se hubiera muerto", comenta, y agrega que allá cuenta con el equipo material y humano necesario.

Para este médico, las diferencias son abismales, pero tienen mucho que ver con la empatía de quienes toman las decisiones. "Con dos enfermeras en medio de ese caos, es como un tornado en el que estás solo y pretenden que de la mejor manera y con calidez uno pueda atender los partos. Eso no se puede allá en El Salvador", señala el especialista.

Si bien el especialista reconoce la dificultad burocrática del sistema alemán, dice que lo compensan las garantías de poder "ser lo que quieras ser", al referirse a las posibilidades de especialización.

 "Con dos enfermeras en medio de ese caos es como un tornado en el que estás solo, y pretenden que de la mejor manera y con calidez uno pueda atender los partos. Eso no se puede allá en El Salvador". Milton, médico salvadoreño radicado en Alemania. |Foto EDH / Miguel Lemus

Otros casos

Mateo se graduó con promedio sobresaliente de la Universidad de El Salvador en 2019. Era un médico desempleado hasta julio de 2024, cuando decidió migrar con destino a Estados Unidos. Desde pequeño, su sueño era ser cardiólogo y atender a su madre por una serie de padecimientos vasculares que veía con impotencia.

El camino para optar por una especialidad en cardiología es complejo por la cantidad de especialidades que son prerrequisitos. Mateo hizo varios intentos, pero no fue admitido como residente en Medicina Interna ni en Cirugía; según comenta, sí pasaron la entrevista y el examen doctores allegados a círculos de poder dentro de la profesión médica. A principios de 2024, su mamá falleció. Eso lo impulsó a irse. Hoy trabaja haciendo oficios varios en una pequeña empresa de remodelaciones. "Quizá era utópico pensar que yo la salvaría, pero me habría gustado que mi mamá me viera por lo menos empezar el camino para ser cardiólogo", comenta el joven a la distancia.

Carlos tenía un buen promedio en la carrera; no era sobresaliente, pero sí estaba en un rango que no bajaba de ocho en sus calificaciones generales. Su sueño era ser cirujano. Realizó dos veces el examen y no quedó: en 2020 y en 2021, así que optó por trabajar en un call center atendiendo llamadas en inglés.

Este doctor nunca perdió el enfoque: decidió ahorrar, tramitar una visa y hacer un proceso para continuar sus estudios llamado "Steps", que es una serie de evaluaciones para acreditarse de manera internacional. Al día de hoy, Carlos ya es residente de ortopedia en un hospital de primer nivel de Estados Unidos.

Ana siempre apartaba su lugar en los primeros pupitres en las aulas de la carrera de Medicina en una universidad privada. Con la mirada fija en la pizarra y la atención en las palabras de algún médico catedrático, era de las más aplicadas. La joven se encontró a la medida en una carrera que la motivó desde que era una niña y, siendo universitaria y madre soltera, no tenía tiempo para errores. En la distancia, su padre cortaba grama, pintaba casas y hacía todo lo necesario para que a su hija y a su nieto no les faltara nada.

Durante su formación, Ana se convirtió en madre soltera y su motivación aumentó al doble, hasta graduarse con un promedio sobresaliente como doctora. Sin calentar mucho su título universitario, optó por una especialidad en Medicina Interna en el Hospital San Rafael de Santa Tecla. Su desarrollo profesional era integral: alta capacidad de análisis, resolución de problemas médicos y una gran facilidad para empatizar con los pacientes.

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Sin entrar en detalles, una ensalada de factores motivaron a esta doctora a retirarse de sus aspiraciones médicas. Malos tratos, acoso sexual, falta de recursos, abuso de poder y amenazas de demandas judiciales harían que dejara su carrera para optar por la reunificación familiar junto a su hijo y su padre.

Hoy vive en Estados Unidos. Su estatus migratorio le ha posibilitado trabajar, pero no ejercer la medicina, y que su hijo estudie con vistas a otro futuro. Se pasa los días como mesera, lava platos en jornadas nocturnas, a veces cuida niños o coloca nombres en vasos de una cafetería de una multinacional.

Postura del Colegio Médico

Con respecto al tema, el presidente del Colegio Médico, Dr. Iván Solano Leyva, menciona que la situación que se está viviendo debe analizarse desde la lógica, ya que si los médicos viven en un entorno tóxico, sin herramientas para trabajar y, "además, en un régimen de 'ver, oír y callar', agregando un mal salario, es lógico pensar que cualquier ser humano prefiere irse de ese trabajo", comenta el galeno.

El doctor lamenta que esta situación se vaya volviendo más común: la salida de médicos recién graduados o especialistas que ven una mejor oportunidad al migrar, y apunta que todo esto va en detrimento de las condiciones de acceso a la salud de los pacientes, específicamente en el sentido de la prolongación de citas y el entrenamiento del personal.

"La solución es mejorar las condiciones laborales y, además, mejorar el salario. No es la opción de contratar médicos extranjeros para que vengan a suplir a los médicos salvadoreños. Si tienen la capacidad económica para ofrecerles salarios de hasta $6,000, ¿por qué no se los ofrecen mejor a los médicos salvadoreños o al personal de salud en general?", cuestiona Leyva.

Milton trabajó en el Hospital San Rafael hasta 2019. Ahí conoció detalles del régimen del sistema nacional de salud. |Foto EDH / MIguel Lemus

Fuga de especialistas del ISSS

En febrero de 2025, El Diario de Hoy publicó una nota periodística que revelaba que, desde el año 2023, 250 médicos del Instituto Salvadoreño del Seguro Social (ISSS) habían renunciado.

Según datos proporcionados por el director del Sindicato de Médicos Trabajadores del ISSS (SIMETRISSS), Dr. Rafael Aguirre, de esa población, el 90 % son especialistas: nefrólogos, urólogos, cardiólogos y gastroenterólogos.

"Nunca nos vamos a comparar con lo privado, pero los compañeros que están en lo privado no es solo por la cantidad de dinero que pueden ganar, sino por la situación hostil que se vive en el ISSS", apuntaba el Dr. Aguirre en ese momento.

Solicitud de información

Para obtener una versión oficial, este periódico se comunicó telefónicamente con la oficina de comunicaciones del Ministerio de Salud y del mismo modo que en ocasiones anteriores, se nos solicitó llamar más tarde para poder conversar con el funcionario indicado, pero luego ya no respondieron a las llamadas.

Con respecto al tema de la fuga de especialistas, este periódico ha realizado diversas solicitudes por medio de la Ley de Acceso a la Información Pública (LAIP) al MINSAL y al ISSS, específicamente para consultar cuáles son los planes de contingencia estatales que posibiliten dar abasto a la demanda de salud en el país, pero hasta el cierre de esta y otras notas, no se han obtenido respuestas.

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