El brutal asesinato de Ángela Samota en EE.UU.: la violaron, arrancaron su corazón y lo dejaron sobre su pecho

El salvaje asesinato cometido en 1984 fue resuelto gracias a la persistente lucha de su mejor amiga, quien decidió convertirse en investigadora privada para encontrar al culpable porque la policía abandonó el caso.

descripción de la imagen
Ángela Somota tenía 20 años cuando fue asesinada en su apartamento. Foto Cortesía de Sheila Gibbons / Imagen de carácter ilustrativo y no comercial https://bit.ly/3wVtkw6

Por N. Hernández / Agencias

2021-04-13 9:45:46

Ángela Samota fue brutalmente asesinada el 13 de octubre de 1984 en Texas. Tenía 20 años y era estudiante de ciencia informática y electroingeniería en la Universidad Metodista del Sur de Dallas.

Su cuerpo ensangrentado fue encontrado desnudo, estaba atravesado sobre la cama y las piernas colgaban. Tenía 18 puñaladas, hirieron su hígado, pulmones y partieron su corazón.

Sin embargo, la barbarie no acaba ahí, el corazón le fue arrancado y puesto sobre su pecho. La autopsia reveló que fue violada mientras era asesinada.

La joven fue enterrada en el cementerio Llano, en Amarillo, Texas, según publicación de Infobae.

Esa noche, Ángela salió con sus amigos Russell Buchanan y Anita Kadala. Su novio Ben McCall no la acompañó porque debía madrugar para un trabajo que tenía el siguiente día.

Podrías leer: La tenebrosa historia de “La Casa del Asesino del Hacha”: asesinaron a una familia y se cree que está “embrujada”

Ángela conducía un auto Toyota y después de la media noche se fue de la discoteca junto a sus amigos. Los pasó a dejar a sus casas, pasó al apartamento de su novio a saludarlo y luego se fue a su apartamento.

A la 1:45 llama a su novio y le dice que hay un hombre en la puerta que le ha pedido usar el baño y el teléfono. Le pide que se quede conversando en ella al teléfono, pero después cuelga y promete volverla a llamar.

Cuando Bess asesinó a Ángelica estaba en libertad condicional. Ahora está condenado a muerte esperando fecha para su ejecución. Foto Departamento de Policía de Texas

La última promesa que Ángela no pudo cumplir, Ben intenta comunicarse con ella varias veces y al no recibir respuesta sale a buscarla. Al llegar al apartamento de Ángela no obtiene respuesta, intenta abrir pero la puerta tiene llave y decide llamar a la policía.

"Lo atiende la oficial Janice Crowther a las 2.17 de la madrugada. Una dupla policial va hasta el lugar. Observan que el auto Toyota Supra de Ángela está estacionado fuera, pero no se ve ningún movimiento dentro del departamento. Por la ventana, ya han visto que los zapatos que usó Ángela esa noche están en la cocina. La oficial consigue las llaves en la oficina del gerente del edificio. El compañero policial de Janice entra primero. Mientras ella está en el living lo escucha gritar desde el dormitorio: 'Hey Janice, la encontré'", consigna Infobae.

Sheila Gibbons, la mejor amiga de Ángela

La mejor amiga de Ángela era Sheila Gibbons, se habían conocido en 1982, en su primer día de universidad en Dallas. Fueron compañeras de habitación y se convirtieron en grandes amigas. Dos años después, cuando Ángela fue brutalmente asesinada Sheila se mostró desesperada por colaborar con los detectives.

Ambas no tenían padres y eso les ayudó a crear un fuerte vínculo de amistad. Cuando Ángela fue asesinada la vida de Sheila se frustró, dejó la universidad, se deprimió y su único interés era ayudar a encontrar el asesino de su amiga.

Sin embargo, tardó años en resolver el caso y tuvo se que convertirse en una investigadora privada para que el caso de Ángela no quedara en la impunidad.

Desde el principio, la policía identificó a tres sospechosos: Russell Buchanan, joven arquitecto de 23 años que salió esa noche con Ángela; Ben McCall, el novio de Ángela y su ex novio.

Te puede interesar: “Le gustó el poder de matar gente, el poder de la muerte”, investigador sobre el payaso asesino que violó y torturó a niños y jóvenes

Buchanan vivía cerca de Ángela, podía llegar a su condominio caminado y resultaba perturbador para los investigadores. Además, él era no secretor, (una persona que tiene una mutación genética que permite que su grupo de sangre no aparezca en sus fluidos) y las investigaciones revelaron que el asesino de Ángela era de este tipo de personas porque el semen y saliva del atacante no identificaban el tipo de sangre.

Este detalle excluyó de la lista de sospechosos al novio y ex novio de la joven. No obstante, con el tiempo no se le comprobó nada a Buchanan, a pesar que hasta Sheila se reunió con él a petición de los investigadores para indagar sobre el caso.

"Mi madre estaba escandalizada, pero Russell vino a recogerme y fuimos a un lugar llamado August Moon. Yo estaba nerviosa y no actuaba con normalidad, mientras pensaba: ‘Estoy sentada al lado de un asesino’ porque, claro, yo creía que él era el culpable", declaró Sheila en un reportaje.

Russell le contó que había viajado a Houston a ver a sus padres la misma mañana en que fue descubierto el cadáver de Ángela. Y le aseguró que no se enteró de nada hasta que volvió a Dallas. La historia que había contado Russell a la policía coincidía ciento por ciento. El joven estudiante pasó satisfactoriamente por el detector de mentiras.

Los detectives no reunieron pruebas para inculparlo.

Sheila no dejó de perseguir a los responsables de la investigación, los llamaba todos los días. Incluso, se hizo tan amiga de los investigadores e invitó a uno de ellos a su boda.

"(...) Los detectives creyeron que, con el tiempo, yo desaparecería. La gente más normal se hubiera rendido y continuado con su vida. Pero yo no. Pensaba que había algo que no era correcto y, simplemente, no aceptaba un ‘no’ por respuesta. Así que seguí llamando".

Sheila visitó la tumba de Ángela cuando resolvió el caso. Foto Cortesía de Cementerio de Dallas / Imagen de carácter ilustrativo y no comercial https://bit.ly/3wVtkw6

El tiempo pasó y en 2004, veinte años después del asesinato de Ángela, Sheila vivía en Tennessee y tenía dos hijos. Una noche mientras trabajaba sobre sus estudios bíblicos tuvo una visión que marcaría un antes  y después en la investigación del caso:

"Miré hacia la derecha, y allí estaba Angie. Pensé, ¿estoy soñando? ¿estoy dormida? ¿qué sucede? (...) No hubo palabras, solo que allí estaba ella y su gran sonrisa (...) tengo mucha fe y creo en las señales, y en ese momento pensé: llegó el momento. Me incliné sobre mi mesa de noche y levanté el teléfono para llamar al Departamento de Policía de Dallas. Pregunté por el detective que conocía y le dejé un mensaje. Nunca me devolvió ninguna de las llamadas que le hice. Ese hombre me conocía lo suficientemente bien porque había sido invitado a mi boda, pero nunca me llamó. Me dejó un sabor amargo (...) La parte más descorazonadora fue que me dijeron que en veinte años nadie había llamado, solo yo. Ni una sola persona. ¿Cómo puede ser que alguien muera de forma tan violenta y que nadie llame y quiera saber por qué o quién fue? Eso todavía me hace llorar".

Después de eso, decidió estudiar para ser investigadora privada.

"Le dije a mi marido que me iba a convertir en una detective privada. (...) Por la noche, después de la cena, mi hijo mayor me leía todas las leyes del estado que tenía que aprenderme y yo se las recitaba de memoria. Me porté como si fuera a ir a Harvard o a Yale" relató.

Sin embargo, la emoción no le duró mucho: "Pensé que la policía se sentaría a trabajar conmigo ahora que tenía mi licencia de detective. ¡Qué tonta fui! No les importó en lo más mínimo".

Recomendamos: Robert Pickton, el mayor asesino serial de Canadá que mataba a mujeres y trituraba sus restos en una granja

A People le dijo que, en todos esos años, había llamado a la policía de Dallas unas 750 veces y en una de esas tantas llamadas le habían dicho que el kit de pruebas se había perdido en una inundación.

Finalmente consiguió que el caso fuera re examinado y se nombró a la detective Linda Crum como encargada del caso. Sheila aseguró que este cambio fue positivo para la investigación.

"Tener a Linda Crum involucrada cambió la trayectoria del caso en un ciento por ciento. Creo que las investigadoras mujeres son mejores, en general, por su gran compromiso. Tenerla fue un verdadero plus".

22 años después, en 2006, la detective informó que tenía las uñas de Ángela, el semen y sangre del agresor. Nada estaba perdido y ahora se disponían de técnicas más novedosas para comparar el ADN con otros miles de ADN recolectados en los bancos de datos.

"Tenían las uñas de las manos de Angie, así que era obvio que ella se había resistido (...) Estaba emocionada porque sabía que eso iba a ser clave: en 1984, las pruebas de ADN recién estaban en su fase inicial, pero 20 años después el ADN se había convertido en una herramienta forense muy poderosa", dijo Sheila.

Tres años después, la detective le informó a Sheila que tenía identificado al atacante.

Sheila creyó que iba a oír el nombre que siempre había asociado al crimen: Russell Buchanan. Pero no, el nombre le sonó totalmente desconocido. El contundente resultado de ADN señaló a un hombre llamado Donald Andrew Bess Jr, que había nacido, en 1948, en Arkansas.

La bestia

En octubre de 1984 cuando Ángela fue asesinada, Bess tenía 36 años y estaba en libertad condicional. En 1978 lo condenaron a 25 años de cárcel por secuestro y violaciones, para cuando se identificó como el culpable del asesinato de Ángela, Bess estaba de nuevo en la cárcel con prisión perpetua por otro secuestro y violación cometido en 1985.

Cuando se estaba llevando a cabo el juicio por el asesinato de Ángela en 2010, otras mujeres testificaron haber sido violadas por él. Incluso su ex mujer declaró que Bess había abusado de ella y de sus hijos durante su matrimonio entre los años 1969 y 1072. Ese hombre era un feroz depredador serial.

Sheila asistió al juicio y tuvo la satisfacción de escuchar la sentencia el 8 de junio de 2010: Fue declarado culpable y sentenciado a muerte. Sus apelaciones, interpuestas desde entonces, fueron rechazadas. Espera, sin fecha de ejecución, en la fila de la muerte de la prisión de Polunsky.

"En su ropa lleva impreso el número 999559 y lo llaman La Bestia. El número de la Bestia, dicen los que siempre quieren leer algo más en las coincidencias, son esas tres primeras cifras (999) invertidas (666) de su placa de convicto", se lee en la publicación del medio argentino.