Papa insta a los jóvenes a la unidad y renovar la Iglesia

Francisco ofició su primera misa masiva en la XXXIV Jornada Mundial de la Juventud (JMJ ), encuentro que inició el martes y terminará el domingo en Panamá.

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El papa Francisco saluda a feligreses este jueves en la Ciudad de Panamá.Foto/EFE

Por Enrique Carranza - Agencia EFE

2019-01-24 7:36:50

Ante miles de peregrinos el Papa Francisco celebró el jueves su primera misa masiva durante la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ).

El encuentro llamado Misa de Acogida o Bienvenida tuvo lugar en el Campo Santa María La Antigua, un espacio habilitado con una gran tarima de 8 metros de altura y pantallas gigantes ubicado en la Cinta Costera, el moderno paseo marítimo de la ciudad de Panamá.

“Sé que llegar hasta aquí no ha sido nada fácil. Conozco el esfuerzo, el sacrificio que realizaron para poder participar en esta Jornada. Muchos días de trabajo y dedicación, encuentros de reflexión y oración hacen que el camino sea en gran medida la recompensa. El discípulo no es solamente el que llega a un lugar sino el que empieza con decisión, el que no tiene miedo de arriesgar y ponerse a caminar. Si uno empieza a caminar ya no tiene miedo”, sostuvo Francisco durante parte de su intervención.

Cifras del Comité organizador estiman la asistencia de 85, 884 peregrinos registrados y 19,500 voluntarios.

El pontífice recordó que los jóvenes en la preparación de ese evento han sido “verdaderos maestros y artesanos de la cultura del encuentro”.

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En una ceremonia protagonizada por las representaciones de los varios países y tradiciones con canciones y bailes, Francisco también sostuvo que los peregrinos asistían de culturas y pueblos diferentes, hablan lenguas diferentes, pero que nada de ello le pidió encontrarse, sentirse felices y estar juntos.

“Y esto porque tienen ese olfato que sabe intuir que el amor verdadero no anula las legítimas diferencias, sino que las armoniza en una unidad”, dijo citando una homilía de Benedicto XVI y pidió un fuerte aplauso para el Papa Emérito.

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Encontrarse, dijo Francisco desde el enorme palco en la Cinta Costera, “no significa mimetizarse, ni pensar todos lo mismo o vivir todos iguales haciendo y repitiendo las mismas cosas, escuchando la misma música o llevando la camiseta del mismo equipo de fútbol. No, eso no”.

El Pontífice que llegó el miércoles a Panamá, animó a los jóvenes a ir adelante para renovar la Iglesia, aunque “no para crear una Iglesia paralela un poco más ‘divertida’ o “’cool’”.

Su Santidad indicó que lo que mantiene unido a estos jóvenes es el amor del Señor que “no ‘patotea’ ni aplasta, un amor que no margina que no se calla, un amor que no humilla ni avasalla”.

Francisco deseo que lo más esperanzador que salga de esta JMJ “no sea un documento o un programa que ejecutar”, sino los rostros y los corazones de estos jóvenes “llenos del Espíritu Santo para recordar y mantener vivo ese sueño que nos hermana y que estamos invitados a no dejar que se congele en el corazón del mundo: allí donde nos encontremos”.

Más temprano
En la mañana el Papa Francisco pidió a los obispos de Centroamérica que le “roben” los jóvenes a la calle y a la cultura de la muerte” y que sean una Iglesia que esté cerca del sufrimiento de su gente.

“Los exhortó pues, a promover programas y centros educativos que sepan acompañar, sostener y potenciar a sus jóvenes; “róbenselos” a la calle antes de que sea la cultura de muerte la que, “vendiéndoles humo” y mágicas soluciones se apodere y aproveche de su imaginación”, dijo en el encuentro en la iglesia de San Francisco de Asís en el casco viejo de Panamá.

Lamentó que “son muchos los jóvenes que dolorosamente han sido seducidos con respuestas inmediatas que hipotecan la vida” y que “se encuentran sumergidos en situaciones altamente conflictivas y de no rápida solución”.

Entre ellas citó la “violencia doméstica, feminicidios, bandas armadas y criminales, tráfico de droga, explotación sexual de menores y de no tan menores…”.

Previo, Francisco se refirió a San Romero como acción de gracias, o sea gratitud por tanto bien recibido, no merecido.

Sostuvo que él pudo sintonizar y aprender a vivir la Iglesia porque amaba entrañablemente a quien lo había engendrado en la fe. “Sin este amor de entrañas será muy difícil comprender su historia y su conversión, ya que fue este mismo amor el que lo guió hasta la entrega martirial; ese amor que nace de acoger un don totalmente gratuito, que no nos pertenece y que nos libera de toda pretensión y tentación de creernos sus propietarios o únicos intérpretes”.