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Oscar Picardo El Diario de Hoy

El periodismo frente a la corrupción

El muro que el periodismo investigativo ha tenido que cruzar está construido con mentiras, violencia, difamación, corrupción, compadrazgo y amiguismo… y no permite preguntas.

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Por Óscar Picardo Joao
Publicado el 27 de julio de 2025


El periodismo, en términos filosóficos y ellacurianos, es un oficio “desideologizador”, que intenta quitar las máscaras para llegar a la verdad; ¿y cómo se logra esto?, con diversas herramientas: La duda, la negación, la inquisición racional, el diálogo mayéutico. 

El arte periodístico implica dudar; la duda metódica cartesiana consiste en un proceso sistemático para llegar a una base de conocimiento indudable, partiendo de la premisa de que todo lo que es dudable debe ser rechazado. La negación es un ejercicio dialéctico de contraposición de opiniones y datos para que surja los más genuino y ético; la inquisición racional implica utilizar todas las capacidades analíticas y críticas de nuestro cerebro en función de una investigación; y el diálogo mayéutico es el camino civilizado para salir de la ignorancia y llegar a la verdad. Éste es el método…

A la clase política, como es de suponer, le molesta que los periodistas pregunten, indaguen, cuestionen; y suelen utilizar diversas falacias -ad hominem, ad populum, hombre de paja, de autoridad, etcétera- para minar la credibilidad de su trabajo. ¿Quién financia a este periodista o medio?, ¿a qué grupo representa?, ¿es de la oposición?, y un largo etcétera.

La historia contemporánea del periodismo en Latinoamérica ha revelado un inventario impresionante de casos de corrupción; el Knight Center for Journalism in the Americas destaca diez casos emblemáticos de propuestas periodísticas para evadir la censura, combatir la desinformación, hasta proyectos colaborativos transfronterizos que revelaron complejas redes de corrupción y crimen organizado: Operación Retuit; Las mujeres valientes: Guií Chanáa; Tráileres, trampa para migrantes; Eva, el chatbot que cuenta una historia; La noche de los caballos; Redes de Nicotina, VerificAudio; NarcoFiles: El nuevo orden criminal; “A ellos no les vamos a abrir…”; #FactChallenge.

En nuestro medio, el periodismo de investigación, desde los Acuerdos de Paz en 1992 hasta la fecha también ha contado historias y crónicas relevantes sobre todos nuestros funcionarios, del pasado y del presente: La privatización de la banca, el caso del donativo de Taiwán para los terremotos, los cheques de sobresueldos, las treguas con pandillas, el enriquecimiento ilícito, malversación y blanqueo de fondos de funcionarios, el caso Catedral, los créditos del Banco Hipotecario, el caso del Crook, el caso Muyshondt, el caso COSAVI, entre muchísimos otros.  

Gracias al periodismo local conocimos lo que el profesor de Harvard y director de Iniciativas para la integridad internacional Mark Wolf llama la "gran corrupción", que es el abuso de un cargo público para beneficio privado por parte de los líderes de una nación. "La gran corrupción es extraordinariamente costosa en términos de dinero, pero también en términos de daños infligidos a los derechos humanos" señala Wolf.   

Tenemos demasiadas leyes, instituciones y tratados de vigilancia para evitar la corrupción, pero el fenómeno se ha instalado en nuestra cultura política, y da la lamentable impresión que a más mecanismos de control mayor corrupción… 

“Cuánto más corrupto es el Estado, más leyes tiene” definía el historiador romano Cayo Cornelio Tácito. Veamos el inventario de herramientas anticorrupción ineficientes con las que contamos, nada menos y nada más que 21 instancias:  

1.- Corte de Cuentas de la República (y su Ley de la Corte de Cuentas de la República); 2.- Tribunal de Ética Gubernamental; 3.- Fiscalía General de la República; 4.- Instituto de Acceso a la Información Pública; 5.- Probidad CSJ; 6.- Portal Transparencia; 7.- Ley de Adquisiciones y Contrataciones de la Administración Pública; 8.- Ley de Acceso a la Información Pública; 9.- La Ley de Ética Gubernamental; 10.- Ley sobre el Enriquecimiento Ilícito de Funcionarios y Empleados Públicos; 11.- Ley Orgánica de la Fiscalía General de la República.; 12.- Ley contra el Lavado de Dinero y Activos; 13.- Código Penal; 14.- Convención Interamericana contra la Corrupción; 15.- Convención de las Naciones Unidas Contra la Corrupción; 16.- Tratado Marco De Seguridad Democrática en Centroamérica (XVII Cumbres de Presidentes); 17.- Convención de Las Naciones Unidas Contra la Delincuencia Organizada Transnacional (Convención De Palermo); 18.- Declaración de Guatemala para una Región Libre De Corrupción; 19.- La Declaración de Gobierno Abierto (OGP/AGA); 20.- Instrumentos doctrinarios del Centro Latinoamericano de Administración para el Desarrollo (CLAD); 21.- Normas que, de acuerdo con el derecho internacional, son de obligatorio cumplimiento en relación con la actividad de los funcionarios en ejercicio de sus funciones (Código Iberoamericano de Ética Judicial. Código de Conducta para Funcionarios Encargados de Hacer Cumplir la Ley. Directrices de las Naciones Unidas sobre la Función de los Fiscales. Código Internacional de Conducta para los Titulares de Cargos Públicos. Declaración de las Naciones Unidas contra la Corrupción y el Soborno en las Transacciones Comerciales Internacionales). 

Lo más llamativo del caso, es que al final los que han destapado la corrupción en los últimos años no han sido ninguna de estas 21 instancias, sino el periodismo investigativo; es más, la mayoría de corruptos han obtenido sus respectivos “Finiquitos de la Corte de Cuentas” y han evadido los limitados controles de Probidad de la Corte Suprema de Justicia. Como bien anotaba Montesquieu: “La corrupción de los gobiernos comienza casi siempre por la de sus normas y principios.”

Un par de preguntas complementarias: ¿Cuántos millones de dólares anuales nos costará mantener este aparato burocrático ineficiente?; y segundo, la banca privada y pública, en dónde se han movilizado cientos de miles de dólares sucios, ¿no tiene nada que decir?. Al ciudadano común y corriente le solicitan una constancia formal para demostrar la procedencia de US$ 5 para abrir una cuenta de ahorros, ¿y al corrupto…?

El problema de la corrupción no se resuelve con leyes, oficinas, tratados, es un asunto “ético”…; sobrellevar la tentación de ser decente ante una partida secreta o fondos reservados implica sólidos valores, pero parece que nadie pasa la prueba. Todos han robado, y roban creando mecanismos sofisticados para blanquear dinero del erario público.

Aportar información de licitaciones a amigos, contratar familiares, privatizar o nacionalizar servicios públicos, crear una agencia de publicidad, comunicaciones y marketing o sacar burdamente dinero en bolsas, entre muchas otras malas prácticas, han estado a la base de la cultura de corrupción frente a las narices de todos los contralores de transparencia.

Solo necesitamos UN buen periodista… que haga preguntas incómodas, que confronte las fuentes, que indague, que busque la evidencia y que tenga el valor de publicar en un entorno tan hostil, amenazante y peligroso, para destapar la corrupción, y lo más importante es que no le cuesta un centavo al Estado.

El muro que el periodismo investigativo ha tenido que cruzar está construido con mentiras, violencia, difamación, corrupción, compadrazgo y amiguismo… y no permite preguntas. En la democracia contemporánea, ser periodista es una profesión demasiado peligrosa, limitadamente remunerada y con poco apoyo, pero es la única garante que permite vitalizar o rescatar el concepto del gobierno por el pueblo y para el pueblo; todo lo demás sale sobrando. 

Así ha sido la historia, ningún corrupto ha sido amenazado o perseguido por sus propios sistemas de anticorrupción -que de hecho son pro-corrupción, bajo el aforismo legal: hecha la ley, hecha la trampa- ; y cuando las instituciones de gobierno han actuado es tras un interés ideológico o político. Es la maquinaria perfecta.

Los presidentes y funcionarios que están presos, han huido o han sido cuestionados por corruptos, los del pasado y los del presente, se lo debemos al periodismo de investigación y no al aparato Estatal anticorrupción. Las negociaciones electorales corruptas con líderes de pandillas han sido reveladas por periodistas valientes. Los grandes cambios patrimoniales de políticos mafiosos los sabemos por el periodismo. Por esta razón odian al periodismo con tanta dedicación y esmero; porque han revelado de qué está hecha su putrefacta moral.

Pequeña corrupción o gran corrupción, corruptores y corrompidos, políticos o empresarios, narcos o gánsteres, es una fauna compleja que genera un perverso dinamismo económico en países de renta baja y media. De ahí surgen los nuevos ricos, los que hacen turismo obligatorio en algunos destinos o los que financian los partidos para cobrar favores. Son el ácido desoxirribonucleico de la pobreza, de la migración y de las pandillas. 

Como diría el periodista mexicano Javier Sicilia: “Si no tenemos policías, jueces, abogados, fiscales, honestos, valerosos y eficientes; si se rinden al crimen y a la corrupción, están condenando al país a la ignominia más desesperante y atroz”; así están la mayoría de países de Latinoamérica, postrados ante la infamia de la clase política, de los partidos, de la corrupción y del populismo.

El periodismo cuenta historias, informa, entretiene; pero, sobre todo, como diría Gabriel García Márquez: “El periodismo es una pasión insaciable que sólo puede digerirse y humanizarse por su confrontación descarnada con la realidad”. 

Ahí está la esencia del periodismo: “Pasión insaciable”; pasión por la verdad, por la justicia, por los que no tienen voz, por los olvidados de la historia, por las víctimas, por los atropellados, por los ignorados, por los niños, por las mujeres violentadas, por las minorías, por las no personas, por los migrantes. “La voz de los sin voz” diría el Profeta San Oscar Romero. 

Y la pasión es un sentimiento, una emoción intensa, una forma de ser y de vivir. La pasión se padece, es deseo y sufrimiento; no es algo pasajero, está vertebrada por una mística particular de pensar y actuar.

Lo del periodismo no es un problema personal de periodistas versus políticos; no es lucha de poder, ni tampoco un tema de ser oposición. En el fondo hay un sustrato esencial basado en gente que administra fondos públicos y dice prestar un servicio y otros que quieren saber cómo lo hacen y si lo realizan de modo coherente y transparente. Se trata de un servicio democrático basado en la pasión ética: Llevar a las audiencias productos de óptimo valor periodístico presentado con excelencia. Esa es la misión…

Como sea, de parte de “El Club” les decimos: Quien le teme, rechaza o critica al periodismo ya confesó su culpa…

Disclaimer: Somos responsables de lo que escribimos, no de lo que el lector puede interpretar. A través de este material no apoyamos pandillas, criminales, políticos, grupos terroristas, yihadistas, partidos políticos, sectas ni equipos de fútbol… Las ideas vertidas en este material son de carácter académico o periodístico y no forman parte de un movimiento opositor. Nos disculpamos por las posibles e involuntarias erratas cometidas, sean estas relacionadas con lo educativo, lo científico o lo editorial. A los nuevos críticos: Paren de sufrir.  

Director Editorial / oscar.picardo@altamiranomedia.com 

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