Llena de júbilo al mundo civilizado la elección de León XIV

La elección del papa León XIV nos llena de júbilo a los hombres y mujeres de bien de esta tierra y del mundo, porque muestra una continuidad con el trabajo del papa Francisco en favor de la paz, la justicia, la lucha por los oprimidos y el rechazo a los populismos y las ideologías totalitarias que han intoxicado a varios países en nuestra América.

El nuevo papa no es un jerarca que ha pasado su vida haciendo cómoda diplomacia, sino que se ha forjado en el crisol de las pruebas evangelizando por décadas en el interior de Perú, por lo cual es conocedor de dos mundos tan cercanos como distantes en las Américas: una iglesia estadounidense piadosa, solemne, ceremonial, conservadora, tradicionalista, de órganos monumentales, casi tridentina, así como una iglesia latinoamericana vivaz, modesta, de himnos de guitarra y panderos, de pobreza, que ha visto la violencia cara a cara en regímenes opresores y sangrientas guerras de guerrillas ultraizquierdistas.

Lo cierto es que ese hombre sencillo asume la barca de Pedro en un momento de alta tensión mundial, guerras, intrigas, recomposición de bloques que el extinto papa Francisco había ya definido como el umbral de la Tercera Guerra Mundial que no arranca con atentados o disparos como las precedentes, sino con procesos de reposicionamientos y vuelta de viejos esquemas de imposición, autoritarismos, dictaduras e invasiones. Y esto último se escenifica actualmente en su misma tierra, los Estados Unidos, donde propios y extraños están alarmados con la ruta autoritaria que están recorriendo.

Los inmigrantes y sus familias, acosados por las brutales redadas y deportaciones aun en contra de órdenes judiciales, ven una luz de esperanza de que el nuevo papa pueda abogar por ellos y erigirse como un contrapeso, una voz de sensatez y cordura frente al trumpismo desbordado, como en su momento Juan Pablo II fortaleció la vuelta de la libertad a Europa Oriental y el resto del mundo frente al comunismo ateo.

Producto de un orden natural, sobrenatural, insólito providente, como se quiera ver, pero en un momento de tensión y presión para los inmigrantes y para el mundo en definitiva surge un hombre originario de Estados Unidos, hijo de inmigrantes, que por decisión propia adopta una nacionalidad latina (peruano) y que ve con rechazo hechos como que dos presidentes se sienten en la Oficina Oval a reírse de la cuestionada detención y deportación de un salvadoreño sin respetar sus derechos "y no les remuerda la conciencia", como bien lo señaló el Obispo Auxiliar de Washington, Evelio Menjívar-Ayala, originario de El Salvador.

El tema de los inmigrantes fue una preocupación que el extinto papa Francisco se llevó hasta la tumba, tras pronunciarse en al menos dos ocasiones: una, llamando a la Iglesia de los Estados Unidos a solidarizarse y apoyar a los afectados, y en la otra, advirtiéndole al gobierno que "lo que mal comienza, mal termina".

El cristianismo y sus principios han sido la base de la civilización

Nadie puede poner en duda que el cristianismo, con sus luces y sombras, ha sido la base de la civilización, de las libertades, del conocimiento, lo que ha permitido que lo humano se sobreponga a la barbarie y la brutalidad.

La Iglesia católica tiene que ser un puente que lleve a todos hacia una convivencia pacífica, incluyente y justa. Eso es lo que ha pedido León XIV en sus primeros mensajes.

Como el obispo Evelio ahora y en su momento San Romero, León XIV tendrá que denunciar las injusticias y reclamarle a sus autores, aun a costa de ser blanco de ataques, pero seguro de que, como proclamó, "el mal no prevalecerá".

De corazón van nuestras plegarias para que el Altísimo ilumine y fortalezca su ministerio petrino y le ayude a generar entendimientos y concordia para construir un mundo mejor, más humano, justo, solidario e incluyente.