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Vivir la fiesta patronal pero sin abandonar a la República

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Por El Diario de Hoy
Publicado el 05 de agosto de 2025


Los salvadoreños están viviendo su fiesta en honor del Divino Salvador del Mundo, Patrono de la República, la misma República que la gente noble y patriótica debe defender y no abandonar en este momento.

El gobierno le ha apostado a reformar la Constitución y perpetuar al oficialismo en el poder en estas fechas e incluso alargar el feriado en algunas entidades para que se diluya cualquier resistencia, pero los salvadoreños no deben caer en la trampa de “pan y circo”, ni perder de vista la infamia ni dejar de denunciarla y cuestionarla por todos los medios legales posibles.

Los salvadoreños que aman a su país tampoco deben olvidar las injusticias que se están cometiendo y que pueden alcanzar a cualquier ciudadano, como las capturas de los abogados constitucionalistas Ruth López y Enrique Anaya, del pastor Ángel Pérez y otros presos de conciencia cuyo delito fue criticar y cuestionar al régimen o exigir sus derechos.

Las Fiestas Agostinas, que junto con la Navidad y los cumpleaños, son los grandes acontecimientos en la vida de los niños de San Salvador, constituyen la manifestación criolla de costumbres que, de seguro, preceden al Homo Sapiens. Fiestas para bailar, hacer música (o infernal ruido), montar espectáculos, comer y beber rompen la monotonía de la existencia de los aborígenes de Borneo y de todos los pueblos primitivos habidos. Hubo celebraciones entre griegos, egipcios y babilonios; lo primero que hizo Noé al bajar del arca fue vino para libar, celebrar y emborracharse.

Dios quiera que la gente actúe con prudencia en estos días, que no se sobrepase de copas, que no se meta en riñas y no coma demasiado, además de cuidarse de no comprar en negocios que no ofrezcan un buen nivel de higiene. En esta tierra, por desgracia, las inspectorías sanitarias sólo se han hecho por décadas en establecimientos que por su propio interés se cuidan, no en los que elaboran sorbetes en el lavadero de una casa.

Casi desde que los conquistadores se asentaron en estas tierras se celebran festividades patronales a la usanza europea, tradición que viene de las bacanales de los griegos y las saturnalias de los romanos.

Es raro el pueblo que no arme sus grandes comilonas y bebetorías, aunque aparentemente eso no sucede en los países islámicos, en parte por la forzada separación de los sexos. Únicamente al final del Ramadán, el mes de ayuno y abstinencia, hay celebraciones en las casas y hasta se llega a invitar a forasteros, como se observa en Amman y Beirut.

Cuiden a los niños y cuiden sus billeteras

Aquí hay ventas de comida, ruedas para niños y jóvenes, loterías para adultos, lodazales y precarias instalaciones sanitarias para todos, ladrones y muchachonas por doquier y malestares estomacales para los que comen encurtidos y pupusas de chicharrón.

A los niños se les debe proteger, no apartar los ojos de ellos ni un instante y, en lo posible, dejar a los más pequeños en casa.

En los tiempos de Maricastaña las fiestas rompían la terrible monotonía de pueblos y ciudades, donde la única diversión era ir a misas y solemnidades religiosas y pasar en cotilleos. O como decían las comadres, censuran los chismes pero reconocen que las divierten mucho, más cuando el blanco de las habladurías son familias antipáticas de la vecindad.

En estas circunstancias de inquietud, calamidad general y tristezas, las fiestas son un escape, una tregua en las aflicciones, un descanso para los que trabajamos. A ello se suma que hay seguridad en las multitudes, por lo que se pueden visitar lugares a los cuales la mayor parte de la gente no llega casi nunca.

Los parques de diversiones, como prácticamente todo, se montan y organizan a sí mismos: los municipios y los gobiernos establecen las regulaciones que se deben cumplir, fijan los espacios donde van a instalarse juegos y negocios, regulan la circulación, suministran la seguridad y proveen otros servicios, como la atención de emergencias médicas, pero nada más, sin exponerse a un gran fracaso.

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