Pese a lo dicho por el oficialismo, en esta tierra murió la democracia
Para intentar victimizarse y justificar su engendro, el oficialismo alega que se trata de un hecho “soberano” aunque seamos un país pobre. Incluso hasta se habla de “monarquía”, como insinuando un siguiente paso.
En muchos países, como Francia, Japón, Estados Unidos y Australia, primeros ministros o presidentes pueden reelegirse sucesivamente, como es el caso de Macron en Francia y de otros mandatarios, pero siempre que se ciñan a lo que la ley fundamental, la Constitución, y las leyes secundarias lo permitan.
Al violar la ley, el infractor es procesado y puede ser encarcelado.
En Francia el expresidente Sarkozy fue condenado a un año de arresto domiciliario y uso de grillete electrónico por actos contrarios a la ley, mientras que el expresidente colombiano Alvaro Uribe fue sentenciado a 12 años de arresto domiciliario y la argentina Cristina a seis años en la misma condición.
En esta tierra han venido quitando los candados a la Constitución, el más reciente de ellos, el que establece que no puede haber reelección indefinida y que un gobernante no puede permanecer en el poder “ni un día” más allá de su periodo.
Los constituyentes de 1983 pusieron ese y otros nueve candados a la Carta Magna precisamente para impedir que dirigentes mesiánicos vinieran a entronizarse sutilmente como dictadores y acabaran con la democracia, imperfecta pero funcional, que teníamos.
Para intentar victimizarse y justificar su engendro, el oficialismo alega que se trata de un hecho “soberano” aunque seamos un país pobre. Incluso hasta se habla de “monarquía”, como insinuando un siguiente paso.
Pero es ilegítimo defender una artera agresión a las leyes, el orden cívico y la moral tergiversando hechos, lo que es una burla a la gente de nuestro país, incluyendo a los que apoyan al régimen.
En el mundo hay reinados como en Holanda, Suecia y Japón, pero los monarcas están limitados en sus funciones por la ley; cuando los monarcas del Reino Unido se dirigen al parlamento y al pueblo, el discurso que leen está escrito por el jefe de gobierno, no por ellos y sus cortesanos, lo contrario de lo que está sucediendo en nuestro suelo en que los "parlamentarios" aprueban leyes que con frecuencia no han leído ni mucho menos discutido, siendo una vacía formalidad: obedientemente "puyan" el botón para aprobar, lo que no sucede en Nicaragua, pues tal remedo ni tan siquiera existe.
Se ha señalado que hay pequeñas especies marinas que vienen sobreviviendo desde hace milenios pese a carecer de cerebro —lo que para muchos es una alentadora señal para tantos, no solo en nuestro suelo sino que alrededor del mundo— y que salen a la luz cada vez que se celebran elecciones, como lo comprobaron Hugo Chávez, los cubanos al decantarse por Fidel Castro y en otros parajes que no es del caso mencionar.
"Cosas veredes...", dijo Don Quijote a su escudero Sancho...
En Bielorrusia el mandatario, Lukashenko, un aliado del criminal de guerra Putin, echa mano de la tortura y la ejecución de disidentes para mantenerse en el poder, como fue el caso de Hitler y los nazis al igual que Mussolini, el adalid del fascismo que terminó ejecutado junto a su amante Clara Petacci.
¿Por qué esos regímenes se mantienen a sangre y fuego o a base de ilusiones y demagogia? Porque no pueden dejar el poder, porque necesitan seguir saqueando los países que regimentan y porque no pueden exponerse a que gobernantes legítimos investiguen y les descubran las gusaneras de corrupción y robos.
"Democracia" significa "poder del pueblo", no de un dictador o una oligarquía
El oficialismo ha dicho que las sucesivas elecciones que se ha recetado "no vulneran la democracia", contradiciendo el sentido del término que es "el poder en manos del pueblo", no de una oligarquía ni menos de una persona, una expresión cuya substancia fue formulada por los griegos hace más de dos mil quinientos años, cuando la Asamblea que dictaba las leyes estaba formada por todos los hombres libres mayores de dieciocho años pero en la cual no tenían cabida ni las mujeres ni los niños ni los esclavos o libertos, ni menos griegos de otras ciudades que no eran parte de Atenas.
Esta tradición se mantuvo en parte por los romanos hasta desvanecerse bajo Constantino, el caudillo que abrazó el cristianismo...

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