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El sesgo de confirmación

Cuando personas con creencias similares interactúan entre sí, sus opiniones no solo se refuerzan, sino que tienden a volverse más extremas.

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Por Mario Vega
Publicado el 20 de julio de 2025


París, 1894. La guerra franco-prusiana aún duele en la memoria y en el Estado Mayor francés estalla un escándalo: alguien ha estado pasando secretos militares a los alemanes. Rápidamente los altos mandos encuentran a su culpable ideal: Alfred Dreyfus, un joven capitán de excelentes antecedentes, pero que era judío en una época de exacerbado antisemitismo. Las pruebas eran flojas y los documentos dudosos, pero lo juzgan y condenan por traidor y lo envían a prisión a la Isla del Diablo, en la selva sofocante de la Guyana Francesa.

Es hasta cuatro años después, cuando Émile Zola, un famoso escritor, escribe y publica indignado una carta en la que acusa a los generales y a los jueces por haber condenado a un inocente. Todavía habrían de pasar seis años más para que Dreyfus fuera declarado inocente y volviera al ejército con el uniforme limpio y la frente en alto. Este caso es un ejemplo extremo del fenómeno conocido como sesgo de confirmación. A pesar de la falta de pruebas, los jueces solo buscaron evidencia que confirmara su culpabilidad y rechazaron cualquier dato que sugiriera su inocencia.

 Cuando las personas buscan información creen que están siendo racionales, analizando datos de manera imparcial y llegando a conclusiones objetivas, pero la realidad es muy diferente. El cerebro humano no está diseñado para buscar la verdad, sino para reafirmar lo que ya cree. El sesgo de confirmación conduce a seleccionar, interpretar y recordar la información de una manera que encaje con nuestras creencias.

 Es decir, prestamos más atención a la información que nos da la razón, mientras ignoramos o rechazamos la información que nos contradice. Interpretamos la ambigüedad a nuestro favor y nos rodeamos de personas y fuentes que refuercen lo que pensamos. Este sesgo no es intencional. No es que la gente elija conscientemente ser irracional. Es un mecanismo automático del cerebro que nos ayuda a reducir la disonancia cognitiva y la incomodidad de enfrentarnos a información que contradice lo que creemos.

 La manera en que nuestros cerebros llegaron a desarrollar este mecanismo de confirmación tiene sentido al comprender que nuestros ancestros no necesitaban conocer la verdad objetiva sobre el mundo, necesitaban sobrevivir. Cuando los antepasados escuchaban un ruido en la selva siempre significaba peligro. Aunque a veces se equivocaran, la tendencia a confirmar su creencia los mantenía con vida. Progresivamente, sus cerebros se fueron condicionando en una estructura que busca la afirmación de las creencias propias.

 En la actualidad los estudios realizados con resonancia magnética han mostrado que cuando las personas ven información que confirma sus creencias políticas su cerebro responde como si estuvieran recibiendo una recompensa, en cambio, cuando ven información que las desafía el cerebro activa regiones asociadas con el dolor. En otras palabras, reafirmarnos en lo que creemos nos da placer; por el contrario, cuando nos enfrentamos a información que nos contradice, el cerebro activa una región asociada con el conflicto y la incomodidad. Creer que estamos en lo correcto es placentero, dudar de nuestras creencias es incómodo y estresante.

Las redes sociales han logrado explotar al máximo el sesgo de confirmación. A través de los algoritmos las plataformas digitales personalizan el contenido para cada usuario mostrándole contenidos alineados con sus intereses previos. Como resultado, se crean las burbujas de información, por medio de las cuales, las cosas más absurdas parecen ser mucho más sólidas de lo que realmente son. Cuando personas con creencias similares interactúan entre sí, sus opiniones no solo se refuerzan, sino que tienden a volverse más extremas. Esto ocurre porque cada persona aporta información que confirma la narrativa del grupo, descartando cualquier contraargumento. Las consecuencias sociales de esto son elevadísimas.

El sesgo de confirmación no desaparecerá, porque es una característica fundamental de la mente humana, pero reconocerlo y enfrentarlo es el primer paso para acercarnos a una comprensión más objetiva del mundo. Esto requiere de un esfuerzo consciente y la capacidad de someterse al malestar de desafiar las propias creencias. De la misma manera que en un pasado el sesgo de confirmación le permitió al humano sobrevivir a un mundo hostil, su superación le permitirá comprender mejor ese mundo y encaminarse hacia la verdad objetiva.

Pastor General de la Misión Cristiana Elim

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