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¿Salud mental inalcanzable en el país?

Algunos especialistas consideran que nadie está exento de la acción de los diferentes tipos de estrés y estiman que al menos una de cada cuatro personas sufre cambios en su salud mental (conductas, pensamientos, emociones, otros) que pueden tener repercusión en el plano físico (cefaleas, mialgias, adinamia, insomnio, etc.) y viceversa

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Por Rodolfo Chang Peña
Publicado el 09 de febrero de 2025


Si nos atenemos al concepto de que salud mental es un estado de bienestar que permite a las personas hacer frente a los momentos de estrés, desarrollar destrezas y habilidades, estar en condiciones de aprender, trabajar, llevar vida familiar y contribuir a la mejora de su comunidad, prácticamente nadie disfruta de salud mental, porque es imposible librarse de todas las situaciones que causan estrés. Tal vez se refiere al tipo de estrés que de tarde en tarde surge cuando las exigencias del entorno superan lo que las personas creen que pueden manejar, provocándoles una sensación de impotencia y desesperanza que les deprime y causa ansiedad.

Obviamente no todas las situaciones conflictivas y frustrantes que producen angustia se convierten en problemas de salud mental, por lo general para que eso ocurra se necesita de la convergencia de varios factores como la frecuencia e intensidad de los estímulos del entorno, tipos de personalidad, predisposición genética, etc. y prueba de ello es el malestar cotidiano al que todos estamos acostumbrados en tiempos normales: tráfico embotellado, conductores descorteses, las redes sociales, marketing publicitario, los que lanzan basura a las cunetas, quebradas, lagunas y playas, hábitos escandalosos de algunos vecindarios, etc.

Un estudio que analiza la salud mental en la población joven, entre los 12 y los 24 años de edad, evidencia que la inseguridad en cualquiera de sus formas (Jurídica, migratoria, económica, etc.) constituye el mayor reto al bienestar que a la larga conduce al estrés crónico, el aislamiento y ansiedad que tarde o temprano evolucionan a la depresión, alcoholismo, consumo de drogas y en el peor de los casos, al suicidio.

Entre los adultos, en cambio, los factores de riesgo que con más frecuencia contribuyen a deteriorar la salud mental destacan el desempleo, la ausencia de oportunidades, las pensiones insuficientes, la tendencia alcista de la vivienda y artículos de la canasta básica, la pobreza, miseria, abandono, conflictos de pareja, enfermedades (Diabetes, hipertensión arterial, VIHSIDA, cáncer, insuficiencia renal crónica y otras), desastres naturales y otras adicciones.

Algunos especialistas consideran que nadie está exento de la acción de los diferentes tipos de estrés y estiman que al menos una de cada cuatro personas sufre cambios en su salud mental (conductas, pensamientos, emociones, otros) que pueden tener repercusión en el plano físico (cefaleas, mialgias, adinamia, insomnio, etc.) y viceversa. Y opinan que en la práctica solamente un pequeño porcentaje del total de pacientes acude por ayuda con el Médico Psiquiatra.

Durante la pandemia por el covid por ejemplo, la población entró en pánico, el temor a contagiarse y enfermar con una alta letalidad era el pan de cada día; no obstante, buena parte de ciudadanos logró racionalizar la situación y lejos de deprimirse optó por encerrarse en sus hogares, otros cumplieron con las recomendaciones sanitarias y evitaron salir más que lo necesario, lamentablemente un grupo sucumbió al temor y preocupación y desarrolló ansiedad y crisis de depresión, aun cuando se protegieron en la medida de las posibilidades y como era de esperar, la importancia en la atención de los enfermos se desvió hacia el despelote del covid, no a los problemas de salud mental.

Pero, ¿qué se puede hacer para mejorar la salud mental de los salvadoreños agobiados por tantas situaciones? Si tomamos en cuenta que las instituciones públicas con dificultades salen adelante con la atención del perfil epidemiológico prevalente y que el ejercicio privado tampoco es solución por sus altos costos, el problema es mucho más complejo de lo que parece. Algunas señales del mismo que salen a la luz entre los jóvenes escolares que deben alertar a los padres de familia son la farmacodependencia, automedicación, abuso del consumo de analgésicos, mezclas de analgésicos con bebidas energizantes, abuso de tranquilizantes y ansiolíticos, aislamiento social, abandono de actividades escolares, pérdida de interés y cambios de conducta.

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