¿Estamos preparados?
La pandemia de COVID-19 dejó muchas lecciones de las que la comunidad científica tomó nota y aprendió. Ahora se conoce más de la naturaleza de los virus, de la forma en que mutan, de cómo interactúan con los mecanismos de defensa de los seres que infectan, de cómo se protegen para evitar ser neutralizados. La pandemia también impulsó mucha investigación en la producción de vacunas y otras formas de tratamiento para infecciones virales. Pero los científicos también se dieron cuenta que falta mucho camino por recorrer para que la Humanidad esté preparada para otra pandemia.
Y es que la probabilidad de que en un futuro se produzca otra pandemia es muy alta, para algunos especialistas es prácticamente inevitable. La conducta humana moderna con sus movilizaciones masivas, su comercio, su producción de alimentos (en especial animales), favorecen la creación de diferentes tipos de virus y su propagación.
De acuerdo con la opinión de expertos, la próxima pandemia será también de un virus respiratorio, muy probablemente del tipo de la influenza. De los que más preocupa está el de la influenza aviar H5N1, pero existen otros a los que se les observa de cerca. El H5N1 ya pasó a infectar ganado y en forma ocasional a personas. Se teme que una serie de mutaciones le permita eventualmente producir de forma eficiente infecciones de persona a persona y tener potenciales pandémicos.
La gran pregunta es si el mundo está preparado para la próxima pandemia. La respuesta es que depende desde qué punto se mire y desde dónde se mire. No es igual la reacción que se puede dar en una zona desarrollada como Europa o Norteamérica que en países subdesarrollados en donde se depende mucho de la ayuda externa. Desde una perspectiva puramente científica sí se puede estar preparado. Se cuenta ya con el conocimiento (que aumenta constantemente), con las instalaciones de investigación y producción, y con los medios informáticos de monitoreo. Pero esto sólo es una parte de la ecuación. La otra parte viene de decisiones políticas.
La investigación científica cuesta dinero, mucho dinero, por lo que depende mucho de la asignación de recursos económicos. Depende también de la fluidez con que se pueda intercambiar información y conocimientos entre centros de investigación de diferentes partes del mundo. Todo esto puede ser facilitado u obstaculizado por los gobiernos, es decir por decisiones políticas. Y los gobiernos no siempre han sido facilitadores en este sentido pues a veces prefieren lo popular o vistoso a lo importante. Si lo que los gobiernos del mundo gastaron en los últimos cincuenta años en armas y guerras, en investigación médica, muy probablemente el cáncer ya no sería un problema de salud en el mundo. En cuanto a las pandemias, durante el COVID-19 se aceleró la producción de vacunas RNA recombinante y se adelantó mucho el conocimiento para hacerlas más seguras y eficaces.
Pero en Estados Unidos se acaba de restringir el financiamiento para la investigación de este tipo de vacunas. Y con las pandemias, o son medicamentos (que aún no hay) o son vacunas. No hay planes B o C.
En un mundo donde se ve al extranjero como enemigo y se restringe su interacción e intercambio del saber es más complicado el progreso científico. Muchas de las mentes más brillantes en investigación de vacunas son chinos, hindúes, árabes. Es un hispano el que maneja uno de los grandes centros de investigación del H5N1, probablemente la próxima pandemia.
Médico Psiquiatra

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