Antes uno, ahora tres
Al final del día, el manojo de políticas antinatalistas (si el lector quisiera profundizar en el tema le recomendaría el documental “One Child Nation” que expone con crudeza y objetividad en qué consistió y cómo se llevaron a cabo dichas políticas), marcó no una sino varias generaciones.
China está cambiando sus políticas demográficas. Ahora resulta que en lugar de fomentar que cada matrimonio tenga solamente un hijo, el gobierno central está impulsando activamente -muy activamente- que cada pareja tenga al menos tres.
La poderosa economía china, que ocupa el lugar 75 en el ranking mundial del PIB per cápita (por detrás de Panamá y República Dominicana), se ha dado cuenta de que de nada les sirve ser ricos si son viejos… y por eso el gobierno se ha embarcado en una campaña nacional para fomentar la natalidad. Un tremendo esfuerzo para cambiar el “chip” mental que llevaba a los chinos a tener un solo hijo, e influir en la voluntad de cada ciudadano para ser “responsable” y tener más descendencia. Ahora la moda en China es casarse y tener hijos, cuantos más mejor.
En el año 2023, en una reunión con la Federación de Mujeres de China, Xi Jinping pidió fomentar activamente una nueva cultura de la maternidad, fortalecer la orientación sobre las opiniones de los jóvenes sobre el matrimonio y la familia y responder activamente al envejecimiento de la población. Cosas veredes.
China dejaría de ser China si no fuera centralista. El impulso a la natalidad impulsado desde Beijing hace que eso de tener hijos se convierta no solo en una política de Estado, sino en una obligación personal, en una cuestión de patriotismo. Ya se sabe… cuando los chinos se proponen algo, no cejan hasta conseguirlo.
Así, no extraña que en el sitio oficialista China Reports Network aparezcan textos como el siguiente: “ningún miembro [del partido] debe usar ningún pretexto personal para no casarse o para no tener hijos, y de la misma manera, no debe usarlo para tener únicamente uno o dos hijos. Cada miembro del PCC debe asumir una responsabilidad y una obligación con el crecimiento poblacional del país y llevar adelante la política de los tres hijos”.
China dejaría de ser China si dejara de ser imperativa/impositiva. También en la “empresa privada” china se toman en serio las directrices del PCC. Gran revuelo causó la convocatoria de Shandong Shuntian Chemical Group que en febrero de este año envió un correo a sus empleados solteros o divorciados para exhortarlos diciéndoles que “si dentro de los próximos tres trimestres (el plazo vence el 30 de septiembre) no te has casado y formado una familia, la empresa rescindirá tu contrato laboral”. O sea… o te casas, o a tu casa. Vaya. Algo impensable en el mundo occidental pero, ya se ve, bastante “normal” en la cultura china.
Sin embargo… las cosas no son tan sencillas. No hay tales -ni en China ni en cualquier parte del mundo- de eso tipo “el gobierno decide y tú actúas”. Los expertos opinan que no es tan fácil revertir la cultura antinatalista china de más de cuarenta años de práctica, que ha derivado hoy día en una baja, bajísima, tasa de nupcialidad y en el aumento de la tasa de divorcios.
Al final del día, el manojo de políticas antinatalistas (si el lector quisiera profundizar en el tema le recomendaría el documental “One Child Nation” que expone con crudeza y objetividad en qué consistió y cómo se llevaron a cabo dichas políticas), marcó no una sino varias generaciones.
Un auténtico, e interesantísimo, espejo en el que los países occidentales pueden ver cómo no es tan sencillo dar un golpe de timón después de décadas de haber fomentado y practicado una cultura antinatalista y pretender lo contrario. Como si se tratara de pasar un switch de on a off, como si -simplemente- se pudieran manipular las voluntades y las percepciones de las personas para que decidan actuar de uno o de otro modo en algo tan personal, y tan relacionado con la libertad, como decidir tener/no tener hijos; o, incluso posponer su nacimiento.
Ingeniero/@carlosmayorare

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