Los sueños de José y el plan de Dios en nuestras vidas

Es un día de Gracia, es un domingo especial, el cuarto domingo de Adviento, justo el día en que Jesús nace. Jesús nos quiere enviar un mensaje de paz, de amor, de fraternidad; debemos revisar nuestras vidas, obras y evaluar cómo fue nuestro año, si fue tan solo un año más o si realmente vivimos para y por la gloria de Dios.

En lo personal un año sumamente difícil pero agradecido con Dios. Los católicos tenemos un gran deber, no podemos evadir nuestras responsabilidades como hijos de Dios. Debe ser ese pesebre nuestro hogar; vivir alrededor del amor de Dios y hacerlo efectivo de una vez cuando vemos a Dios en el necesitado, en el pobre, en el anciano, en el enfermo y en los niños.

Tenemos una ardua labor. El mundo sufre por tantas guerras y habrá miles de hogares en el país donde no habrá felicidad sino tristeza por el ser amado fallecido o detenido injustamente; por el que migró, por las familias desintegradas. Por lo tanto, siquiera en oración debemos elevar tal plegaria para que estas familias y el país tomen por fin el camino de la reconciliación. Se lee: “El Cuarto Domingo de Adviento es el domingo previo a la Navidad. Este año es 24 de diciembre y coincide con la víspera del día de Navidad (¡Hoy es Nochebuena!). Centremos la mirada en lo que está por suceder y dejemos todo lo que quedó atrás”.

 “En esta oración familiar como símbolo de que la espera está por terminar, el Señor está muy cerca y viene trayendo la alegría de la paz. Por eso, oremos junto con San José, el gran guardián de la Sagrada Familia, y pidamos que, como a él, Dios nos guíe con los sueños para lograr ser mejores seres humanos oremos junto a la Virgen María, quien es “Morada de la Luz”, y pidamos la gracia que necesitamos para acoger al Niño Jesús con amor y humildad”.

Pero ¿dónde está la humildad y la paz? No debemos buscarla fuera de nosotros, sino que Dios nos da una gran oportunidad de que cultivemos la humildad y el amor, que veamos en nuestro prójimo al hermano y que en lugar solo y apartado hagamos nuestro templo personal, para orar por nosotros, por un mundo donde reine el amor y la paz. Que la Santísima Virgen María sea quien nos recuerde que “la Palabra se hizo carne, y puso su morada entre nosotros”.

El primer sueño de José es cuando se le dice que no tenga miedo de tomar a María como esposa, porque ella ha concebido por el Espíritu Santo; también la Anunciación, cuando un ángel visita a María y ella acepta concebir “por el poder del Altísimo”; debemos preguntarnos ¿cuáles son nuestros miedos a hacer esto o aquello que agrade a Dios?

 En el segundo sueño de José se le advierte que debe abandonar Belén y huir a Egipto y ¿cuántos de nosotros hemos abandonado la fe en nuestra Iglesia? ¿Cuántos hemos huido despavoridos cuando el sacerdote nos dice las cosas claras?

Pareciera que hay iglesias para todos los gustos y colores y ahora es cuando vemos el rostro de José en la cara de nuestro prójimo.

En el tercer sueño se le dice a José que es seguro volver a Israel. Como la vida es dinámica,  ni por un segundo quisiera comparar la violenta guerra que ocurre entre Israel y Palestina. Aquí debe José detener el camino y siendo un preferido de Dios, pedirle al oído que detenga esas masacres que ocurren en hospitales donde los niños están sacando la peor parte.

 En el cuarto sueño, José decide tomar el camino hacia Galilea y debemos preguntarnos ¿cuál es nuestro camino? ¿Un camino hacia Dios y hacia nuestro prójimo? O ¿un camino hacia el exceso, la gula, lujuria, avaricia, despilfarro, al vacío? Pero lo importante para esta gran celebración “porque en Ti está la fuente de la vida y en Tu luz veremos la Luz” (Salmo 36.9) ¡¡¡ Feliz Navidad!!!

Médico.