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Movilidad Humana: Nada nuevo bajo el sol

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Por Francisco Galindo Vélez
Publicado el 13 de junio de 2025


Desde que el ser humano apareció en el planeta se ha movido de un lado a otro. No se quedó en África donde nos dicen los expertos que todo comenzó, sino que se extendió por los demás continentes, incluso éste, separado por océanos, tanto por el Estrecho de Bering, que implicó idas y venidas entre dos continentes de acuerdo con algunos expertos, como por los océanos Pacífico y Atlántico de acuerdo con diferentes teorías. Y los humanos no son la única especie que va de un lugar a otro.

Ya en el siglo XX, la dirección de los flujos migratorios fue diferente durante las primera y la segunda mitad del siglo, pero no así el porcentaje de migrantes en relación con la población mundial. Antonio Elizalde Hevia, Luis Eduardo Thayer Correa y María Gabriela Córdoba Rivera lo explican de la siguiente manera en su escrito Migraciones sur-sur. Paradojas globales y promesas locales: “Durante la primera década del siglo XX el 90% de los migrantes provenía de Europa y se dirigía a cinco países: EEUU, Argentina, Canadá, Brasil y Australia. Hoy esa misma proporción de migrantes proviene de tres continentes: Asia, África y Latinoamérica y se dirige a cuatro grandes regiones: Europa, Norteamérica, Asia Pacífico y El Golfo Pérsico. Las migraciones se han mundializado no tanto por la magnitud de los flujos, que sigue estando por debajo del 5% de la población mundial, sino por el reducido número de países que hoy permanece al margen de las redes migratorias.” Y a este panorama se debe añadir la importante migración sur-sur.

Así las cosas, los movimientos de personas han seguido y las estadísticas que proporcionan las Naciones Unidas son muy dicientes:

  • En 2024 se estimó que el número de migrantes en todo el mundo era 304 millones de personas, es decir, más o menos el 3.7% de la población mundial, y que las mujeres representaban el 48%.
  • A fines de 2024, el número estimado de refugiados en el mundo era de 43.7 millones de personas. 
  • A fines de 2024 había 8 millones de solicitantes de asilo.
  • En 2024, había 4.4 millones de apátridas, es decir, personas sin nacionalidad.
  • A mediados de 2024 había 70 millones de personas que habían sido obligadas a desplazarse al interior de sus propios países.
  • Desde 2008, se estima que cada año se han tenido que desplazar unos 24.5 millones de personas por inundaciones, tormentas, incendios forestales y temperaturas extremas ocasionados por el cambio climático”.

Últimamente, sin embargo, en algunas partes del mundo se ha elaborado una compleja ecuación que combina migración (vista como una invasión y una carga onerosa para los servicios sociales del país receptor); seguridad (percibida como peligro de terrorismo, delincuencia y pérdida de empleo de los nacionales); e identidad (sentida en términos de que son diferentes). Los tres elementos se alimentan y retroalimentan, algunas personas han llegado al convencimiento de que representan una verdadera amenaza existencial para sus países, y hay políticos que hábilmente usan el miedo para lograr importantes y rápidos réditos atizando las emociones y construyendo enemigos todo el tiempo. Es una perspectiva fundamentalmente política, a la que desde otras partes del mundo se responde desde la perspectiva de derechos. 

Desde la perspectiva de derechos, lo primero es la dignidad humana (un valor intrínseco, es decir, inherente, esencial, pues no depende de ninguna circunstancia, e inalienable, ya que no se puede ni quitar ni restringir); toda persona es titular de derechos (independientemente de su condición migratoria); los migrantes no representan un problema de seguridad (la inmensa mayoría no son ni terroristas ni delincuentes); hacen importantes aportes a los países receptores (pagan impuestos, hacen trabajos que nadie más quiere hacer y mantienen bajos los salarios y contribuyen a la competitividad de los países receptores porque los empleadores se aprovechan de su vulnerabilidad); no existe una obligación de aceptar migrantes (los países deciden a quién aceptar o no en sus territorios), pero si hay una obligación de tratarlos con dignidad y de acuerdo con el Derecho Internacional de los Derechos Humanos.

En el fondo de estas perspectivas hay dos maneras muy diferentes de concebir la relación entre personas al interior de sus países y la relación entre países: 

  1. La perspectiva política se basa en relaciones de fuerza y poder. 
  2. La perspectiva de derechos se basa en los derechos humanos. 

En todo caso, la protección de personas migrantes es fundamental y representa una labor interminable y, aunque sea contra los vientos más fuertes y las mareas más poderosas, debe seguir. Ahora bien, desde la perspectiva de derechos, de manera sumamente simplificada, se puede decir que hay personas que salen de sus países por voluntad y que las hay que lo hacen por obligación. Por voluntad, se trata de personas que salen por razones familiares, de estudio, de trabajo, etc., con todos los documentos y permisos en orden.

En relación con las personas que salen por obligación, de nuevo de manera muy esquemática, se puede vincular esa necesidad imperiosa a incumplimientos o violaciones a los derechos humanos de tres tipos:

  1. los derechos civiles y políticos;
  2. los derechos económicos, sociales y culturales; y
  3. el impacto en los derechos de las personas de la destrucción de la naturaleza y de la Casa Común.

Ahora bien, en términos de desarraigo forzado también se debe tener presente a los desplazados al interior de sus propios países por violaciones a sus derechos humanos, y que en el desplazamiento encuentran cierto grado de protección y de seguridad.

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