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Que a tiempo me retiré

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Por Carlos Emilio Álvarez
Publicado el 07 de agosto de 2025


El 30 de junio hizo exactamente 10 años que me retiré de mi práctica de Cirugía de Colon y Recto, en el Hospital Mercy, de Miami, Florida. Ese día practiqué la última cirugía de mi vida quirúrgica activa, y recuerdo, con gran emoción, que cuando salí del quirófano, cual fue mi sorpresa de que todo el personal de sala de operaciones, médicos, enfermeras, ayudantes y secretarias, habían formado una valla humana, que al yo caminar al centro, ellos me aplaudieron hasta más no poder. ¡Fue una expresión de cariño sin igual y muy emocionante!

El 15 de diciembre de 1980 fue un triste día en el que, por razones ajenas a mi persona, me vi obligado a abandonar mi país, dejando todo, incluyendo mi práctica de cirugía de 5 años, e inclusive dejando a 5 pacientes operados en la Policlínica Salvadoreña. Ilusamente, pensé que me iría por un par de meses, ¡y se me hicieron 35 largos años! Por esa razón, de que no emigré por mi voluntad, sino que me vi forzado a hacerlo, es que en los Estados Unidos “NUNCA DESEMPAQUÉ MI MALETA”. Siempre mantuve la ilusión, de algún día, regresar a vivir a mi tierra. Y logré mi anhelo, ya que el pasado 20 de julio cumplí 10 años de haberme regresado ¡y del todo!

Fueron varias poderosas razones las que me llevaron a tomar la decisión de suspender la práctica de mi cirugía, por la que tuve una verdadera pasión. Aquí algunas de ellas: En los 35 años que ejercí la medicina en los Estados Unidos pude vivir la metamorfosis que sufrió el ambiente médico. Los primeros años era una práctica privada libre: el médico ordenaba los exámenes, rayos X y tratamientos que creía más conveniente para su paciente, y eso se hacía, nadie cuestionaba; también los honorarios del médico eran pagados, es su totalidad, ya sea por el paciente, o por el seguro médico. Poco a poco fue escalando el control del ejercicio médico, por las compañías de seguros médicos y también por el gobierno a través del Medicare y el Medicaid (el Medicare en un seguro médico, pagado, que el gobierno le da al jubilado, y el Medicaid, es un seguro del gobierno, gratis, para las personas indigentes). 

La PRÁCTICA DE LA MEDICINA se convirtió en la INDUSTRIA DE LA MEDICINA.

El gobierno, a través del Medicare y el Medicaid, comenzó a poner control sobre los cobros de los honorarios médicos y de los hospitales, poniendo tarifas bastante bajas. En seguida, las compañías de seguros médicos, ni lerdos ni perezosos, comenzaron a hacer lo mismo, con la diferencia de que ellos salieron con tarifas aún más bajas, pagando un porcentaje de lo que aprobaba el gobierno.

Año tras año, las cosas fueron de mal en peor, con esto de los honorarios médicos, al grado de que en el 2014, de cada 1 dólar que yo mandé a cobrar, únicamente, recuperé 28 centavos. Los otros 72 centavos se esfumaban como por arte de magia, sin yo poder hacer nada.

Después del control del dinero, vino el control del ejercicio de la medicina en sí. En un gran porcentaje de veces, los procedimientos y exámenes ordenados por el médico, eran cuestionados, la mayoría de las veces, por una persona que no era  médico. Fueron innumerables las horas que pasé en el teléfono dando explicaciones del porqué de mis decisiones; algunas veces con el director médico de la compañía, pero otras con personas que sencillamente tenían órdenes de cuestionar todo, con el fin de no pagar, o de pagar lo menos posible.

Para rematar lo que ya estaba difícil, vino el control de los hospitales. Los hospitales comenzaron a convertirse en tu competencia al emplear a médicos asalariados del hospital; igualmente, los hospitales compraron prácticas a médicos bien establecidos, y ellos pasaban a ser empleados del hospital. Por ejemplo, en mi caso, yo ejercía el 95% de mi práctica en el Hospital Mercy, e inclusive, yo tenía mi oficina privada en el edificio de clínicas del hospital. El hospital le compró la práctica, y empleó, a un grupo de 4 cirujanos Colorrectales; por demás está decir de que todas las consultas intrahospitalarias, y de emergencia, eran para el grupo de asalariados. También, los hospitales comenzaron a poner “protocolos” de cómo manejar ciertos casos, y los seguían inclusive en contra de las órdenes del médico responsable del caso.

Lo antes expuesto fueron algunas de las situaciones que llegaron a colmar mi paciencia, y mi tranquilidad. Al implantarse estos cambios drásticos en el ejercicio de la práctica médica, le dije a mi esposa: “El día que me veas que no estoy contento con ejercer la medicina, ese día me retiro”. Y ese día llegó.

He traído a cuenta este relato de mi experiencia, pues en los 10 años que llevo viviendo en el país (2015-2025), he podido comenzar a ver en las prácticas de mis colegas algunos cambios similares a los que yo viví en los Estados Unidos. Dios no lo quiera, pero me parece que el ejemplo de los del norte lo han tomado muy en serio los de la “naciente” INDUSTRIA DE LA MEDICINA DE EL SALVADOR.

Practiqué cirugía en El Salvador de 1976 a 1980. Entonces la práctica de la medicina era bastante relajada. No había controles de ninguna clase. El cirujano podía ir a cualquier hospital privado que el paciente escogiera (aunque en San Salvador, donde yo practicaba, solo había 2 hospitales privados). Así mismo, tanto los laboratorios clínicos como las clínicas de radiología eran privados, y el paciente escogía dónde ir. Igual de relajado era el trabajo en el Hospital Rosales. En cada Servicio estaban asignados varios médicos con plaza remunerada a los que se les exigía cierta cantidad de horas laborales, pero también, habíamos un buen número de médicos que le dedicábamos nuestro tiempo de gratis, hoy en día dirían “AD HONOREM”; gustosa y voluntariamente, le donábamos nuestro tiempo al Rosales, el hospital que nos formó, que nos dio todo lo que tenía – era, en cierto modo, una forma de retribuir al viejo caserón.

Yo le dedicaba toda la mañana al Rosales, y por la tarde atendía en mi clínica, intercalando, como podía, las cirugías. El trabajo en el ISSS era un poco diferente. Los horarios eran más estrictos, y en el ambiente se notaba cierta tensión, que nunca pude descifrar; solamente trabajé como cirujano colorrectal entre 8 y 9 meses en el año 1980 y con plaza remunerada.

Actualmente desconozco el ambiente en los hospitales del país, tanto privados como públicos, pero entiendo, a decir de algunos colegas, que ya no existe un ambiente totalmente relajado y flexible. He visto cómo las compañías de seguros médicos cada día están más en control de las prácticas médicas, exigiendo autorizaciones para exámenes, radiografías y cirugías. Todavía el control de los precios de los procedimientos lo veo un poco más relajado que en los Estados Unidos, pero no dudo de que, poco a poco, van a ir apretando y exprimiendo a los colegas.

Me parece que también el Estado, al igual que en los Estados Unidos, está comenzando a tomar control de la industria de la medicina en el país. Ya existía el Consejo Nacional de Salud Pública, desde donde se “controlaba” el ejercicio de la Salud; ahí he estado inscrito, desde mi graduación en 1972, bajo la supervisión de la Junta de Vigilancia de la Profesión Médica con el #954. 

A pesar de ya existir un ente regulador, recientemente se formó el Consejo Nacional de las Especialidades Médicas (CONADEM), una entidad descentralizada adscrita al Ministerio de Salud (MINSAL). En mi opinión, creo que ésta sí fue una medida acertada, pues desde que yo recuerdo, cualquier médico, o no médico, se podía declarar “especialista” en cualquier rama de la medicina, así nomás (incluso, en aquel entonces, se rumoraba que había “especialistas por decreto legislativo), y a alguno que otro se les obviaba la necesidad de pasar el año requerido de incorporación.

Lastimosamente, mi experiencia con el CONADEM ha sido un poco engorrosa. A pesar de ya estar retirado, todavía colaboraba dando consulta “ad honorem” con las Hermanas Carmelitas (administradoras de la ex-Policlínica Salvadoreña) en la Clínica El Carmelo, en Soyapango, por lo que decidí inscribirme como especialista coloproctólogo. En noviembre del año pasado comencé a tratar de poner los requisitos en la página web de la institución, cosa que se volvió sumamente complicada. Tuve que presentarme a sus oficinas, y no fue hasta después de tres distintas sesiones con “especialistas en la materia” que logré finalizar mi inscripción, si mal no recuerdo, en enero de este año. Hasta mediados de julio aún no me daban mi número de inscripción; como dice el dicho “estoy esperándolo como agua de mayo”.

Hay otra situación. Hace unos días visité la clínica de un colega y me llamó poderosamente la atención un rótulo que se exhibía en una de las paredes. Era un rótulo con firma gubernamental donde claramente describía lo que el médico podía hacer, y lo que no podía hacer, en su clínica.  

Soy un asiduo lector del periódico. Por la mañana, me encanta desayunar leyéndolo. Y me lo leo de punta a punta, incluso ¡a veces ojeo los clasificados! Es por eso que estoy al tanto de las preocupantes noticias, de los problemas por los que está pasando la medicina en el país, especialmente lo que atañe a la salud pública. ¡Hay efervescencia en el ambiente!

Al igual que yo, los que leen los periódicos, o ven los noticieros en la televisión, se han dado cuenta de múltiples reclamos: por la tardanza de atención a los pacientes (especialmente la tardanza de hacer las cirugías), de la escasez de especialistas, que médicos generales están haciendo ciertas cirugías que no deberían, que hay desabastecimiento de medicinas y de materiales necesarios, que están trayendo especialistas extranjeros, que se acabaron los ECOS, etc. 

En fin, casi a diario salen quejas de los médicos, de los sindicatos, de los trabajadores de los hospitales, y recientemente, para rematar, reclamos de los estudiantes de medicina de no poder ingresar al internado por un examen.

Con respecto a esta preocupante situación de la salud en el país, se ve que no existe un diálogo, lo que en este caso específico es de suma importancia. Como en cualquier buen matrimonio, la comunicación y el diálogo son indispensables; sin estos dos ingredientes, el matrimonio irá en picada hacia un quebrantamiento, hacia un divorcio. Creo que no solo yo, sino también todo el gremio médico, sociedades médicas, y toda la población en general, deberíamos de pedir cordura y mucha comprensión de las partes. Si se llega a un buen arreglo, el único ganador será el pueblo salvadoreño, a quien nos debemos, todos y cada uno de nosotros. 

Estoy seguro de que el Salvador del Mundo, la Virgen de la Paz y Señora Santa Ana ya están trabajando desde hace ratos en cómo se puede resolver. Solo faltamos todos los salvadoreños. Todos los días de la semana, del mes y del año me repito: ¡GRACIAS DIOS MÍO - QUE A TIEMPO ME RETIRÉ!

Médico, Cirujano Coloproctólogo

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