La Máscara que usurpó la felicidad del actor
Máscaras del carnaval entre hojas secas que el viento arrastra en la desierta alameda. Caretas del festival, hojas arrancadas al roto calendario de algún tiempo mejor. Ese era “Mascarada”. El mismo infortunado actor a quien la máscara usurpó su propia felicidad. Un ser extraño como todos los habitantes del “Circo Orión”. Aquel reino ilusorio de carpas trashumantes, donde hubo quienes volaban por los aires; algunos hacían aparecer de la nada fieras y mujeres hermosas; otros anunciaban el porvenir y unos más alumbraban el silencio con sus brillantes risas de bufón. Como lo hacía el pintarrajeado reír de la máscara del hombre que perdiera su faz, su risa y su destino en escena. Nadie sabe qué fue de aquel célebre antifaz ni de las alegres comparsas de entonces. Como tampoco se supo del paradero de aquel actor sin rostro y sin estrella, que se esfumó después del final de su último acto. Al fin y al cabo, el carnaval solía arrancarnos la careta con sus manos encantadas. En otras, era la suerte quien nos despojaba del seductor embozo, dejándonos desnudos como la sombra de un sueño. Cuando la máscara se llevaba lo poco o mucho que nos quedaba de la risa y de la vida. Leyenda, pues, de un gambox o careta viviente que usurpó la vida del actor de sí mismo o de lo que faltaba de su farsa. (III) de: “La Máscara que Reía.” ©

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