El Mago Desaparece de Escena Junto a su Amada Ilusión
“Saturno” -el mago del Circo Orión- se había enamorado, cautivado por el bello fantasma que hiciera aparecer por arte de encantamiento. La misma que le había dicho que desaparecería al final del acto, por lo cual el “Señor del Tiempo” -como se hacía llamar- la ató a una silla, con el fin de que no se desvaneciera en el aire. “Te he sacado de la nada y me perteneces como la amada fantasía hecha realidad que crearon mis manos” -dijo entonces el espiritista- con aire de dios omnipotente, acaso creador de la felicidad eterna. “Entonces cuando terminen tus actos ilusorios me iré de ti y del festival” -dijo la dama cautiva de su embrujo. Ese fue el primer espíritu que el mago hizo prisionero en su vagón. Luego encerró dentro del mismo palomas, fuegos, rosas, aves maravillosas, conejos, fieras, sombras y tormentas. En cuenta, un ángel, un diablo y una muerte vivientes. Fue así como Saturno -el astral ilusionista- se fue con los circenses de Orión, yendo de pueblo en pueblo y de estación en estación. Finalmente desapareció en la leyenda como todo lo del carnaval lejano. Se cuenta que un día -tras cometer un error en su acto- su amada aparición se desvaneció en el aire. Desesperado por haberla perdido, decidió desaparecer junto a ella al imaginario mundo de sus seres y actos mágicos. (XVII) de: “La Máscara que Reía.” ©

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