La Palabra
Y es precisamente compartir, vivir y conquistar con palabras, lo que durante 19 años, desde el año 2006, he podido hacer desde una columna dominical que generosamente me permitió El Diario de Hoy, y que con verdadera tristeza, me despido con esta columna.
El capítulo primero del Evangelio de San Juan, comienza así: “En el principio era el Verbo (la Palabra) y la Palabra estaba en Dios, y el Verbo, era Dios”, con lo que de entrada nos hace ver que el Verbo, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, es Jesucristo: La Palabra Eterna. Y es así como comprendemos que al crear Dios al hombre, a su imagen y semejanza, al dotarlo del inmenso don de la libertad, también le dio el poder de la palabra, que lo convierte en el único ser viviente con capacidad de comunicarse con sus iguales.
La palabra es todopoderosa, porque con ella podemos crear o destruir, convencer y moldear la mente para después convertirse en pensamientos o conductas. Ella permite expresar ideas, emociones y experiencias para influir en quien la lee o escucha. Es una herramienta fundamental para la comunicación de la cultura y el conocimiento. Y es por eso, que muchos insignes poetas y escritores, la definieron así: “Una idea entera se cambia, porque se trasladó la palabra a otro sitio” “Los conquistadores andaban por torvas cordilleras y sus palabras luminosas quedaron aquí resplandecientes convertidas en idioma. Se llevaron oro y nos dejaron oro, y salimos ganando porque dejaron las palabras que dan vida a la vida” (Pablo Neruda).
“La palabra es tan libre, que da pánico. La palabra pregunta y se contesta” (Mario Benedetti) “La palabra hay que conquistarla, viviéndola” (Jorge Luis Borges).
Y es precisamente compartir, vivir y conquistar con palabras, lo que durante 19 años, desde el año 2006, he podido hacer desde una columna dominical que generosamente me permitió El Diario de Hoy, y que con verdadera tristeza, me despido con esta columna. Me considero una ferviente creyente de que el progreso de los pueblos se basa en su educación, y confío que ojalá algún día nuestros niños aprendan desde muy temprana edad, a intercambiar ideas, a discutir, a respetar a quien no piensa como ellos, lo que los convertirá en ciudadanos adultos y responsables. Lamentablemente, hasta que ese momento llegue, pareciera que todos debemos pensar lo mismo o nos convertimos en enemigos, y en lugar de construir un diálogo provechoso y sano, recibimos insultos y amenazas...hasta con faltas de ortografía.
Algún día, las futuras generaciones llegarán a entender y respetar el poder de la palabra, con la que podrán sembrar paz, amor y esperanza. Pido al Divino Salvador del Mundo y a la Virgen de la Paz, que muy pronto nuestro pueblo pueda alcanzar ese premio que tan merecido tiene. Nuevamente agradezco a El Diario de Hoy y a mis fieles lectores por lo compartido durante estos años.
Maestra

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