Jóvenes sin compromiso laboral (II)
- Mire licenciada, es que a uno lo quieren explotar solo porque tienen dinero – dijo la estudiante a la profesora de la clase de Derecho Laboral.
¿Por qué dice eso? – preguntó la profesora.
Porque yo acepté trabajar en una casa, para ayudarles, pero querían que bañara a un chucho que tenían…eso es explotación, porque a mí no me gusta bañar animales…
- Pero ¿Le iban a pagar?
Sí, me pagaban, pero tener que bañar mascotas es un abuso…
La calificación de “explotación laboral” por haber pedido que la joven bañara al perro dentro de un trabajo remunerado, es denominado por varios autores como el fenómeno del “cambio en la percepción del trabajo” entre los jóvenes, especialmente en contextos urbanos y postindustriales.
Este cambio no es exclusivo de El Salvador. A nivel mundial, hay una transformación en la forma en que las nuevas generaciones entienden el valor, la dignidad, los límites y el propósito del trabajo.
(1) Autores como Zygmunt Bauman y Byung-Chul Han han señalado que vivimos en una cultura donde el trabajo ya no se concibe como un deber moral ni como medio de subsistencia, sino como una extensión de la identidad personal. Del deber se ha pasado al deseo. Esto produce dos efectos: (a) Si el trabajo no “inspira” o no “representa un valor personal”, muchos jóvenes lo ven como algo indigno o humillante. (b) Se ha debilitado la idea de que todo trabajo honesto es valioso. En su lugar, se privilegia lo que “luce bien” (ser influencer, tuitero, diseñador, etc.).
(2) Un lector de esta sección en EDH me escribió en relación a la Parte 1 de esta cadena de artículos que estoy publicando, lo siguiente: “…dentro del alto porcentaje de grupos familiares quienes reciben aportes de parientes viviendo en el exterior, la “remesa”, cuyo noble propósito original era cubrir el costo de manutención, cuidado de salud y otras necesidades apremiantes de padres envejecidos o para proyectos familiares de emprendedurismo, muchos jóvenes de la familia recipiente se las arreglan para convencer a estas personas mayores para que buena parte de esta aportación sea compartida con ellos para cubrir sus “necesidades”, no para estudiar o adquirir una habilidad que les permita ser personas autosuficientes, sino para mantenerse al día con el último trend de moda o estilos de vida superfluos promovidos por bienaventurados “influencers”. Este estilo de vida, en su mayoría, está muy lejos de reflejar el más básico sentido de responsabilidad individual y que, por el contrario, manifiesta la completa ausencia de metas y aspiraciones que para muchos y durante mucho tiempo fueron la clave del éxito que ahora les permite vivir una vida apacible; para otros, fue la razón principal que los llevó a valorar y encomiar la tenacidad y arrojo de los salvadoreños, motivo de orgullo de generaciones pasadas”.
(3) Los expertos en psicología laboral como Jean Twenge (autora de Generation Me) y estudios del Foro Económico Mundial señalan que los jóvenes de hoy: (a) Tienen menos tolerancia a tareas que consideran “serviles”, aunque estén remuneradas y sean legales. (b) Tienen mayores expectativas en relación al trato y al entorno laboral, incluso en trabajos no calificados. (3) Renuncian más rápido si sienten que no hay “alineación” con sus valores personales.
En otras palabras: quieren autonomía, propósito, trato especial… incluso en puestos básicos. O sea, presentan una pérdida del sentido del compromiso y de la jerarquía laboral.
(4) En los cerebros de jóvenes se configuran errores frecuentes en la interpretación de los derechos laborales. Muchos jóvenes, como la chica que no quiere bañar la mascota, “confunden legalidad con agrado”: (a) El hecho de que una tarea no sea glamorosa (bañar a un perro, barrer, lavar baños) no la hace explotación, si está dentro del marco legal, es remunerada y fue pactada con claridad. (b) La explotación laboral, en Derecho, implica trabajo forzado, no pagado, bajo amenaza o fuera del contrato. Es decir, parece haber una falta de educación laboral y ética del trabajo.
(5) Este fenómeno está golpeando la economía nacional de muchos países como El Salvador pues genera: (a) Dificultad para encontrar personal confiable en trabajos fundamentales (limpieza, cuidado, asistencia, prevención). (b) Baja empleabilidad en sectores donde no hay glamour, pero sí dignidad. (c) Frustración entre empleadores que no logran retener personal aunque ofrezcan salarios competitivos. (d) Dificultad para que las micro y pequeñas empresas generen riqueza. (e) Desempleo. (f) Migración de jóvenes (a pesar que a otros países lleguen a realizar los trabajos que en su tierra natal los consideran explotadores y serviles).
Este tipo de actitudes refleja un cambio profundo —y preocupante— en la forma en que parte de la juventud actual concibe el trabajo: ya no como una responsabilidad, un medio para aprender, o una oportunidad de crecimiento, sino como algo que debe alinearse con sus deseos, aspiraciones o egos. Si el trabajo no luce, no se presume en redes sociales, o si no parece “digno” según sus propios estándares estéticos, se considera degradante.
Es cierto que hay abusos laborales en muchos sectores. Y es positivo que las nuevas generaciones estén más conscientes de sus derechos. Pero cuando esa conciencia degenera en arrogancia, y se confunde una tarea modesta con explotación, se pierde el sentido profundo del trabajo. No hay indignidad en bañar a un perro si el contrato lo incluye, si se recibe un pago justo, si el trato es respetuoso. Es más, ese tipo de empleos —el cuidado de animales, ancianos, niños, espacios físicos, limpieza — es uno de los sectores que más crecerá en las próximas décadas, como bien lo advierte Andrés Oppenheimer en “¡Sálvese quien pueda!”.
La dignidad no está en el tipo de tarea, sino en cómo se realiza. Ser oficinista no es más “noble” que limpiar un jardín. Ambos aportan al bienestar común. Lo indigno es robar tiempo u objetos, fingir trabajar, abandonar un empleo sin avisar, estafar al empleador, o despreciar oficios que otros realizan con honestidad. La mejor generación no será la que más exige, sino la que más construye, sin importar si lo hace con laptop o un celular o con una escoba. ¡Hasta la próxima!
Médica, Nutrióloga y Abogada
Mirellawollants2014@gmail.com

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