Alejandro D. Marroquín, cientista social
Marroquín fue fundador del departamento de Ciencias Sociales de la Universidad de El Salvador, polifacético como era, hizo numerosas e importantes investigaciones en sociología, historia y antropología, tres de las cuatro disciplinas que esa escuela enseña.
Nació en San Salvador, el 24 de marzo de 1911. Tuvo una vida académica larga y fructífera. La mayor parte de su trabajo lo hizo en el extranjero, principalmente México. Sin embargo, trabajó en la Universidad de El Salvador en un periodo que fue decisivo para el rumbo académico de la institución. En ella se doctoró en jurisprudencia y ciencias sociales en 1937. Después estudió en la Universidad Nacional de Montevideo. Regresó a El Salvador y por unos años enseñó en la UES. Luego trabajó en el Instituto Politécnico de México entre 1945 y 1949. A mediados de ese año viajó a Estados Unidos y tuvo una cátedra de “Cultura de la América hispánica” en la Universidad de Illinois. De 1951 a 1956 enseñó antropología social en la Escuela Nacional de Antropología en México. Ya para 1957 está de regreso en El Salvador y dio clases en la Facultad de economía, en Derecho y en Humanidades; en esta última fue fundador del departamento de ciencias sociales. Su trabajo docente siempre estuvo ligado a la investigación; este quizá sea su aporte más valioso, lastimosamente no siempre debidamente valorado.
Era un individuo que se movía con soltura y rigor entre diversas disciplinas, al punto que en las ciencias sociales se hace la pregunta de si era historiador, sociólogo o antropólogo. Esa versatilidad posiblemente tenga que ver con su estancia en México en la década de 1940; en ese entonces las ciencias sociales mexicanas pasaban por un momento de intenso debate, al cual Marroquín no fue inmune. La huella de esa experiencia se aprecia en dos de sus investigaciones sobre pueblos indígenas en El Salvador: “Panchimalco. Investigación sociológica”, y “San Pedro Nonualco. Investigación sociológica”. Nótese cómo Marroquín rehuía a los encasillamientos, a dos trabajos con claros tintes antropológicos y etnográficos los califica como “investigación sociológica”.
En 1963, el Dr. Fabio Castillo asumió la rectoría de la UES. Rodeado de académicos de mucho prestigio, como Luis Manuel Escamilla, Rafael Menjívar, Alejandro Dagoberto Marroquín, María Isabel Rodríguez, Mario Flores Macal y otros, impulsó una visionaria y ambiciosa reforma universitaria, que desde el inicio fue apoyada por los estudiantes organizados. De hecho, Marroquín fue miembro de la “Comisión de reforma”. Para entonces era decano de la Facultad de Humanidades.
En mayo de 1963, pocas semanas después de tomar posesión como decano de Humanidades, anunció los cambios que se proponía realizar, los cuales calificó de radicales. La facultad se integraría en tres escuelas, y cada una tendría los departamentos que se considerara necesarios para un mejor funcionamiento. Las funciones de los directores de las escuelas serían claramente definidas. Anunció la creación de un Instituto de Prácticas Pedagógicas para los alumnos de Ciencias de la educación. Como parte de las gestiones del rector, las Fundaciones Ford y Rockefeller apoyarían a Humanidades con la donación de laboratorios de psicología y psicopedagogía, un laboratorio electrónico para enseñanza de idiomas, un laboratorio fotográfico para periodismo, y compra de libros para las diversas escuelas. Cada escuela se organizaría en departamentos, según especialidades. Los cursos se servirían por el sistema de ciclos, según calendario académico. Las escuelas estarían a cargo de un director, apoyado por los jefes de departamento. Se establecía, además, un primer año común en la Facultad, este fue el antecedente del programa de áreas comunes implantado un par de años después para toda la Universidad.
Marroquín hizo un trabajo notable en ciencias sociales, donde rompió con una tradición de docencia desconectada de la investigación. Por el contrario, desde un primer momento insistió en que las ciencias sociales debían tener un sólido fundamento empírico, planteamiento que después de su traslado a Derecho en 1968, fue retomado por un competente equipo de sociólogos argentinos, entre quienes destacaban Daniel Slutzky, Ester Alonso, Jacobo Waiselfild y Héctor Pérez Brignoli. Esta tendencia se quebró con la intervención militar de 1972.
A mediados de junio de 1968 se formó una comisión que se encargaría de fijar las bases para la integración de la Facultad de Ciencias y Humanidades, formada por Matilde Elena López, Alejandro Dagoberto Marroquín y Obdulio Nunfio. La nueva Facultad se inauguró el 14 de octubre de 1969. Era una apuesta arriesgada y un tanto precipitada que intentaría enfrentar simultáneamente: los problemas de áreas comunes, la falta de integración de los departamentos, los desbalances en el desarrollo de las ciencias naturales y las matemáticas con las ciencias sociales y las humanidades. Estas últimas mostraban preocupantes rezagos.
En la política universitaria, Marroquín se mostró difícil de etiquetar y siempre hizo gala de un pensamiento propio que resultaba desconcertante. Muchos lo veían como militante del Partido Comunista; ciertamente que tuvo relaciones, pero estuvo muy lejos de ser orgánico. Su espíritu inquieto no se amoldaba al verticalismo partidario, pero la policía no se detenía en sutilezas y varias veces fue capturado. Era un hombre de izquierda, pero no un incondicional. Quizá fueron sus desencuentros con el partido y su libre pensamiento que lo llevaron a presentarse como candidato a vicerrector en las elecciones universitarias de 1967; el ingeniero León Cuellar era el candidato a rector. Lo interesante es que iban como candidatos de la Federación Revolucionaria de Estudiantes Social Cristianos (FRUSC). Los contendientes eran la “Federación de Estudiantes Universitarios Revolucionarios (FEUR) en alianza con la Federación Socialista Democrática (FSD); sus candidatos eran: para rector el Dr. Ángel Góchez Marín, que había trabajado como administrador en el rectorado de Fabio Castillo. Para vicerrector se propuso al abogado José María Méndez, un personaje polémico, escritor y medio bohemio.
La FEUR-FSD presentó a la FRUSC y sus candidatos como “reaccionarios” que pretendían bloquear el proceso de reforma universitaria. Este calificativo solo se explica en el ardor de la campaña electoral. Cuellar no era profesor de la UES. Ganó reputación cuando fungió como decano de ingeniería, luego de que esta intentara separarse de la Universidad. Como decano mantuvo buenas relaciones con las autoridades centrales. Su candidatura a rector no podía verse como opuesta al proyecto de reforma. Marroquín era un reconocido docente e investigador universitario; se suponía que era militante del PCS o al menos cercano al partido. Marroquín no formó parte del grupo gestor primigenio de la reforma. Se incorporó tarde al equipo, pero rápidamente ganó protagonismo representando a la Facultad de Humanidades. Tenía una innegable capacidad y vocación para la investigación, pero sus enfoques, métodos y sobre su pensamiento político le generaban animadversiones. Que la FRUSC lo llevara como candidato era un reto de los jóvenes social cristianos al verticalismo del PCS, pero también podría verse como una reacción de Marroquín contra el PCS que no lo había tratado bien. Al final, el rector fue Góchez Marín que no terminó su periodo y fue sustituido por Méndez que también renunció.
Marroquín siguió trabajando en Derecho, donde enseñaba sociología, al tiempo que seguía investigando. Desde derecho vio como el programa de áreas comunes y la Facultad de Ciencias Sociales hicieron crisis con la huelga estudiantil de enero de 1970. Aunque Derecho no se había incorporado a áreas comunes, los problemas la alcanzaron. En una escalada de confrontaciones con las autoridades los estudiantes las desconocieron y formaron un Gobierno de Autogestión, en cierto momento obstaculizaron el ingreso del decano René Fortín Magaña y de Guillermo Manuel Ungo al edificio de Derecho. Después de una serie de altercados y disputas sobre la legalidad de lo actuado por el autogobierno estudiantil, el decano fue destituido por la AGU el 23 de abril. Pero la reacción de los profesores de la Facultad amargó la victoria a los estudiantes: en acto de protesta 34 profesores presentaron su renuncia, entre ellos Marroquín, quien poco después se fue del país. Murió en 1977.
Marroquín fue fundador del departamento de Ciencias Sociales de la Universidad de El Salvador, polifacético como era, hizo numerosas e importantes investigaciones en sociología, historia y antropología, tres de las cuatro disciplinas que esa escuela enseña. Sin embargo, la escuela lleva el nombre de Gerardo Iraheta Rosales, un desconocido sociólogo del cual solo existe un trabajo publicado, escrito a cuatro manos, además. Nada que ver con la abundante y calificada producción de Marroquín. Esa nominación no se hizo con base en méritos académicos. Marroquín sigue siendo polémico y mal entendido incluso en la posteridad.
Historiador

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