El asesino contador de enigmas busca su reino
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De tanto recordar al hombre y a la fantasía que un día fue, Kania empezó a inventar acertijos. Se apostó en las vueltas de los caminos que atravesaban el seco desierto y empezó a proponer enigmas a los cansados viajeros que pasaban por allá. Empezó a asesinar a quienes no respondían sus adivinanzas. Hizo del siniestro juego un oficio. Algunos días usaba su antifaz de hombre y otros más el de quimera. Llegó al colmo de proponerse adivinanzas a sí mismo, que no llegaba a responder. Y recordemos que él asesinaba a quien no respondiera el acertijo. De esa manera el asesino contador de enigmas pasó asesinándose una y otra vez, satisfaciendo así su desbocado anhelo de olvidar. Después de ser flor en el desierto, jugaba a ser hombre y asesino. Hasta que perdió sus máscaras volvió a soñar con la vida. Así el hombre del adiós, volvió a encaminarse al último reino de la tierra: su reino interior. Allá donde al final se irían las esfinges desnudas como él. (XX) <de “La Esfinge Desnuda” -C.B.>

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