Dolor de madre
Este año ha habido miles de madres para quienes este día ha sido de dolor y tristeza, porque el hijo que siempre las había agasajado, no está con ellas. Es el grupo de mujeres cuyos hijos han sido víctimas del estado de excepción, en que los ciudadanos nos hemos visto privados de nuestras libertades, por razones de seguridad, pero ha servido para prohibir las protestas, las disidencias, el derecho a reclamar el cumplimiento de la ley. Es por eso que en las cárceles, hay más de 80,000 detenidos, muchos de ellos inocentes, que llevan ya casi 3 años en condiciones deplorables, inhumanas, desconociendo la razón de su confinamiento.
Hay pocas fechas en el calendario salvadoreño que se celebren con más entusiasmo que el Día de la Madre. Los que ya la tienen en el cielo la recuerdan visitando el lugar donde descansa, llevándole flores y ofreciendo una Misa por su eterno descanso. Para quienes tienen la dicha de tenerla, cerca o lejos, se busca el regalo que les haga más ilusión. Las floristerías compiten por ofrecer los mejores adornos; hay puestos provisionales de flores y los restaurantes tienen reservas para las familias que ese día comen unidas. Es un día de amor y gratitud que nos hace olvidar las dificultades que nos agobian.
Pero este año ha habido miles de madres para quienes este día ha sido de dolor y tristeza, porque el hijo que siempre las había agasajado, no está con ellas. Es el grupo de mujeres cuyos hijos han sido víctimas del estado de excepción, en que los ciudadanos nos hemos visto privados de nuestras libertades, por razones de seguridad, pero ha servido para prohibir las protestas, las disidencias, el derecho a reclamar el cumplimiento de la ley. Es por eso que en las cárceles, hay más de 80,000 detenidos, muchos de ellos inocentes, que llevan ya casi 3 años en condiciones deplorables, inhumanas, desconociendo la razón de su confinamiento.
Es más duro para las madres ignorar las razones de la detención de sus hijos, sacados con violencia de sus propias casas o de sus lugares de trabajo, sin poder sus familiares preguntar los delitos que se les achacan, bajo amenaza de detención para ellos. El calvario continúa con la obligación de llevarles el kit de limpieza y las medicinas que necesita, que muchas veces no reciben, sin saber en qué cárcel se encuentran, ni la posibilidad de que sus abogados tengan acceso a sus clientes. Madres en condiciones de pobreza, deben endeudarse para llevar el kit, y los $45 del uniforme para que puedan salir a trabajar fuera del recinto penitenciario.
¡Cuántas vieron salir a sus hijos esposados, maltratados por las fuerzas de seguridad, y sin saber de su paradero, se enteraron que estaba hospitalizado, que regresó a casa como un cadáver ambulante, para morir a los pocos días, con un diagnóstico absurdo, no compatible con evidentes señales de tortura, o dentro de un ataúd sellado, para esconder el verdadero estado de quien entró sano a la prisión!
Mujeres embarazadas, que dieron a luz entre rejas, en condiciones precarias, y con sus recién nacidos afectados por enfermedades de la piel, que debían paliar bañándolos con lejía. ¿Qué significó el 10 de mayo para estas pobres reclusas, muchas sufriendo de abusos sexuales de sus carceleros? Con el objeto de llevar algún consuelo a los detenidos, organizaciones como COFAPPES Y MOVIR recogieron 500 cartas para que los familiares pudieran enviarles sus mensajes de amor, asegurándoles que les recordaban y estaban hacían todo lo posible para lograr su libertad, pero la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos rechazó la petición alegando que no tenía la facultad de hacerlo. ¿Qué tan peligrosos podían ser los ingenuos mensajes que llevarían esas cartas para prohibir su entrega?
Con la esperanza de que estas cartas lleguen algún día a sus destinatarios, los familiares solicitaron a La Prensa Gráfica la publicación de algunos de estos mensajes de amor y ternura, reflejo del dolor de la separación que tan injustamente están sufriendo y que está castigando a la población menos favorecida, que no tiene manera de defenderse, endeudándose para hacer frente a las exigencias de un sistema penitenciario ingrato, y que le ha privado del derecho de una segura y pronta justicia. ¿Por qué ensañarse con los estratos más pobres, sumiéndolos en una mayor desesperación, cuando el Estado debía de ser su mayor defensor?
Maestra.

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