Verdad y justicia para los desaparecidos
El Estado es el responsable no solo de buscar, sino garantizar el acceso a la justicia a todas las víctimas de desaparición.
Hay personas con un nombre y una historia, familias con la dolorosa angustia de no saber si un ser querido está vivo o muerto, si está pasando frío o hambre, si algún día podrá volver ni dónde han sido enterrados. La búsqueda de justicia para los desaparecidos es esencial.
Considerada como una de las violaciones más graves de los derechos humanos, la desaparición forzada representa un enorme desafío en los procesos de construcción de paz. Son numerosos los casos de resistencia a este dolor, así como las iniciativas de familias y grupos que reclaman verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición. Para las familias implica iniciar un camino con escaso o nulo apoyo del Estado; un camino en el que se van encontrando con silencios, dolor y soledad, pero también con otros familiares en la misma situación.
El Estado es el responsable no solo de buscar, sino garantizar el acceso a la justicia a todas las víctimas de desaparición. Es importante que cada engranaje del Sistema Nacional de Búsqueda de Personas funcione como esta descrito, si uno falla, todo falla. Cientos de personas han sido víctimas de desaparición forzada, un crimen que por lo que implica se comete no solo contra una persona, ni contra su familia, sino, como lo define Naciones Unidas, contra toda la humanidad.
Lo que está en juego es la vida y esperanza de miles de personas y el primer paso para solucionar esta situación es reconocer que no se está haciendo lo suficiente. Se necesita poder acceder a los derechos de verdad, acceso a la justicia, no repetición y el derecho a ser buscado. Las familias seguirán exigiendo, seguirán buscando y enfrentándose a la cruda realidad, pero es necesario que las autoridades de los tres órdenes de gobierno atiendan cada una de las fallas en este sistema, desde lo que se hace en la fiscalía hasta la protección de los ciudadanos. No solo son palabras, también, hechos.
Las desapariciones tienen consecuencias devastadoras para las familias, sobre todo para las madres, a las que arrojan a un terrible limbo en el que no pueden pasar página. Nuestro deber como ciudadanos es ser empáticos y solidarios con su dolor. Ponernos por un momento en sus zapatos y exigir respuestas.
Muchas madres que buscan a sus hijos envejecen y mueren tras años de angustias que las enferman, sin dar con el paradero de sus hijos. La muerte les llega antes que la justicia. Un horror que priva a las familias de un cierre definitivo sepulta la verdad y obstruye la justicia hay un elemento común: las madres de los desaparecidos son el emblema de la búsqueda incansable.
En este mes de mayo en que todas las madres deberían tener motivos sólo para festejar, están ustedes, que viven un gran dolor que empaña esta celebración. Expreso mi admiración ante su esfuerzo por mantener en la memoria esta lucha por alcanzar la verdad y la justicia.
“Es como si todo hubiera sucedido este día” menciona la madre de Gregorio Valencia un adolescente de 16 años desaparecido un 14 de diciembre del 2014, que tocaba guitarra en su iglesia y su mayor sueño era ser forense.
¨Mi sueño era verlo profesional¨ nos dice la madre de Carlos Abarca un joven que desapareció el 1 de enero del 2022 a los 22 años, en ese momento el estudiada segundo año de psicología.
“Yo lo amaba y lo amo, y todo lo que hacía era para él” dice llorando la madre de Rodrigo Montalván, joven que tenía 16 años cuando desapareció un 20 de febrero del 2015 y que su sueño era ser médico.
Testimonios que relatan, la angustia de no saber por qué ocurrió, y que solamente deja la evidencia de la impunidad con la que ocurrieron las desapariciones.
Las madres no pierden la esperanza de un día poder encontrar a sus hijos, y son un ejemplo de fortaleza, ojalá las autoridades abran su corazón y pongan sus buenos oficios para poder darles paz a las familias.
Quiero terminar esta columna haciendo un llamado a la población en general a no caer en la apatía, en juzgar u olvidar. Para una madre es muy difícil ver el amanecer, el atardecer y ver que su hijo no está.
Ingeniera.

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