Depresión, un enemigo silencioso
Los cristianos no estamos exentos del sufrimiento. En medio del valle de muerte, Dios quiere que tengamos esperanza, quiere que sepas que no te ha abandonado y que aún te ama profundamente.
Millones de personas a lo largo de la historia han vivido bajo la oscura nube de la depresión, incluyendo a muchos "héroes" de la Biblia. Moisés, Elías, David y Jeremías atravesaron períodos de profunda oscuridad.
Los cristianos no estamos exentos del sufrimiento. En medio del valle de muerte, Dios quiere que tengamos esperanza, quiere que sepas que no te ha abandonado y que aún te ama profundamente. Todo tipo de problemas llegan a nuestras vidas. Fuegos arden sin control: presión, ansiedad y miedo a lo que pueda suceder, ante ello busca al Señor Jesucristo, Él puede dar paz en medio de la tormenta.
Esto me recuerda la historia de Laura Rivas (nombre ficticio para resguardar su identidad), quien es coterránea de Nueva Granada, del departamento de Usulután, El Salvador, quien ha sufrido depresión. Dice así:
“Cierro los ojos, me giro hacia el respaldo improvisado de mi cama y encorvo las rodillas hacia el pecho.
—No cuelgues —grito suavemente al teléfono móvil—. Tengo miedo de estar sola. Mi esposo llega temprano a casa. Hoy es un día malo. Si le confieso mis pensamientos a alguien, pensará que estoy loca.
—¿Me estoy volviendo loca?
—No, no lo eres —se responde.
“Para mí (Laura), la depresión llegó con la época lluviosa y fría, aunque las señales de alerta se percibían mucho antes.
“En Usulután hay un clima relativamente caliente, me casé, conseguí un nuevo trabajo y me mudé al otro lado del país, a Concepción de Ataco, todo en dos semanas, justo a tiempo para el frío. Estaba cansada, nerviosa, sensible y ansiosa. Empecé a notar que me sentía exactamente igual que afuera: gris y miserable. Entumecida. Me hundí cada vez más hasta que finalmente, un día en una conferencia virtual de trabajo me derrumbé. Simplemente no podía seguir adelante. Sentía que me moría por dentro. Si estás en medio de ese lugar oscuro y solitario que es la depresión, únicamente se requiere comprensión y amor.
“Soy cristiana —dice Laura—, pero la depresión me tentó a desconfiar de Dios. Buscaba desesperadamente la liberación. Pero el Señor Jesucristo parecía no responder. ¿Por qué no me sacas de este pozo de la desesperación? —gritaba—. ¿No eres un libertador? ¿Por qué las voces de la desesperación suenan mucho más fuertes que las tuyas?”… son algunas preguntas que Laura se hacía a la luz de la realidad de la depresión; no obstante, el consuelo del Señor Jesucristo llegó a su vida cuando en una ocasión intentó quitarse la vida; por primera vez vio la grandeza del Señor, sintió un abrazo tan fuerte y desapareció su tristeza.
Tú que estás pasando un momento tribulación que te ha provocado depresión, recuerda lo siguiente; “Este pobre clamó, y le oyó Jehová, y lo libró de todas sus angustias. El ángel de Jehová acampa alrededor de los que le temen, Y los defiende. Gustad y ved que es bueno Jehová” (Salmo34:7-8).
Dios escucha cada palabra que le dices. Tus oraciones no caen en oídos sordos. Aunque tus oraciones sean débiles y endebles, Dios las responde. Y cuando llegue el momento te librará de tus problemas. Algún día podrás ver el poso de la desesperación de donde saliste. Hasta entonces, no dejes de clamar a Dios.
El Señor Jesucristo no está ausente ni lejos; por ello trae todas tus cargas a Él. No te limites, cuéntale todo lo que te agobia y te causa tristeza, dile con claridad que no deseas vivir, como un día lo hizo el profeta Elías y Moisés y fueron sinceros con el Creador. Así que ten fe, no te rindas, no dejes de confiar en Dios, Él te sacará del hoyo de la desesperación, pondrá tus pies sobre una roca y afirmará tus pasos. Aunque no tengas ganas de orar o cantar alabanzas, recuerda, el Todopoderoso pondrá una alabanza en tu corazón y en tu boca y te dará fuerzas como el águila.
Dios es tu escudo, lo que significa que nada puede alcanzarte sin haber pasado primero por Él. Tu vida no está fuera de control porque Dios mismo te protege en medio de tu desesperanza. Aunque tu cabeza esté abatida por la depresión, Dios te levantará: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28).
Dios te ama y suplirá las necesidades más profundas de tu corazón; convertirá tu calvario en una pascua y tu angustia en un aleluya. Así que no dejes que Satanás apague la luz de la esperanza en tu vida. Ni un cabello cae a tierra sin que Él lo permita.
Aunque los cristianos no somos inmunes a las pruebas, las tribulaciones, el dolor y el sufrimiento, consuélate sabiendo que el Señor Jesucristo te ayudará a salir adelante…
Abogado y teólogo.

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