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¿Tercer país seguro... y ahora qué?

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Por César Ríos
Publicado el 06 de julio de 2025


La reciente decisión de Estados Unidos de continuar enviando solicitantes de asilo a países como El Salvador, Guatemala, Honduras, Costa Rica, Panamá y República Dominicana, bajo acuerdos de tercer país seguro, plantea profundas reflexiones sobre nuestro rol, responsabilidades y capacidades como naciones receptoras.

Durante décadas, Estados Unidos ha sido refugio de miles de salvadoreños que huían del miedo, la violencia o la pobreza. Su sistema de asilo, fundamentado en el principio del “miedo creíble”, salvó vidas y brindó oportunidades a quienes lo perdieron todo. Hoy, muchos de nuestros países heredan ese compromiso moral y legal con quienes buscan protección. Pero, ¿estamos preparados?

Los solicitantes de asilo no son simples migrantes. Son personas que temen por su vida, su libertad o su dignidad en sus países de origen. Requieren seguridad, atención, y un proceso justo. Sin embargo, la mayoría de los países con los que EE. UU. ha firmado estos acuerdos arrastran su propio historial de desafíos: pobreza estructural, inseguridad, sistemas institucionales frágiles, e infraestructura limitada. ¿Podremos garantizar protección efectiva y condiciones de vida dignas?

La pregunta no es menor. ¿Rechazaremos a quienes llegan? ¿Los devolveremos al peligro? ¿Les ofreceremos un nuevo hogar? ¿Cómo se financiará esta responsabilidad? Estados Unidos, al transferir esta función, ¿apoyará económicamente a los países receptores?

Esta es una conversación impostergable. La sociedad debe estar plenamente informada sobre el contenido de estos acuerdos bilaterales. No se trata únicamente de relaciones exteriores, sino de decisiones con implicaciones internas: legislativas, sociales, presupuestarias y éticas. Reconocer las convenciones internacionales sobre refugio implica asumir compromisos reales.

Es momento de que los parlamentos discutan abiertamente estas políticas, que las cancillerías comuniquen con claridad sus alcances, y que la población entienda qué significa ser “tercer país seguro”. Lo que está en juego no es solo una política migratoria, sino nuestra identidad como naciones solidarias, responsables y justas.

Los países que alguna vez huyeron del miedo, hoy deben responder al miedo ajeno. El desafío es inmenso, pero también lo es la oportunidad de demostrar que nuestras sociedades pueden ser refugio de esperanza.

Director AAMES /Asociación Agenda Migrante El Salvador 

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